?Por qu¨¦ ese miedo al cuerpo?
Hay familias que tienen m¨¢s miedo de que sus hijos vean un desnudo que un rev¨®lver
A veces olvidamos que pr¨ªncipes y plebeyos nacen desnudos. ?Por qu¨¦ ese miedo al cuerpo? Hay familias que tienen m¨¢s miedo de que sus hijos vean un desnudo que un rev¨®lver. Y temen m¨¢s al sexo en la televisi¨®n que a la violencia desnuda.
Estos d¨ªas, la noticia de que cuatro turistas entre el mill¨®n que cada a?o visitan el escenario fascinador de Machu Picchu (Per¨²) se hayan fotografiado a s¨ª mismos caminando desnudos y solitarios en aquel misterioso para¨ªso de la naturaleza, ha creado en algunas autoridades tanto temor y ruido como la crisis de Crimea.
Como ha comentado la soci¨®loga Liuba Kogan, de la Universidad del Pac¨ªfico, ha sido una reacci¨®n exagerada. Se ha llegado a hablar, en este caso, hasta de una especie de profanaci¨®n del Machu Picchu.
Si millones de personas de todo el mundo llegan hasta aquellas alturas para contemplar un espect¨¢culo natural tan fascinador, es porque aquel escenario tiene algo de m¨ªstico, de b¨²squeda de sensaciones, incluso espirituales.
?Profana aquella especie de santuario natural un hombre desnudo, cuya provocaci¨®n podr¨ªa hasta evocar el despojarse de lo superfluo en busca de lo esencial?
Entre los millones de hombres y mujeres vestidos que llegan hasta Machu Picchu es posible que encontr¨¢semos a muchos que profanan ese lugar m¨¢s que los desnudos, porque est¨¢n vestidos de sentimientos de violencia, porque pueden ser personas corruptas en su trabajo o porque son profanadores habituales de los derechos humanos.
El h¨¢bito no hace al monje, dice el refr¨¢n. Y tampoco el desnudo es m¨¢s indecente que ciertos ropajes hip¨®critas. La imagen de Cl¨¢udia Silva Ferreira, mujer de una favela de R¨ªo herida por una bala perdida a quien, para llevarla al hospital,?unos polic¨ªas cargaron como un saco de patatas en el maletero del coche, que se abri¨® y la arrastr¨® casi 300 metros, era tan cruel y violenta que miles de personas aseguran haber cerrado sus ojos ante la televisi¨®n para no verla. Era una mujer a la que desnudaron de dignidad sus verdugos, que estaban vestidos con un uniforme militar que acabaron profanando.
La pobre mujer de la favela ha acabado siendo llorada y querida por el mundo, mientras que los tres polic¨ªas uniformados, que la trataron como a un animal, est¨¢n siendo execrados por la sociedad.
Los ni?os se quitan la ropa espont¨¢neamente rezumando felicidad cuando se encuentran en medio de la naturaleza, por ejemplo a la vera de un r¨ªo. Es como si sintieran la exigencia de respirar por su piel desnuda.
Se acusa a veces a los brasile?os de sentirse mejor con menos ropa y de querer exhibir su cuerpo al natural. Si es cierto que toda exhibici¨®n lleva en s¨ª el germen del mal gusto, lo es tambi¨¦n que lo m¨¢s natural del mundo es c¨®mo nacemos. Todo el resto son sobreestructuras creadas por la cultura y la sociedad.
?Estoy haciendo apolog¨ªa del nudismo? No, pero entre un hombre o una mujer en sus trajes ad¨¢nicos y desarmados, y otros recatadamente vestidos pero armados, no tendr¨ªa duda sobre cu¨¢l me infundir¨ªa m¨¢s miedo. Y hablo no solo de armas en el sentido literal, sino tambi¨¦n del metaf¨®rico, no menos peligroso. Gente violenta que se oculta bajo preciosos trajes de gala, flamantes uniformes militares, y hasta aterciopelados h¨¢bitos religiosos.
En la facultad de Psicolog¨ªa de Roma nos ense?aban ya hace a?os que, si es cierto que los ni?os deben conocer que el mundo est¨¢ lleno de violencia, a veces dentro de la misma familia, y por tanto no se les puede cerrar los ojos a las im¨¢genes m¨¢s crudas, es igualmente verdad que el coraz¨®n de ese ni?o necesita saber que en el mundo que empieza a conocer existe tambi¨¦n el amor, la alegr¨ªa natural, la amistad y la belleza de la naturaleza. Y una de ellas es el propio cuerpo antes de que sea vestido con los oropeles de la hipocres¨ªa o con la tiran¨ªa de la moda.
Recuerdo, a¨²n con dolor, c¨®mo un ni?o italiano de cinco a?os, mirando mis zapatos, me dijo con aire de disgusto: ¡°No son de marca¡±. No lo eran. Aquel ni?o hab¨ªa sido vestido antes de tiempo. No ser¨ªa ya capaz de disfrutar de un desnudo, ni real ni simb¨®lico. Le hab¨ªan robado la inocencia.
Mejor estar desnudos, sobre todo de violencia, que vestidos de indignidad.
Ojal¨¢ se lo explicaran sin miedo a nuestros ni?os ya desde la escuela, que a veces se convierte en un ring de violencia que les prepara m¨¢s para la guerra que para la paz.
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