¡°Los jueces obvian que lo de la droga es una enfermedad¡±
Este padre coraje ha luchado en las redes sociales para lograr el indulto de su hijo
La primera vez que falt¨® dinero en casa de Edmundo Reboredo, David ten¨ªa 16 a?os. Su padre sol¨ªa guardar las propinas que le daban los turistas por hacer de gu¨ªa y aquel d¨ªa extra?¨® 20 d¨®lares (unos 15 euros). El hijo le confes¨® m¨¢s tarde que los hab¨ªa cogido para consumir droga. Fue la primera vez que este profesor vigu¨¦s de Matem¨¢ticas tuvo conciencia de su problema. Desde entonces, no ha parado de luchar por sacarle de la droga y de la c¨¢rcel en la que David, ya rehabilitado, ingres¨® en diciembre por dos delitos cometidos en 2006 y 2009; en total, dos papelinas de hero¨ªna con 0,4 gramos. El Gobierno le indult¨® la semana pasada y ahora cumple un r¨¦gimen de semilibertad gracias al arrojo de Edmundo, de 82 a?os y ciego desde hace dos d¨¦cadas como consecuencia de un glaucoma.
Este padre coraje escoge el sal¨®n de su casa para mantener esta entrevista. Le molesta el ruido de los bares. Debido a su ceguera, ha sido su hija Olga quien le ha ayudado a levantar toda una polvareda en las redes sociales para que indultaran a su hijo. Es lo que ¨¦l llama ¡°otras maneras de hacer llegar a las Administraciones lo que la sociedad piensa¡±. Y el grito, en este caso, ha sido un¨¢nime: la campa?a que encabeza en la plataforma de activismo ciudadano Change.org tiene hasta la fecha m¨¢s de 200.000 firmas. ¡°Ni en sue?os pod¨ªa imaginar que pudiese haber tanta solidaridad en este pa¨ªs¡±, relata sobrecogido.
Buena parte de esas r¨²bricas vinieron tras el emotivo v¨ªdeo en YouTube que Reboredo protagoniz¨® a comienzos de a?o y que se convirti¨® en viral. En ¨¦l, Edmundo reclama al ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, que ¡°cumpla su palabra¡± y estudie el caso de su hijo, que tiene una discapacidad del 45% debido a una pr¨®tesis en la cadera. Antes hab¨ªa movilizado a sus vecinos, a organizaciones sociales, sindicatos, al Ayuntamiento de Vigo...
¡°No es ning¨²n hero¨ªsmo¡±, dice modesto. Huye de la etiqueta de padre coraje. Afirma que su obligaci¨®n como padre es atender a sus hijos. ¡°Yo no puedo irme de este mundo pensando que dejo esto pendiente¡±, a?ade antes de remover el contenido de una vida que no ha dejado nunca que se enfr¨ªe. De dar clase en bachillerato, Edmundo pas¨® a ser int¨¦rprete y a viajar por toda Europa gracias a los cinco idiomas que conoce: franc¨¦s, ingl¨¦s, alem¨¢n, portugu¨¦s e italiano. ¡°Un jesuita me ense?¨® el franc¨¦s y el resto los fui aprendiendo por mi cuenta¡±, explica con una sonrisa.
Ni siquiera su ceguera le ha impedido seguir con ese oficio e interesarse por la literatura, su pasi¨®n. ¡°Los ojos de David son mis ojos. ?l me ayudaba con las traducciones o me le¨ªa poemas de Rosal¨ªa de Castro aqu¨ª en el sal¨®n¡± antes de entrar a la c¨¢rcel, rememora. ¡°David es una persona noble. Con sus problemas, pero ya los ha superado y ahora est¨¢ en condiciones de ayudar a mucha gente. ?Sabe que jugaba en la selecci¨®n gallega de balonmano? Sus profesores dicen que era un l¨ªder¡±. Y r¨¢pidamente ataja: ¡°No, no fueron las malas compa?¨ªas; fueron las circunstancias de la ¨¦poca. En los ochenta no hab¨ªa la informaci¨®n que hay ahora sobre la drogadicci¨®n, que est¨¢ reconocida como una enfermedad por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. Algo que los jueces obvian¡±.
Su pr¨®xima campa?a ser¨¢ para evitar que un caso similar al de su hijo, el tercero de cinco hermanos, se repita. ¡°Ser¨¢ complicado, pero no imposible¡±, dice. Entretanto, Edmundo celebra que la justicia le haya devuelto la vista: los ojos de David.
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