Peligro: ?Oso!
La fauna del ?rtico se va acomodando, como los zorros y renos, a la presencia humana, pero esta opci¨®n es m¨¢s que improbable para el oso polar, el mayor carn¨ªvoro terrestre.
Longyearbyen (Islas Svalbard, 1.700 habitantes) es una poblaci¨®n singular, en la que nos encontramos trabajando en los experimentos del proyecto ATP para valorar el impacto del calentamiento sobre el ecosistema del Oc¨¦ano Glaciar ?rtico. Su nombre, en una mezcla de ingl¨¦s y noruego, significa la Bah¨ªa del Largo A?o. Quienes llevamos aqu¨ª varias semanas no necesitamos m¨¢s explicaciones. Los d¨ªas, sin noche, se hacen interminables hasta el punto de que un d¨ªa completo, con su per¨ªodo de d¨ªa, anochecer, amanecer y noche, tal como los conocemos a nuestras medianas latitudes, viene a durar aqu¨ª pr¨¢cticamente un a?o completo (tres meses de d¨ªa completo, otros tres de d¨ªas menguantes, tres de noche completa y tres de d¨ªas crecientes).
Los locales hacen loables esfuerzos para aparentar que Longyearbyen es una poblaci¨®n como otra cualquier otra, con guarder¨ªa, iglesia, ambulatorio, banco, pub-discoteca y correos, e incluso una tienda de modas con coquetos modelos veraniegos de vivos colores y tirantes atrevidos para las se?oras, atav¨ªos m¨¢s que improbables a 78 grados de latitud Norte. Sin embargo, la fauna ?rtica insiste en reclamar este territorio como propio: los zorros ¨¢rticos, que con su pelaje a medio cambiar del mullido blanco invernal al m¨¢s discreto marr¨®n del verano, van hechos unos zorros, deambulan entre los edificios y los renos ramonean los brotes verdes entre las casas sin prestar atenci¨®n a los transe¨²ntes.
Inmediatamente llama la atenci¨®n que los paseantes deambulan por las calles portando rifles de gran calibre, c¨¢maras de video vigilan las entrada del pueblo, y que una se?al de tr¨¢fico indicativa de peligro que no recuerdo haber estudiado en nuestro c¨®digo de circulaci¨®n -un tri¨¢ngulo bordeado de rojo con un oso polar en el centro- alerta al paseante de que abandona los l¨ªmites de la poblaci¨®n. A partir de esos l¨ªmites es obligatorio portar una pistola de bengalas y rifles para poderse defender -caso de no poder evitarlo- del ataque de un hambriento oso polar. De hecho, es obligatorio pasar un curso de seguridad, incluyendo un ejercicio de tiro, para poder trabajar aqu¨ª.
Las historias de encuentros tr¨¢gicos con osos corren de boca en boca, corroboradas por un panel, visible en uno de los pasillos del Centro Universitario de las Svalbard, donde realizamos nuestros experimentos, con fotograf¨ªas de destrozos ocasionados en humanos poco cuidadosos por zarpazos y mordiscos de osos polares. El m¨¦dico del pueblo, a quien sin duda le ha tocado lidiar con los destrozos que esos amables animales han hecho en algunos imprudentes, nos advierte: "son muy peligrosos, hay que tener mucho cuidado...".
Los osos que no consiguen abandonar la isla antes de que el hielo se funda y se retraiga hacia el Norte, lo que ocurre cada vez antes y con mayor rapidez, quedan atrapados en tierra y hambrientos, sin poder cazar (son extraordinarios cazadores en el hielo pero en tierra. contra el color oscuro de las monta?as, su color blanco los delata a distancia, acechan a los turistas.
Tras la ca¨ªda de la actividad minera, que llev¨® a la fundaci¨®n de Longyearbyen, la investigaci¨®n cient¨ªfica y el turismo representan las fuentes de empleo principales. Cada ma?ana, uno o dos buques de cruceros desembarcan su pasaje en las calles de Longyearbyen y en los veh¨ªculos de las empresas de turismo de aventura. Cada vez son m¨¢s los grupos de turistas, con una edad media en torno a los 70 a?os, que deambulan fuera del t¨¦rmino urbano, armados con el reglamentario rifle. Cada vez es mayor la probabilidad de que uno de estos grupos encuentre un oso polar errante y, ante el peligro que esto puede suponer, lo abata. Con una econom¨ªa floreciente, las casas -prefabricadas de madera- surgen a lo largo de la costa con una rapidez inusitada: en las dos semanas que llevamos aqu¨ª han debido aparecer cerca de dos docenas de casas.
La fauna del ?rtico se va acomodando, como los zorros y renos, a la presencia humana, pero esta opci¨®n es m¨¢s que improbable para el oso polar, el mayor carn¨ªvoro terrestre. ?ste nos mira desde un t¨¦mpano con ojos cargados de tristeza, pareciendo darse cuenta de que para ¨¦l, el ?rtico es cada vez m¨¢s peque?o.
Carlos Duarte es el coordinador del proyecto ATP-2010
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