Pero, ?qui¨¦n manda aqu¨ª?
Los expertos cada vez coinciden m¨¢s en la opacidad del poder Lo que no saben con certeza es si se debe a un ocultamiento voluntario o a un caos disperso que dificulta su identificaci¨®n
En la Roma imperial estaba claro. Mandaba el c¨¦sar. Cuando se oscurecieron las cosas en la Edad Media, la tarta se fue repartiendo. Al irrumpir la Edad Moderna, los reyes tomaron las riendas, bien arropados por una corte de arist¨®cratas y cl¨¦rigos. Tras la revoluci¨®n francesa, lleg¨® la burgues¨ªa¡ ?Y ahora? ?Qui¨¦n manda aqu¨ª? ?Qui¨¦n sostiene los hilos de una sociedad global, tecnologizada y mareada por los cada vez m¨¢s incomprensibles tecnicismos que gobiernan nuestras vidas? ?Ejercen el poder quienes est¨¢n investidos del mismo por los ciudadanos? ?Funcionan los lobby? ?Son los poderes f¨¢cticos los de siempre o se abren paso nuevos y pujantes grupos emergentes? ?Qui¨¦nes son y c¨®mo act¨²an?
El veterano periodista Carlos Elordi se ha planteado la pregunta en su libro ?Qui¨¦n manda en Espa?a? (Roca Editorial). Su an¨¢lisis aborda el andamiaje salido de la transici¨®n y lo enfrenta a una grave crisis. Seg¨²n Elordi, aquello no fue una ruptura, sino una especie de remiendo que ante el embate de lo que nos arrastra hoy, no resiste. ¡°Existe un mito, el consenso de que en Espa?a se produjo un cambio sustancial en la Transici¨®n. No es del todo exacto. Hay que matizarlo para empezar por la cabeza: la estructura de poder de la dictadura hab¨ªa llegado a la conveniencia de que el relevo se produjera por medio de la figura del rey¡¡±.
El rey. Con la implantaci¨®n de la democracia y la aparici¨®n del juego pol¨ªtico abierto a la ciudadan¨ªa, los manuales, la Constituci¨®n, las tertulias radiof¨®nicas y televisivas trataban con respeto la figura del nuevo jefe del Estado, investido de un poder apenas simb¨®lico. Sin embargo, muchos analistas afirman hoy que don Juan Carlos manda mucho m¨¢s de lo que te¨®ricamente se planteaba. As¨ª lo sostienen Eduardo Punset, que fue ministro con Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD) y hoy se ha convertido en una especie de gur¨² televisivo y en un autor best seller; Miguel Herrero de Mi?¨®n, antiguo l¨ªder en Alianza Popular, hoy miembro del Consejo de Estado, o el propio Elordi.
El poder auton¨®mico. Tanto Elordi como el fil¨®sofo Daniel Innerarity apuntan a otro aspecto que surgi¨® de la transici¨®n y hoy se encuentra en pleno desmadre: el llamado poder auton¨®mico. ¡°Los barones que reclaman al socaire de lo que demandan en Catalu?a, sobre todo, m¨¢s parcelas hasta vaciar de contenido al poder central¡±, asegura Elordi. En medio de ese s¨¢ndwich se encuentra muchas veces encerrado el Gobierno central. ¡°El Gobierno manda, si quiere mandar¡±, asegura Herrero de Mi?¨®n. Es decir, muchas veces, las atribuciones concretas del poder se desarrollan seg¨²n el car¨¢cter de los propios gobernantes. Es tan sutil y tan et¨¦reo como eso.
Europa. El vac¨ªo de contenido muchas veces llega por dentro y por fuera. Desde Europa tambi¨¦n, obviamente se acent¨²a el bocadillo en que muchas veces se encuentra el poder central: ¡°La intrusi¨®n y condicionamiento de Europa hacia nuestras pol¨ªticas es una realidad que ha venido para quedarse¡±. Pero es una realidad desequilibrada. ¡°Inevitablemente, desde el momento en que compartimos un proyecto com¨²n. Su falta de reciprocidad tiene que ver con la d¨¦bil institucionalizaci¨®n del poder en la UE, donde la falta de procedimientos equilibrados para la toma de decisiones produce un hueco aprovechado por Alemania¡±, cree el pensador.
La Iglesia y la banca. Hay quienes sostienen que en Espa?a mandan los poderes pol¨ªticos afianzados, los econ¨®micos sobre todo en torno a la banca y algunos seculares como la Iglesia. ?Sucede esto en el resto de Occidente? Pues con sus m¨¢s y sus menos. ¡°Con la salvedad en lo econ¨®mico de pa¨ªses como Italia¡±, asegura Elordi. Aunque all¨ª la Iglesia tambi¨¦n tenga presencia, el poder econ¨®mico est¨¢ m¨¢s repartido: ¡°En Espa?a manda la banca. En Italia, dentro de esa esfera, adem¨¢s de la banca mandan algunas familias empresariales¡±. Por no hablar de la mafia y de esta en connivencia con poderes pol¨ªticos e intereses de todo tipo, como se ve en el proceso que se ha abierto este mismo mes en dicho pa¨ªs.
Las fronteras globales. Innerarity sostiene que las fronteras globales entre el poder son m¨¢s bien confusas desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. ¡°Nos encontramos en un momento un tanto extra?o porque conviven dos fen¨®menos: por un lado hay una dispersi¨®n del poder, ya no polarizado como durante la guerra fr¨ªa, y una vez desvanecida la ilusi¨®n de que la ca¨ªda del bloque sovi¨¦tico posibilitar¨ªa la hegemon¨ªa americana. Si nos mantenemos en el registro de la pol¨ªtica, el surgimiento de nuevas potencias y focos de poder lo ha fragmentado mucho m¨¢s de lo que lo estaba a finales del siglo XX¡±, asegura el fil¨®sofo, autor del libro Un mundo de todos y de nadie.
Innerarity se queja: ¡°Adolecemos de una falta de institucionalizaci¨®n o gobernanza global que no termina de conformar una forma pol¨ªtica (democr¨¢tica, leg¨ªtima, conforme a derecho) a las decisiones globales. Por ejemplo: el escaso avance en las conferencias del cambio clim¨¢tico, las asimetr¨ªas y falta de autoridad en la ONU... Pero todo lo anterior vale para el interior del sistema pol¨ªtico porque si consideramos todos los sistemas que tienen alg¨²n tipo de poder (econ¨®mico, informativo, religioso...) el poder pol¨ªtico no es el poder central en nuestras sociedades¡±.
?Cu¨¢l es entonces? ¡°Fundamentalmente sufrimos una econom¨ªa desbocada y una pol¨ªtica impotente. Probablemente sea este nuestro principal desaf¨ªo: c¨®mo recuperar una capacidad de la pol¨ªtica para acompa?ar los procesos de cambio social, lo que hoy en d¨ªa no puede llevarse a cabo de una manera autoritaria¡±. El tiempo que intr¨ªnsecamente compone a cada uno de ellos cuenta a la hora de poder establecer un orden en ese sentido: ¡°Los sistemas aut¨®nomos como el financiero, por ejemplo, son m¨¢s inteligentes, adaptativos y veloces que los lentos y rituales procedimientos pol¨ªticos tradicionales¡±. Y as¨ª, en cierto sentido, nos comen.
Poderes opacos. ?Son m¨¢s opacos los poderes para hacer eso o sencillamente m¨¢s avispados din¨¢micos y ventajistas? Eduardo Punset no cree en la opacidad del poder actual: ¡°Cualquier tiempo pasado fue peor¡±, afirma. Lo que no significa que no utilice t¨¦cnicas espurias para imponerse. ¡°La mentira pura y dura. Nos han dicho que la crisis es planetaria como si Neptuno, Urano o Saturno pudieran ser responsables del d¨¦ficit que nos agobia¡±. ?C¨®mo podemos detectarlas los ciudadanos? ¡°Aceptando que no estamos divididos en izquierdas o derechas irremediablemente, sino en aquellos que no han cultivado el pensamiento intuitivo y emocional y los que ya est¨¢n aplicando ¡ªaunque son muy pocos¡ª las bases del aprendizaje social y emocional¡±, afirma el responsable del programa Redes.
Micropoderes. Pero el reparto no queda ah¨ª. El fil¨®sofo Jos¨¦ Luis Pardo, apunta a una proliferaci¨®n de micropoderes. ¡°Lo m¨¢s curioso de nuestro tiempo es que el poder a la vez se ha multiplicado y se ha vuelto m¨¢s homog¨¦neo. Se ha multiplicado en el sentido de que, como advert¨ªa Michel Foucault, las sociedades se han llenado de micropoderes en apariencia t¨¦cnicos o administrativos la mayor¨ªa de ellos, y en todo caso de una l¨®gica muy diferente a la de los cuatro cl¨¢sicamente modernos, digamos, los tres de Montesquieu m¨¢s la prensa, y a veces incluso con l¨®gicas muy diferenciadas entre ellos¡±. La cuesti¨®n, seg¨²n Pardo, ¡°queda en dominar o ser dominado¡±. Pero tambi¨¦n en la habilidad de cada cual para moverse en cada dimensi¨®n. ¡°Eso se ha convertido en un asunto aparentemente m¨¢s t¨¦cnico que pol¨ªtico, m¨¢s de know how que de representatividad democr¨¢tica¡±.
Las redes sociales. Lo fascinante de una pel¨ªcula como La red social, de David Fincher, ese retrato shakespeariano de Mark Zuckerberg, creador de Facebook, era la constataci¨®n y la descripci¨®n al desnudo de la generaci¨®n que hoy por hoy detenta una pujanza emergente y dominante dentro de las nuevas tecnolog¨ªas. Pero eso ocurre en Estados Unidos.
¡°En Espa?a no existen esos grupos de poder emergentes¡±, cree Elordi. ¡°Si los hay son bullentes, pero no han llegado al punto de cocci¨®n¡±, sostiene Herrero de Mi?¨®n. ¡°Las redes sociales son sin duda uno de esos nuevos micropoderes situados en un limbo de indefinici¨®n normativa¡±, afirma Pardo. No hay duda de que su irrupci¨®n est¨¢ cambiando las formas de relaci¨®n entre quienes ejercen el poder y los ciudadanos, que se muestran m¨¢s vigilantes sirvi¨¦ndose de ellas, seg¨²n Innerarity: ¡°La principal novedad es el surgimiento de una opini¨®n p¨²blica mundial que vigila, observa y valora los acontecimientos. La superposici¨®n del espacio de las nuevas tecnolog¨ªas al espacio p¨²blico tradicional tiene el efecto de hacer que la escena pol¨ªtica sea m¨¢s observada, desde cerca y a partir de todos los ¨¢ngulos posibles (las filtraciones de Wikileaks o del espionaje americano) no hablan de la fortaleza del poder sino de su fragilidad y de la contestaci¨®n que despierta. Las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n y la informaci¨®n posibilitan una vigilancia democr¨¢tica que era impensable en otras ¨¦pocas de asimetr¨ªa informativa. El propio Innerarity, en Un mundo de todos y de nadie trata de mostrar que la sociedad observadora es m¨¢s vigilante: ¡°Plantea nuevas exigencias de transparencia, pero debe aprender a gestionar esos entornos informativos abiertos en los que el problema ya no es tanto la ocultaci¨®n como la interpretaci¨®n de la realidad¡±.
Por el lenguaje los dominar¨¢s. Quien entiende, manda. Al comprender se articulan conceptos. Mientras se lanzan esos conceptos, muchos de ellos incomprensibles para el ciudadano medio, se va articulando una manera de dominaci¨®n. Cuando te lo hacen una vez, pasa. A la en¨¦sima, se genera una enorme desconfianza. Ocurre sobre todo en la econom¨ªa. Desde el momento que algunos trileros de guante blanco inventaron las preferentes o las subprime hasta que quienes invirtieron en ellas perdieron sus ahorros, pas¨® el tiempo justo para que alguien se quedara con todo. La desconfianza est¨¢ servida. Y llega el caos¡
Innerarity lo analiza atinadamente: ¡°Puede ser interpretada como una reacci¨®n de los inversores contra un sistema financiero opaco, cuya magnitud no terminan de comprender. La econom¨ªa no es, ciertamente, una realidad simple, pero cuando la complejidad inevitable se transforma en opacidad sospechosa, los actores se bloquean y los mercados dejan de funcionar. Podr¨ªamos hablar en este caso de una opacidad ideol¨®gicamente producida. El hecho mismo de presentar los asuntos financieros como algo excesivamente t¨¦cnico y complejo ha facilitado una transferencia de autoridad hacia los supuestos expertos y ha devaluado la de los gobernantes. Esto ha despolitizado tales asuntos y ha sustra¨ªdo decisiones relevantes de la p¨²blica discusi¨®n¡±.
Y as¨ª vamos.
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