¡°Antes hac¨ªa unas cien ablaciones al a?o; ahora, solo un par¡±
Assa Togo se ha ganado la vida con la mutilaci¨®n durante 60 a?os Con la lucha de una nueva generaci¨®n de mujeres, la pr¨¢ctica disminuye en ?frica
Assa Togo, de 75 a?os, vive en la comunidad rural de Tingol¨¦, en Mal¨ª, a unos 100 kil¨®metros de Bamako, la capital. Tiene siete hijos y 20 nietos. Desde los 15 a?os se ha ganado la vida practicando la mutilaci¨®n genital. Lo hizo por primera vez en Sud¨¢n, cuando buscaba un empleo con el que alimentar a su familia. Por sus manos han pasado miles de ni?as a lo largo de estos a?os. Antes era alguien importante en la aldea, una instituci¨®n, la reserva de la tradici¨®n, de la identidad cultural. Pero eso est¨¢ cambiando: en algunas aldeas incluso, las personas como Assa son expulsadas.
Se acaba el negocio, se pierde la tradici¨®n. La mujer es consciente de esto: ¡°Recibo pocas peticiones ahora, antes pod¨ªa hacer unas 100 ablaciones al a?o, apenas hago solo un par de ellas ahora¡±. Los vecinos de Tingol¨¦ empiezan a mostrarse remisos ante esta pr¨¢ctica al evaluar los riesgos, tanto f¨ªsicos como psicol¨®gicos, y ya no est¨¢n dispuestos a pasar por ello.
La mutilaci¨®n genital est¨¢ muy arraigada en 28 pa¨ªses africanos y ha sido defendida no solo por los hombres, sino tambi¨¦n por las mujeres. El trauma pasa de generaci¨®n en generaci¨®n, aunque ¨²ltimamente se muestra como un gen recesivo.
Quiz¨¢ tenga algo que ver en ello la labor de Kadi Doumbia, que vive tambi¨¦n en Tingol¨¦, donde aproximadamente el 98% las ni?as eran sometidas a la mutilaci¨®n genital. Ella misma lo fue hace a?os. "Destruyeron mi cuerpo a trav¨¦s de esta pr¨¢ctica abominable, he pasado un infierno", dice. En cada uno de sus tres partos estuvo al borde de la muerte por hemorragias abdominales y una par¨¢lisis asociada.
De v¨ªctima ha pasado a hero¨ªna. En tres a?os, y con la ayuda de sus hermanas, ha fundado en su aldea y otros pueblos lim¨ªtrofes un total de cinco asociaciones que alertan sobre los peligros de la mutilaci¨®n genital femenina. Son ya 80 miembros quienes la integran. Cuenta con las autoridades del poblado, que est¨¢n bastante concienciados de los peligros de la mutilaci¨®n genital femenina y est¨¢n convencidos de que solo conduce a la marginaci¨®n de la mujer.
El ¨¦xito inicial ha empujado a estas mujeres a ser m¨¢s activas. Organizan grupos de discusi¨®n, pel¨ªculas educativas y terapia de pareja con la ayuda de ONG locales y tambi¨¦n de Plan, una organizaci¨®n internacional de protecci¨®n de los derechos de la infancia local. Kant¨¦, un colaborador de la ONG, es optimista respecto al fin de la mutilaci¨®n, a pesar de que la de Tingol¨¦ es una sociedad tradicional y conservadora: ¡°Desde hace dos a?os ninguna ni?a ha sido mutilada en el pueblo, y eso se debe a la determinaci¨®n de una mujer valiente como Kadi Doumbia que ha conseguido la uni¨®n y la comprensi¨®n de toda la comunidad¡±.
Para Fanta, de 15 a?os, ya es tarde. Acude a los cursos de concienciaci¨®n que se imparten en su aldea y reconoce que ha aprendido mucho en ellos. "Ahora s¨¦ que la mutilaci¨®n es algo malo. Yo ya pas¨¦ por ella y lo que est¨¢ hecho, est¨¢ hecho, pero no quiero que mis hermanas tengan esa experiencia. Proteger¨¦ a mis hijas para que no pasen por eso".
En ?frica, 92 millones de ni?as mayores de 10 a?os han sido v¨ªctimas de esta pr¨¢ctica que seg¨²n la tradici¨®n sirve para garantizar la pureza de las mujeres, seg¨²n Plan. Las consecuencias de la mutilaci¨®n genital pasan desde desequilibrios en la menstruaci¨®n a dificultades en el parto, infecciones urinarias e incluso la muerte.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.