Al calor del volc¨¢n
En lugar de temer a las fuerzas de la naturaleza, los maor¨ªes han aprendido a aprovechar el vulcanismo activo de Nueva Zelanda para su d¨ªa a d¨ªa
Cualquiera de los volcanes de la planicie de Taupo podr¨ªa entrar en erupci¨®n hoy mismo. Pero Pohiare, de ocho a?os, y Aranga, de siete, no piensan en eso mientras se ba?an en un r¨ªo de agua caliente, pescando las monedas que les lanzan los turistas. A sus padres, tampoco parece preocuparles. Est¨¢n preparando un sabroso hangi, carne de ternera asada al calor de las piedras. Huele a azufre. Pero no es el diablo el que anda cerca, sino Ruamoko, el dios maor¨ª del vulcanismo. Nos encontramos en Whakarewarewa, en el coraz¨®n geot¨¦rmico e ind¨ªgena de Nueva Zelanda.
Nueva Zelanda est¨¢ en uno de los extremos del Anillo de Fuego del Pac¨ªfico (al que tambi¨¦n pertenecen Jap¨®n o Hawai). La zona volc¨¢nica de Taupo, sobre la que se levanta la reserva maor¨ª de Whakarewarewa, alberga la mayor concentraci¨®n de volcanes j¨®venes de todo el planeta. Pero los neozelandeses no ven en esta actividad tel¨²rica solamente una amenaza. Los maor¨ªes, el pueblo nativo de Nueva Zelanda, han aprendido a lo largo de los siglos no s¨®lo a respetar el poder del magma que bulle bajo sus pies, sino a valerse de ¨¦l.
En la mitolog¨ªa maor¨ª, Ruamoko es el hijo de Rangi y de Papa, el dios Cielo y la diosa Tierra, pero a¨²n no ha nacido. Sigue en el vientre de su madre y son sus movimientos los que causan los terremotos. Como el que asol¨® en febrero de 2011 Christchurch, la segunda ciudad de Nueva Zelanda, causando 200 muertos. A¨²n as¨ª el dios Magma no es odiado, sino todo lo contrario.
Los campos geot¨¦rmicos de la Isla Norte est¨¢n asociados a varios volcanes j¨®venes activos, como el Ruapehu. En estos lugares, el agua de los abundantes lagos y manantiales de la regi¨®n brota a temperatura de ebullici¨®n. Los ind¨ªgenas fueron los primeros en darse cuenta del potencial que esto ten¨ªa para su vida cotidiana.
"Los maor¨ªes han habitado estas zonas termales desde su llegada al archipi¨¦lago, en el siglo XIII, explica Carol Stewart, experta en historia maor¨ª del ministerio de Cultura neozeland¨¦s. "Las fuentes de agua hirviente, llamadas ngawa, eran y son utilizadas para cocinar, mientras que las templadas, waiariki, sirven como ba?os. Los g¨¦iseres (nga puia) siempre han sido tratados con m¨¢s respeto, ya que se han cobrado varias v¨ªctimas", asegura Stewart.
Los maor¨ªes suponen un 14% de la poblaci¨®n del pa¨ªs. Adem¨¢s de ser minor¨ªa en su propia tierra, las estad¨ªsticas de renta, salud y educaci¨®n les sit¨²an bastante por detr¨¢s de la mayor¨ªa blanca, de ascendencia europea. El Tratado de Waitangi, firmado en 1840 con los brit¨¢nicos, reconoc¨ªa la propiedad de los maor¨ªes sobre la tierra de sus ancestros en t¨¦rminos mercantiles, algo con lo que los abor¨ªgenes no estaban demasiado familiarizados. Los nativos acabaron malvendiendo los terrenos m¨¢s f¨¦rtiles y mejor comunicados y terminaron concentr¨¢ndose en su refugio volc¨¢nico del interior de la Isla Norte.
?Mereci¨® la pena? "Bueno... es una manera sana de vivir y la calefacci¨®n sale barata", bromea Rangimarie, una de las gu¨ªas tur¨ªsticas nativas que acompa?an a los visitantes por el poblado de Whakarewarewa. Esta reserva, en las afueras de Rotorua, capital de la regi¨®n y uno de los principales centro tur¨ªsticos del pa¨ªs, es una de las pocas que acepta visitas de turistas.
Aqu¨ª, el aprovechamiento del vulcanismo activo ha generado una forma de vivir comunal. Los habitantes, unos 350, se ba?an en las piscinas templadas y cocinan juntos en las de agua hirviente. Las formas de preparaci¨®n m¨¢s frecuentes incluyen atar una bolsa de tela con los alimentos dentro y sumergirla o enterrar la comida envuelta en papel de aluminio en zonas donde el calor intenso alcanza la superficie.
Canalizada a trav¨¦s de tubos met¨¢licos, el agua sirve para calentar las viviendas en invierno. "La gente paga unos 30 d¨®lares neozelandeses al mes (unos 18 euros) por el mantenimiento de las instalaciones. A mi me hacen pagar m¨¢s, 100 d¨®lares (55 euros), porque no vivo en el poblado, sino en la ciudad", explica Rangimarie.
El constante olor a huevos podridos puede ser una pega, reconoce la gu¨ªa. "Pero acabas acostumbr¨¢ndote. Adem¨¢s es bueno para la salud. La gente de aqu¨ª no nos resfriamos, ni tenemos tos". La medicina tradicional maor¨ª est¨¢ muy relacionada con el vulcanismo. El kuapapa, un tipo de barro con un alto contenido en sulfuros, se utiliza para tratar el reuma, la artrosis y los problemas cut¨¢neos. Los ba?os de barro tienen una gran fama en Rotorua. Tambi¨¦n se producen jabones y lociones de este producto.
Los habitantes de Whakarewarewa viven literalmente rodeados de estanques de limo burbujeante y acequias de agua caliente rica en metales. Cada una de esas charcas en ebullici¨®n, cada g¨¦iser y cada piscina templada tiene un nombre que recuerda a alg¨²n ancestro o a alg¨²n evento relativo a la historia de la tribu. "Gracias a su comprensi¨®n y a su respeto por la tierra, esta comunidad es capaz de vivir en un lugar inh¨®spito y peligroso desde el punto de vista occidental, y de beneficiarse de ¨¦l", se?ala Stewart.
Pero los riesgos del vulcanismo est¨¢n ah¨ª. Para empezar, cualquiera de los volcanes de Taupo puede entrar en erupci¨®n de forma violenta, como sucedi¨® en 1886 con el monte Tarawera, a unos 24 kil¨®metros al sur de Rotorua. La explosi¨®n de esta monta?a pudo o¨ªrse en 500 kil¨®metros a la redonda y lanz¨® al aire dos kil¨®metros c¨²bicos de magma. Las cenizas volc¨¢nicas sepultaron la aldea maor¨ª de Te Wairoa, cercana al actual emplazamiento de Whakarewarewa, con todos sus habitantes. El antiguo poblado fue excavado por los arque¨®logos en los a?os setenta y ahora es una atracci¨®n tur¨ªstica, como una especie de Pompeya de Ocean¨ªa.
Turismo y centrales geot¨¦rmicas
Pese a los riesgos, a nadie en Nueva Zelanda le extra?a que los maor¨ªes decidieran instalarse aqu¨ª. Rotorua, gracias a sus volcanes cubiertos de nieve la mitad del a?o, sus fuentes termales de colores rojo, verde y amarillo y su exuberante vegetaci¨®n, se ha convertido en uno de los lugares m¨¢s visitados de todo el pa¨ªs. El turismo de aventuras es la principal atracci¨®n de la zona, pero se complementa con ba?os termales al estilo maor¨ª en lugares como el Polinesian Spa o men¨²s de carne cocinada al calor del volc¨¢n.
Una carretera llamada Ruta Termal pensando en el potencial tur¨ªstico permite acceder desde Rotorua a los distintos volcanes y zonas de g¨¦iseres y fumarolas que rodean la regi¨®n. Wai-o-Tapu, las "fuentes sagradas" de los maor¨ªes ya no est¨¢n pobladas por nativos de la tribu Arawa, como anta?o, y la industria del ocio las ha rebautizado como "parque de maravillas termales". La Piscina del Diablo, de un verde intenso por la presencia de ars¨¦nico, la Fuente de Champ¨¢n, de un color rojizo o los Cr¨¢teres de la Luna son visitas obligadas de la regi¨®n.
As¨ª que los maor¨ªes no son los ¨²nicos que se benefician del calor de la tierra. Y, por otro lado, los occidentales tampoco se limitan a explotarlo desde el punto de vista tur¨ªstico. Desde 1952, a?o en el que se aprob¨® la llamada Geothermal Steam Act, se han construido decenas de centrales geot¨¦rmicas en la planicie central de la Isla Norte, las cuales satisfacen casi el 7% del consumo el¨¦ctrico de toda Nueva Zelanda.
El pa¨ªs austral tiene un objetivo de energ¨ªas renovables del 90% para 2025 y la geot¨¦rmica est¨¢ llamada a tener un papel a¨²n m¨¢s protag¨®nico. El ministerio de Desarrollo Econ¨®mico prev¨¦ que la generaci¨®n de electricidad en plantas geot¨¦rmicas se duplique en los pr¨®ximos 14 a?os y pase a suponer el 15% de la producci¨®n el¨¦ctrica del pa¨ªs.
No se puede evitar el riesgo de cat¨¢strofe que supone vivir sobre el Cintur¨®n de Fuego, como qued¨® patente tras el terrible terremoto y el posterior tsunami que asol¨® Jap¨®n el a?o pasado. Pero, a¨²n as¨ª, es posible sacar provecho de la violencia de los dioses y convertir fuerza amenazadora en energ¨ªa.
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