"Separarnos es dur¨ªsimo, pero la crisis no nos deja otra opci¨®n"
La situaci¨®n ha forzado a los Murillo a dividirse: Alexandra y los ni?os regresan a Ecuador. Yari seguir¨¢ buscando trabajo en Madrid
Antony y Richie se abrazan a sus enormes osos de peluche entre inquietos y melanc¨®licos. Estamos en el aeropuerto de Barajas y son las 21.00. Dentro de cuatro horas, ambos hermanos estar¨¢n volando junto a su madre rumbo a Ecuador. Su padre, Yari, se quedar¨¢ en tierra.
Para ambos ni?os, de ocho y siete a?os, es un viaje a lo desconocido. Cuando sus padres les plantearon la opci¨®n de regresar a Ecuador, los dos se sumaron con entusiasmo a la propuesta, que se vot¨® democr¨¢ticamente. Pero una cosa es la idea en abstracto y otra muy distinta que llegue el gran d¨ªa. "Pero, ?d¨®nde est¨¢ Ecuador?", pregunta de pronto Richie.
A su lado, junto a un carrito con seis maletones pesados y repesados por Alexandra para pagar el sobrepeso justo, espera visiblemente emocionado Yari, su padre. Aunque lo intenta, no puede contener las l¨¢grimas. Y acto seguido, a Antony se le enrojecen los ojos. Alexandra, toda energ¨ªa, intenta levantar el ¨¢nimo de su familia. Va maquillada y luce varios adornos de Hello Kittie. "Venga, recuerden las cosas que les cont¨¦ de Ecuador", apremia a sus hijos. "Que hay playa", dice Richie. "Y piscina", dice su hermano. "Y no s¨¦ m¨¢s".
Alexandra y Yari se conocieron hace nueve a?os en un sal¨®n recreativo de Manta, en la costa de Ecuador. A los seis meses Alexandra se qued¨® embarazada de su primer hijo. No ten¨ªan muchos medios: ¨¦l trabajaba en una f¨¢brica de conservas de palmito que cerr¨®. Era 2002. Un familiar les anim¨® a probar suerte en Espa?a y cuando Alexandra volvi¨® a quedarse embarazada se liaron la manta a la cabeza.
En Madrid, Yari encontr¨® trabajo con bastante facilidad. Hac¨ªa reformas o trabajaba de jardinero. Alexandra lleg¨® a un acuerdo con su cu?ada: a cambio de que esta costeara su billete y el de Antony, ella cuidar¨ªa de su hija durante un a?o. Cumplido el acuerdo, Alexandra empez¨® a limpiar por horas.
Y as¨ª estuvieron siete a?os, viviendo con unos 1.200 euros mensuales de los que el grueso (800 euros) se iban en el alquiler de un piso modesto en una ruidosa calle de Madrid. Hasta que hace unos meses las cosas se complicaron.
Primero fue Alexandra la que se encontr¨® con problemas: al no tener un contrato de trabajo no pudo prorrogar su permiso de residencia y se encontr¨® sin papeles. Hace dos meses, la cosa se puso a¨²n m¨¢s fea: Yari se qued¨® en el paro. Y la familia, sin ingresos. Que Alexandra y los ni?os regresen a Ecuador mientras Yari intenta encontrar empleo en Espa?a les parece la mejor salida.
"Separarnos es dur¨ªsimo, pero la crisis no nos deja otra opci¨®n", dice Yari. "Aunque no s¨¦ cu¨¢nto voy a resistir separado de ellos", a?ade cabizbajo.
"En Ecuador, me dicen mis cu?ados, puedes alquilar un piso por 100 euros", dice Alexandra, la m¨¢s entusiasta de los cuatro. "All¨ª tenemos a la familia y aqu¨ª estamos solos", contin¨²a. "A mis hijos les he explicado que all¨ª es todo m¨¢s feo porque no hay plata para construir cosas bonitas, pero que tienen primos. Y yo tengo una cuenta pendiente: ir a la tumba de mi madre, que muri¨® estando yo lejos y lo llevo entre pecho y espalda", contin¨²a Alexandra, que no se da margen a lamentaciones.
"De ac¨¢ voy a echar de menos el jamoncito, el cocido y el zool¨®gico", concede. "Y, sobre todo [no se desmaye, Gallard¨®n] el metro: te lleva a todas partes tan r¨¢pido".
Al estar en situaci¨®n irregular y tener dos ni?os a su cargo, Alexandra ha contado con la asistencia de la Asociaci¨®n Rumi?ahui para organizar su regreso. Todo ha sido muy r¨¢pido: en apenas dos semanas ten¨ªa los billetes en mano.
La familia se ha acogido al Plan de Retorno Voluntario que el ministerio de Trabajo e Inmigraci¨®n puso en marcha al comienzo de la crisis con apoyo del Fondo Europeo para el Retorno. Con el dinero Alexandra planea abrir una peque?a cevicher¨ªa o un puesto callejero de comida.
A las 22.30, la familia termina de facturar el equipaje. "Aqu¨ª tienen las tarjetas de embarque", les dice la persona tras el mostrador. "?Por qu¨¦ se dice de embarque? ?Vamos a ir en barco?", pregunta Antony. Y los cuatro se alejan con los ojos enrojecidos por las tripas del aeropuerto.
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