¡°Ya no escandaliza el sexo, pero a¨²n me gusta dibujarlo¡±
El dibujante alem¨¢n achaca a Merkel hablar mucho, pero solo ¡°palabras vac¨ªas¡±
Pese a haber vendido millones de libros, Ralf K?nig es todo lo contrario a un divo. ¡°Algunos me dicen que la cifra total es de cinco millones. Otros siete. La verdad es que no tengo ni idea¡±, sonr¨ªe con un deje de timidez. Este alem¨¢n de 53 a?os ha obrado el milagro de empezar en el c¨®mic underground gay y acabar gustando a las hermanas, amigas e incluso madres de sus lectores. ¡°Much¨ªsimas mujeres vienen a las lecturas de mis historias. Supongo que les har¨¢ gracia ver c¨®mo los hombres se relacionan entre s¨ª, sin que aparezcan ellas¡±, dice en el caf¨¦ del centro de Colonia en el que nos hemos citado con la excusa de un reportaje sobre el matrimonio homosexual en Alemania. ¡°Antes ni me lo planteaba, pero entiendo que todo el mundo quiera tener los mismos beneficios. Mi novio y yo hemos dicho que si dentro de dos a?os seguimos juntos, nos casaremos¡±, asegura.
Pero la conversaci¨®n pasa r¨¢pidamente a otros asuntos. Como el episodio de censura que vivi¨® en los a?os noventa, cuando las autoridades b¨¢varas trataron de impedir que sus c¨®mics se vendieran en librer¨ªas por considerarlos pornograf¨ªa pura y dura. ¡°Est¨¢ muy bien la libertad de ahora. Pero en cierta medida echo de menos esa ¨¦poca. Ahora el sexo ya no escandaliza a nadie, aunque a m¨ª me sigue divirtiendo dibujarlo¡±. ?Qu¨¦ tema levanta ampollas ahora? ¡°La religi¨®n¡±, responde sin dudar.
K?nig recuerda el impacto que en la pubertad le causaron las primeras pel¨ªculas pornogr¨¢ficas que encontr¨®, en formato s¨²per-8, escondidas en un caj¨®n de su padre. ¡°Eran danesas y muy malas. Los hombres, con grandes patillas, no eran demasiado atractivos. Pero a m¨ª me volv¨ªan loco¡±, asegura. Al poco tiempo empez¨® a dibujar en revistas muy minoritarias. En 1987, con la publicaci¨®n de El hombre deseado, cuya versi¨®n cinematogr¨¢fica fue uno de los m¨¢ximos taquillazos del cine alem¨¢n, lleg¨® la popularidad masiva. ?C¨®mo se explica el ¨¦xito de un producto en principio destinado a un grupo minoritario? ¡°Por primera vez se hac¨ªan chistes sobre gais y parec¨ªa pol¨ªticamente correcto re¨ªrse de ellos. Cuando empec¨¦, hace 30 a?os, la homosexualidad era un tab¨² absoluto en Alemania¡±.
La entrevista se realiz¨® pocos d¨ªas antes de las elecciones alemanas de ayer; y la pregunta es obligada: ¡°No puedo apoyar a un partido como el de Angela Merkel, que se opone al matrimonio gay. Helmut Kohl estuvo 16 a?os y temo que ella vaya a igualar el r¨¦cord¡±. Pese a todo, K?nig, que ten¨ªa pensado votar a los socialdem¨®cratas pero sin mucho convencimiento, reconoce que la canciller, personalmente, no le disgusta. ¡°No es agresiva, siempre parece amable y me fascina c¨®mo se las ha apa?ado para seguir en la c¨²pula del poder. El problema es que habla mucho y no dice nada. Son todo palabras vac¨ªas¡±.
Ha pasado m¨¢s de una hora y K?nig sigue hablando. Cuenta, por ejemplo, lo mucho que le divirti¨® el a?o pasado una exposici¨®n que le dedic¨® el museo de la ciudad de Colonia. ¡°La hicimos en colaboraci¨®n con la Iglesia, porque se centraba en un libro m¨ªo sobre la leyenda de las 11.000 v¨ªrgenes. As¨ª que el que compraba una entrada pod¨ªa ver por el mismo precio mi exposici¨®n y la bas¨ªlica de Santa ?rsula. Estuvo muy bien¡±, dice entre risas. Al despedirse, coge un libro del periodista y se toma unos cuantos minutos para obsequiarle con un dibujo de sus personajes Konrad y Paul. ¡°Creo que no he estado muy inteligente en las respuestas. Te doy esto en compensaci¨®n¡±.
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