Aqu¨ª se vende centro de ciudad
Los cascos hist¨®ricos sufren constantes reformas injustificadas Aparte de las obras, la privatizaci¨®n de su uso es una amenaza
En los a?os ochenta, la monumental plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela serv¨ªa, como tantas otras plazas hist¨®ricas espa?olas, de aparcamiento. Cuando la Unesco declar¨® la ciudad Patrimonio de la Humanidad, los coches fueron desapareciendo y comenz¨® una lenta peatonalizaci¨®n no exenta de las protestas de muchos de los comerciantes y viandantes que hoy la disfrutan. Tras la desaparici¨®n de los coches de la mayor¨ªa de esos centros, los peligros son hoy otros. Conseguir calles para quedarse en la calle es cada vez m¨¢s dif¨ªcil. Con las arruinadas arcas de los consistorios, la tentaci¨®n de sacar r¨¦dito al espacio p¨²blico con la excusa de crear empleo y riqueza se presenta tan poco imaginativa como inevitable. Sin embargo, las consecuencias de devorar ese espacio colectivo son nefastas para las ciudades y sus habitantes. Sin espacio para compartir, ?en qu¨¦ se transforma una urbe?
Cuando la arquitectura no ofrece una lecci¨®n de civismo puede mostrar lo contrario, el retrato de una sociedad capaz de vender su alma al diablo. Por eso el debate de la progresiva privatizaci¨®n de las calles arde en una de las plazas m¨¢s emblem¨¢ticas de Espa?a, la Puerta del Sol de Madrid, el kil¨®metro cero del pa¨ªs. ?La raz¨®n? Su incesante hacerse y rehacerse. Son muchos los ciudadanos que han puesto el grito en el cielo ante el anuncio de que el escenario de las acampadas del 15-M va a cambiar de nuevo a pesar de que vivi¨® su ¨²ltima transformaci¨®n hace apenas cuatro a?os.
Aquellas obras sirvieron para ubicar en el subsuelo una nueva estaci¨®n de tren. Con la reforma reci¨¦n estrenada, el Colegio de Arquitectos de Madrid ha anunciado un concurso internacional para volver a redise?arla. En dicho colegio esgrimen que buscan el alma del lugar, ¡°dotar de relato¡± esa cl¨¢sica encrucijada de la ciudad. Para ello han abierto una consulta ciudadana con un cuestionario que pregunta si quieren sentarse en la plaza ¡ªque hoy no tiene bancos¡ª pero que no plantea si est¨¢n interesados en cambiarla de nuevo. Tampoco puede el ciudadano preguntar por qu¨¦ no pensaron todo esto antes de concluir los trabajos anteriores. ?Se levantan con demasiada frecuencia los centros hist¨®ricos espa?oles? ?Para qu¨¦ conviene cambiarlos?
En un pa¨ªs sembrado de aeropuertos y autopistas innecesarios, nadie se atreve a atribuir p¨²blicamente a las comisiones la motivaci¨®n que hay detr¨¢s de tanta reforma. Sin embargo, no pocos hablan abiertamente de propaganda: ¡°Es muy propio de este pa¨ªs hacer obras en los sitios m¨¢s visibles de las ciudades como estrategia electoralista a cargo del erario p¨²blico¡±, sostiene Vicente Pat¨®n, presidente de la asociaci¨®n Madrid, Ciudadan¨ªa y Patrimonio. Este arquitecto explica que ¡°en el centro de Madrid se remodelan una y otra vez los mismos sitios, y lo m¨¢s triste es que no mejoran nada, todo lo contrario¡±. Pat¨®n considera que Sol ¡°empeor¨® en 2009¡±, pero argumenta que est¨¢ nueva, y que Madrid no puede permitirse m¨¢s obras ni gastos innecesarios. Aunque el Colegio de Arquitectos asegure que gran parte del desembolso econ¨®mico provendr¨ªa de dinero privado, ¡°estos inversores van a ser interesados y probablemente contrarios a los intereses de los ciudadanos¡±, zanja.
La Puerta del Sol de Madrid es emblem¨¢tica por su continuo rehacerse
Es una opini¨®n extendida que a la c¨¦lebre Puerta del Sol le basta con estar limpia y despejada, tal como estuvo durante el siglo XIX y buena parte del XX. Incluso Rafael Moneo, anunciado como jurado del concurso del que ¨¦l mismo recela ¡ª¡°no me negu¨¦ por buena vecindad¡±¡ª piensa que ¡°en esa plaza se tiene que hacer muy poco: all¨ª se ve la fuerza de lo urbano y lo peque?o ya no importa¡±, explica en alusi¨®n a la ausencia de bancos y ¨¢rboles.
Con todo, la presencia del Pritzker espa?ol en el jurado que decidir¨¢ sobre la futura plaza, y la de otro destacado arquitecto nacional, Emilio Tu?¨®n, autor del MUSAC de Le¨®n, legitima ese concurso en entredicho. Tu?¨®n anima a ¡°no estar tan preocupado por relatos sobreimpuestos¡±. Para ¨¦l, ¡°la vida es transformaci¨®n y las ciudades siempre est¨¢n expuestas a cambios. Es natural que los centros hist¨®ricos tambi¨¦n se alteren¡±.
Itziar Gonz¨¢lez Vir¨®s, que dimiti¨® como concejal del Centro Hist¨®rico de Barcelona tras representar al PSC de 2007 a 2010, precisamente por discrepancias urban¨ªsticas con su partido, asegura desde su ciudad que le ofenden las inversiones en una plaza que ahora es un espacio simb¨®lico de las reivindicaciones de lo p¨²blico. ¡°Me parece sospechoso que de repente sea necesario adecuar ese lugar emblem¨¢tico de la fuerza ciudadana¡±, sostiene. ¡°Creo que es una manera de ocupar, desde la privatizaci¨®n del poder, el lugar simb¨®lico de nuestra exigencia de calidad democr¨¢tica¡±.
En esa l¨ªnea, el antrop¨®logo Manuel Delgado opina que la anunciada transformaci¨®n tiene que ver con ¡°convertir las ciudades en objeto de consumo¡±. ¡°Los centros hist¨®ricos responden a la voluntad de generar espacios urbanos vendibles, atractivos para el turista y el inversor¡±, opina. Para ¨¦l, la nueva remodelaci¨®n de Sol responde ¡°al retroceso de Madrid en el mercado de ciudades y a la necesidad de reformular su presentaci¨®n como objeto de consumo¡±.
Las remodelaciones sucesivas no mejoran nada, dice un arquitecto
Delgado advierte de los procesos de gentrificaci¨®n sufridos en tantos centros hist¨®ricos ¡ªla expulsi¨®n de vecinos de clases populares y su sustituci¨®n por inquilinos de clases medias o altas¡ª, ¡°as¨ª como el acoso contra pobres, prostitutas o cualquier otro elemento que pudiera afear el producto buscado¡±. ?Cu¨¢l es ese producto buscado? ?Qu¨¦ se quiere hacer con los centros? ¡°Decorados para pr¨¢cticas sociales rentables¡±, contesta. El autor de El espacio p¨²blico como ideolog¨ªa asegura que es habitual el veto a los actos de protesta en los centros. Por eso tambi¨¦n a ¨¦l le cuesta separar los planes de remodelaci¨®n de Sol de la identidad de ese espacio, en los ¨²ltimos tiempos, como ¡°escenario activo de apropiaciones por parte de sectores en conflicto¡±. Habla del 15-M: ¡°Ni que decir tiene que despu¨¦s de la reforma Sol ya no volver¨¢ a servir para que all¨ª pasen cosas¡±, sostiene.
Hay muchas maneras de que el espacio p¨²blico deje de ser p¨²blico sin que ese cambio de titularidad se evidencie a ojos de todos los ciudadanos. La m¨¢s sencilla es la invasi¨®n: privatizarlo con pistas de patinaje, con puestos de feria, con terrazas de cafeter¨ªas...
¡°Los Ayuntamientos se est¨¢n dando cuenta de que el espacio p¨²blico es la caja de resonancia de nuestras exigencias ciudadanas¡±, sostiene Gonz¨¢lez Vir¨®s, una urbanista especializada en procesos de participaci¨®n ciudadana y en soluci¨®n de conflictos en el espacio p¨²blico. Aunque admite que las plazas despejadas y duras (pavimentadas) han tenido muchos inconvenientes, considera que ahora tienen una funci¨®n social. ¡°Este no es el momento de empezar a plantar ¨¢rboles en las plazas grandes de los centros urbanos¡±, dice.
Por si hiciera falta recordarlo, explica que hay otras urgencias, y reclama que los ciudadanos necesitan un espacio donde poder manifestarse. Sabe de qu¨¦ habla: ¡°La adecuaci¨®n de los espacios p¨²blicos fue la bandera de la mayor¨ªa de los Ayuntamientos democr¨¢ticos y, en este momento, la privatizaci¨®n de los mismos es la bandera de la reforma antidemocr¨¢tica que estamos viviendo de mano de casi todos los gobiernos actuales¡±, recuerda. ¡°Del PP a Converg¨¨ncia i Uni¨® pasando por el PSOE¡±, matiza. ¡°Todos hablan el mismo idioma en la calle. Esto es: callan ante lo que deciden los inversores¡±.
Se priva a los ciudadanos de espacios¡±, afirma una exconcejala
Con la excusa de dinamizar el comercio, la privatizaci¨®n del espacio p¨²blico, o lo que es lo mismo; la invasi¨®n de terrazas y puestos ambulantes, est¨¢ devorando las ciudades. Donde antes cualquiera pod¨ªa sentarse en un banco, ahora solo puede hacerlo quien tiene dinero para pagar una copa, un relajante caf¨¦ con leche o una cena.
Rafael Moneo no se muestra contrario a esas terrazas: ¡°La gente necesita lugares p¨²blicos en los que poder hablar y fumar juntos¡±, dice. Sin embargo, la exconcejala barcelonesa recela de la nueva normativa de su ciudad para terrazas, que hace perder cada vez m¨¢s metros cuadrados a los ciudadanos: ¡°Se quiere convertir el espacio p¨²blico en rentable y eso es antip¨²blico¡±.
Gonz¨¢lez Vir¨®s est¨¢ convencida de que la ¨²nica manera de recuperar la calle es contando con el apoyo de la ciudadan¨ªa. Y pasando revista a sus propios errores, aconseja no pedir opini¨®n a los ciudadanos para asuntos que no les interesan: ¡°Nunca inicies un proceso de participaci¨®n si no hay una necesidad expresa de la ciudadan¨ªa¡±. En ese punto, en el principio m¨¢s b¨¢sico, en la raz¨®n de ser de una obra, es donde fracasa el concurso convocado para mejorar la Puerta del Sol. ¡°Creo que evitan la posible respuesta sobre lo innecesario de la obra y derivan hacia aspectos secundarios como los arbolitos o los bancos, que es cierto que no existen pues fueron eliminados, pero que vendr¨¢n bien para justificar la instalaci¨®n de terrazas, es decir, de asientos de pago a beneficio de alg¨²n empresario favorecido¡±, comparte Pat¨®n.
Como alternativa, Gonz¨¢lez Vir¨®s es radical. Defiende las acciones no mercantiles, las iniciativas vecinales de recuperaci¨®n de la calle para la vida comunitaria que afloran en ciudades como Zaragoza o Sevilla en la estela de lo que sucediera en urbes como Berl¨ªn. ¡°El futuro de la ciudad est¨¢ m¨¢s en el activismo que en la pol¨ªtica territorial de las administraciones p¨²blicas. No hace falta que hagan nada, pero por lo menos que no ocupen el suelo. Que dejen los vac¨ªos y la ciudadan¨ªa ya har¨¢ all¨ª lugares de encuentro y demostrar¨¢ c¨®mo quiere vivir¡±, propone.
Los centros hist¨®ricos se reconstruyen para hacerlos ¡®antiguos¡¯
La idea de Pat¨®n para cuidar los centros es distinta. Consiste en salvar su verdadera historia y la relaci¨®n de esta con el ciudadano. ¡°Estamos viendo hoy que la ciudad no la hacen los ciudadanos, ni siquiera como electores, ni propiamente los pol¨ªticos con criterios que deber¨ªan ser democr¨¢ticos, sino los oligarcas que manejan cada vez m¨¢s los hilos de todo el entramado social: los potentados ponen el dinero con el que los pol¨ªticos ganan elecciones y despu¨¦s exigen su tributo como recalificaciones o planes urban¨ªsticos adecuados a sus planes financieros. En este sentido, los pol¨ªticos son profundamente incultos y a menudo sinverg¨¹enzas, y el electorado se compone en un gran porcentaje de personas de escasa formaci¨®n y deformada informaci¨®n. Con estos mimbres es muy dif¨ªcil que una democracia pueda ser real¡±, resume.
Para ser constructivos, merece la pena compararse con los vecinos, con las calles de Oporto o Par¨ªs. Son muchos los centros hist¨®ricos espa?oles ¡ªde Valencia a Barcelona, Bilbao o Madrid¡ª que, durante a?os, han ido perdiendo edificios y comercios en aras de una modernidad que ha resultado ser una moda ef¨ªmera. Y, sin embargo, vivimos un resurgir de los falsos establecimientos de ¨¦poca. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando? ¡°Ahora que se viaja m¨¢s, el p¨²blico viene admirado de lo que ve en Roma o Viena y eso incita a muchos comerciantes a reproducir un pasado postizo¡±.
El resultado es el parque tem¨¢tico de cart¨®n piedra en que se est¨¢n trasformando tantos centros hist¨®ricos: c¨®modos, seguros y decorados, ¡°sin ninguno de los encantos de la versi¨®n original, pero capaces de satisfacer a ese p¨²blico tur¨ªstico que vive m¨¢s en lo virtual que en lo real¡±, explica Pat¨®n.
Manuel Delgado lo resume sin caridad: ¡°Un centro hist¨®rico ¨²nico es id¨¦ntico a otro centro hist¨®rico ¨²nico¡±. Y lo razona explicando que cuando un centro urbano es intervenido y tematizado ¡°lo que se produce es la expulsi¨®n de ¨¦l de la historia, es decir, de la vida real, con sus contradicciones, miserias y conflictos¡±.
?Qu¨¦ hacer para evitar esa broma pesada? ¡°Cada centro hist¨®rico es peculiar e irrepetible ¡ªsi lo que se pretende es algo m¨¢s que visitar sus tiendas de Prada y sus HM¡ª¡±, objeta Pat¨®n. Delgado lo ve de otra manera. Para ¨¦l los centros hist¨®ricos son como ¡°reservas naturales en las que la historia se preserva del conflicto, una pura imagen estereotipada y falsa¡±. Explica que la mayor¨ªa de los centros que conoce ¡ªde Quito a M¨¦xico DF pasando por Buenos Aires o Guayaquil¡ª est¨¢n conociendo ese proceso de transformaci¨®n en hist¨®ricos, ¡°es decir, en centros que existen exiliando o manteniendo a raya la historia¡±, ironiza. ¡°Todos parecen cortados con id¨¦ntico patr¨®n. Por eso se puede tener la ilusi¨®n de que en cada uno te cruzas con los mismos viandantes con los que te cruzaste en el ¨²ltimo que visitaste¡±.
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