A las nuestras, no
Con la mujer en San Ferm¨ªn, por lo general, no pasa nada. Los tocamientos son zafios, como toda situaci¨®n que se saca de un contexto de juerga desmadrada
A nuestras mujeres no les estrujan las tetas. Claro que viniendo de hombre y pamplon¨¦s, lo que se escriba de aqu¨ª en adelante poco objetivo puede ser, aunque tambi¨¦n se podr¨ªa aducir, en su defensa, que el firmante es desde 1989 persona non grata seg¨²n acuerdo un¨¢nime municipal, por escribir, presuntamente, en contra de los sanfermines.
Dicho todo ello, me declaro culpable de lanzar pozales de agua a las chicas de los tendidos de Sol, que, haciendo caso omiso de Manolo Escobar, no es que fueran a los toros en minifalda es que iban sin sujetador, por supuesto extranjeras. Se viv¨ªan los a?os 80 y una mujer en Sol, era cosa extraordinaria, y sin sujetador, un milagro que solo se produc¨ªa del 6 al 14 de julio.
Los tiempos han cambiado. Ya no se tiran cabras de verdad desde la torre de los campanarios, incluso se ponen pegas a los encierros de Pamplona, uno de las muestras de animales m¨¢s respetuosas que existen, por supuesto m¨¢s que la de cualquier zoo, aunque en un zoo jam¨¢s se ha visto a mujeres protestando en bolas, como se hizo en Pamplona en v¨ªsperas de San Ferm¨ªn, a ninguna de las cuales, por cierto, se achuch¨®. O sea, se puede ir desnuda por Pamplona sin que te manoseen.
La violencia de g¨¦nero ha llegado, dicen, a los sanfermines. Los hombres se aprovechan de mujeres borrachas para manosearlas groseramente. No hay duda, bonito no queda. Es zafio, vulgar, pero como lo es toda situaci¨®n si se saca de un contexto de juerga desmadrada, tanto para ellos como para ellas. Del inocente y rijoso balde de agua para provocar transparencias hemos llegado al tocamiento. Pero si ellas est¨¢n borrachas, presuntamente, ellos no van a la zaga, presuntamente. Las fotos, por otra parte, demuestran que unos y otros se lo pasan bien.
La mujer, que se ha incorporada a las fiestas desde los a?os 80, tambi¨¦n sabe a qu¨¦ atenerse, por lo menos las nuestras, las de Pamplona. Las que vienen de fuera y se ponen a horcajadas sobre un chico y ense?an sus tetas, hacen lo mismo que muchas en conciertos de m¨²sica y en sitios de multitud, calor, y grandes esperas. La diferencia es el tocamiento.
Mostrarlas, evidentemente, no da derecho al manoseo, ni siquiera el derecho al manoseo es universal y atemporal. Se concede personal y puntualmente. Pero de ah¨ª a preguntarse qu¨¦ pasa con las mujeres en San Ferm¨ªn, es de una ingenuidad absurda, aparte de una generalizaci¨®n fuera de lugar. Con la mujer en San Ferm¨ªn, por lo general, no pasa nada. La situaci¨®n es la misma que la del corredor ignorante. Si no quieres que te pille un toro, no te coloques en el lado izquierdo de la esquina Mercaderes-Estafeta. Si lo haces, corres riesgos imposibles de evitar o de frenar.
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