Benedicto XVI y la Iglesia herida
Cinco a?os despu¨¦s, el papa Ratzinger ya no es aquel prelado orgulloso
Una batalla medi¨¢tica est¨¢ perdida cuando el discurso deja de ser coherente. La Iglesia cat¨®lica mexicana se meti¨® en un berenjenal con el tema de los abusos a menores: primero lo negaron, luego lo minimizaron, despu¨¦s le echaron la culpa al libertinaje sexual, a la homosexualidad y a los libros de textos, y finalmente dijeron que era cosa del pasado. El discurso no cuadra, pues los abusos se dieron antes del libertinaje sexual y despu¨¦s de ¨¦l; con libros de texto liberales y sin ellos; la mayor¨ªa de los abusos son a personas del mismo sexo, pero no nada m¨¢s. Pareciera que a la Iglesia cat¨®lica mexicana le tom¨® desprevenida el cambio de discurso que vino desde Roma. El papa Benedicto XVI, entendi¨®, finalmente, que el tema de los abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes no s¨®lo era indefendible sino que se estaba convirtiendo en una crisis imparable. La estrategia inicial de callar para ignorar, que llevaron hasta lo ¨²ltimo en Roma y en la mayor¨ªa de las di¨®cesis, se derrumb¨® estrepitosamente ante la progresi¨®n de los esc¨¢ndalos en todo el mundo. Despu¨¦s de a?os de negar, proteger y encubrir, porque esa era la l¨ªnea, la aceptaci¨®n y el perd¨®n no han fluido con la facilidad esperada ni requerida.
Ratzinger lleg¨® a su quinto a?o en el trono de San Pedro en medio de una crisis que va m¨¢s all¨¢ de lo sospechado. "Dirijo una Iglesia herida y pecadora", dijo en su alocuci¨®n el domingo pasado. El tono y el contenido contrastan radicalmente con el Papa orgulloso y eurocentrista que minimiz¨® el holocausto, que neg¨® la violencia de la colonizaci¨®n de Am¨¦rica y que acus¨® al islam de ser esencialmente violento. Contrasta con la actitud clericalista perfectamente representada en el regreso al lat¨ªn, la lengua que es s¨®lo de los iniciados, la que distingue y separa al clero de la grey. Contrasta sobre todo con el cardenal Ratzinger que persigui¨® a ultranza las "desviaciones" de la fe pero fue ben¨¦volo con las desviaciones de la conducta.
Desde su elecci¨®n, el papado de Benedicto XVI fue considerado como un periodo de consolidaci¨®n del proyecto conservador de Juan Pablo II: ¨¦nfasis en la doctrina y en la preeminencia del clero sobre los laicos, en contrasentido del Concilio. La fuerza de la Iglesia cat¨®lica son los laicos, pero el poder se lo da el clero. En los pa¨ªses europeos la Iglesia cat¨®lica ha perdido a la mayor¨ªa de sus seguidores, pero sigue teniendo un gran poder porque la estructura del clero est¨¢ intacta. La crisis derivada de los esc¨¢ndalos de pederastia es una herida terrible porque toca la estructura clerical. No es un caso aislado, sino una conducta que se repiti¨® por igual en Irlanda que en Francia, en Estados Unidos que en M¨¦xico; no es un asunto de una orden o de un grupo, sino de todas las ¨®rdenes y en todas las clases sociales; no es que un obispo haya actuado mal frente a casos de abuso sexual sino un patr¨®n institucional no expl¨ªcito pero perfectamente codificado.
Es imposible saber si Benedicto XVI tendr¨¢ otros cinco a?os por delante, lo que s¨ª es evidente es que lo que le reste al papado del sucesor de Pedro y Juan Pablo II ser¨¢ radicalmente distinto al de los primeros cinco a?os: la Iglesia poderosa que recibi¨® hoy est¨¢ herida.
Diego Petersen Farah es periodista.
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