Crear para saber: la investigaci¨®n espa?ola en la crisis actual
Los recortes amenazan la existencia misma de los centros de investigaci¨®n
Los recortes presupuestarios han llegado a la actividad modesta ¨Cbarata- y de mucho relumbr¨®n ¨Ccontribuye al desarrollo internacional de muchas disciplinas- que se realiza en los centros de investigaci¨®n de toda Espa?a, en los departamentos universitarios y en los organismos de investigaci¨®n que pertenecen al Estado. Esos recortes tienen el efecto principal de impedir que la comunidad investigadora cuente con j¨®venes que quieran formarse y que puedan desarrollar sus propias investigaciones. Cada a?o los grupos de investigaci¨®n esperan la llegada de quienes, m¨¢s j¨®venes, tratan de obtener un contrato. Podemos contribuir a la formaci¨®n de todas esas personas porque son precisamente ellas quienes nos ense?an; vienen de otros lugares ¨Cculturas contempor¨¢neas de una sociedad que se mueve y a la que solo podemos escuchar y prestar atenci¨®n a trav¨¦s de las ideas y proyectos de investigaci¨®n de quienes comienzan sus carreras-: son de mucha inspiraci¨®n. El sistema se atrasa si renuncia a esa renovaci¨®n permanente, m¨¢s eficaz que cualquier estancia en el extranjero.
Esos recortes han requisado las ayudas a la investigaci¨®n que permiten comprar material de trabajo ¨Creactivos, aparatos, libros-, acudir a reuniones de trabajo, y cumplir con compromisos en Espa?a, pagar a quienes corrigen el ingl¨¦s de los textos, permitir que publiquemos en revistas extranjeras de difusi¨®n internacional ¨Cen eso consiste la excelencia de la que habla el plan de actuaci¨®n de investigaci¨®n que ha difundido el Ministerio de Econom¨ªa y Competitividad hoy-. Quienes investigan en Espa?a pertenecen a redes internacionales de intercambio de saberes y pr¨¢cticas donde especialistas en todas las ramas de las ciencias y las humanidades discuten con sus iguales a la b¨²squeda de explicaciones sobre lo micro y lo macro, de los microorganismos a las poblaciones humanas, de los retos de la longevidad y de los de las part¨ªculas elementales. Los recortes amenazan la existencia misma de los centros de investigaci¨®n, tanto los del CSIC como los de las universidades, y la participaci¨®n espa?ola en esas redes internacionales.
La investigaci¨®n en todas sus ramas ¨Cen las ciencias y en las humanidades- pertenece a la cultura de nuestro tiempo; ha generado lo que se usa, lo que se come, lo que cura, lo que limpia, aquello que se sabe y aquello que se teme, lo que se ama y lo que se trata de rechazar. Se estudian sistemas econ¨®micos, memorias colectivas, bacterias y plantas, genomas, mol¨¦culas de tama?os variados, largos procesos de s¨ªntesis qu¨ªmica, materiales que sujetan cuerpos y estructuras; se crea especializaci¨®n y criterio intelectual para solucionar problemas. Se espera de la gente con estudios que progrese, que produzca, que mejore las sociedades, que contribuya al an¨¢lisis certero.
Quienes trabajamos en la investigaci¨®n tratamos de averiguar cosas, de explicarlas. No hay una misi¨®n salvadora, m¨¢s bien es curativa, para aliviar y aclarar. Los fen¨®menos se estudian para poder ser comprendidos, para hacerlos abordables, comprensibles, reproducibles, y hasta de posible fabricaci¨®n y comercializaci¨®n. Es un trabajo exigente para quien se lo toma en serio. Es un tambi¨¦n trabajo a cargo del Estado, como lo son la mayor¨ªa de los servicios p¨²blicos esenciales hoy: una buena parte de quienes investigamos tenemos puestos de trabajo permanente en la funci¨®n p¨²blica. El precio no es precisamente alto, y lo es mucho menos comparado con lo que nos cuesta cada d¨ªa la crisis generada por las pr¨¢cticas de los sectores profesionales y financieros especulativos.
Lo que ata a cada cual a su mesa, de laboratorio, de escritura, al teclado y a la pantalla de los ordenadores, al pedal y al interruptor de los instrumentos, es un puesto de trabajo en el que cada euro que se gasta ha sido obtenido por quien lo solicit¨®, en un concurso peri¨®dico de m¨¦ritos en el que la autoridad financiadora revisa la producci¨®n de quienes obtuvieron dinero para trabajar, y es de obligada justificaci¨®n, como toda subvenci¨®n administrada por organismos del Estado.
El liderazgo pol¨ªtico de las naciones est¨¢ asociado a sus capacidades productivas ¨Caunque tambi¨¦n, ya lo sabemos, a su capacidad de consumo- como lo est¨¢ a su capacidad para repartir esa riqueza, para gravar con impuestos los beneficios y atenuar privilegios a favor de quienes carecen de ellos. En ese reparto, la distribuci¨®n del saber ha jugado un papel esencial cuando ha provisto a las sociedades modernas del derecho a la educaci¨®n. La alfabetizaci¨®n, luego la formaci¨®n superior, y mientras tanto, la investigaci¨®n, han contribuido a la sabidur¨ªa de las ciudadan¨ªas de distintas naciones, y a su desarrollo ¨C a la mejora de sus sociedades, de su salud, a la invenci¨®n de m¨¢quinas, medicamentos, m¨¦todos de producci¨®n de semillas- y a su influencia en el escenario pol¨ªtico internacional.
Esa influencia internacional funciona como mediadora en la implantaci¨®n de pol¨ªticas. El peso pol¨ªtico del saber permite que este contribuya a la gesti¨®n social, influir en que la sociedad controle mejor los abusos y reparta el saber entre otras riquezas. Las pr¨¢cticas cient¨ªficas ¨Cla experimentaci¨®n, la recogida de datos y su an¨¢lisis coherente- son agentes de una sociedad en la que saber es crear y crear es generar riqueza, escuelas como empresas. Mientras regresamos a la agricultura para ver crecer los almendros y los olivos en los campos familiares ¨Cquien los tenga- desde los trabajos de investigaci¨®n mantenemos la intenci¨®n de llegar a una sociedad que produce ¨Cfrutos y saberes-. No puede olvidarse que la crisis actual se debe a que las poderos¨ªsimas sociedades del norte europeo y americano han dejado de producir bienes -comida y enseres de consumo diario, imprescindible-.
Quienes investigamos producimos tambi¨¦n, y aunque ello pueda considerarse de menos importancia para el alimento cotidiano, siempre aspira a formar parte de ¨¦l y muchas veces lo ha lo logrado. Para producir saber necesitamos muy poco, y es ese poco el que se reclama desde la comunidad investigadora hoy: como han expresado tantas veces quienes nos convocan a las asambleas ¨C esa marea roja, la mayor¨ªa j¨®venes con beca o contratos de corta duraci¨®n-, reclamamos menos de la d¨¦cima parte de la deuda de armamento que se prev¨¦ pagar este a?o, un coeficiente diminuto del gasto para recuperaci¨®n de los bancos que perdieron el dinero de sus clientes al especular, y sin comparaci¨®n posible con los gastos de las exhibiciones deportivas. Ese coste bajo hace del saber un bien aun m¨¢s preciado, si cabe, que no podr¨¢ sobrevivir sin un poco de ¨¦l.
Mar¨ªa Jes¨²s Santesmases es investigadora del CSIC (Instituto de Filosof¨ªa, Centro de Ciencias Humanas y Sociales).
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