Alberto Pico, el cura que se enfadaba con Dios
Era una figura fundamental en el Barrio Pesquero de Santander por su compromiso con los m¨¢s desfavorecidos
Pese a ser un cura extravagante en el sentido acad¨¦mico del t¨¦rmino (es decir, fuera del com¨²n modo de obrar en la Iglesia cat¨®lica), las m¨¢s altas autoridades de Cantabria, con el presidente Ignacio Diego a la cabeza, se unieron la semana pasada a la multitud que despidi¨® al p¨¢rroco del Barrio Pesquero de Santander, Alberto Pico, fallecido el 2 de junio a los 82 a?os. Tambi¨¦n estaba el obispo Vicente Jim¨¦nez, que presidi¨® el funeral, concelebrado con decenas de sacerdotes. Fuera de la iglesia del Carmen, abarrotada en medio del barrio, cientos de vecinos esperaban a que terminase la ceremonia religiosa para despedir a su manera a quien se desvivi¨® por ellos durante cuatro d¨¦cadas, en una imponente labor de defensa de los derechos elementales de sus parroquianos, creyentes o no. El PSOE ha propuesto crear el Premio Alberto Pico a la Solidaridad, y el alcalde de Santander, ??igo de la Serna, que tambi¨¦n asisti¨® al funeral, pondr¨¢ el nombre del sacerdote a un paseo y a un parque. El Ministerio de Educaci¨®n ya lo honr¨® dando el nombre de Alberto Pico al instituto del barrio, que se construy¨® sobre terrenos que el combativo p¨¢rroco logr¨® expropiar al obispado despu¨¦s de muchos sofocos.
Alberto Pico, de izquierdas (¡°rojo, pero muy perdido¡±, bromeaba), desastrado en el vestir, ten¨ªa tantos amigos de alta cuna como de baja cama. Daba gloria ver (u o¨ªr) con qu¨¦ gracia sableaba a los poderosos para repartir su dinero entre los necesitados. No paraba de pedir, a¨²n sin hacerlo. Y sus admiradores no paraban de darle, para socorrer a un barrio sembrado de viudas y hu¨¦rfanos de la mar, mujeres maltratadas, drogadictos, expresidiarios y vecinos en paro o sencillamente holgazanes¡ ¡°Somos los de abajo, yo tambi¨¦n. Cada noche hacemos el recuento de lo mucho que no hemos podido ayudar¡±. Con el plural ¡°hacemos¡± se refer¨ªa a sus compa?eros de parroquia y posada, entre otros Juli¨¢n Torre y Carmen, que tanto lo cuidaron.
Para entender a Pico hay que remontarse a la creaci¨®n del Barrio Pesquero, en los a?os cincuenta del siglo pasado, en una operaci¨®n nacionalcat¨®lica que parec¨ªa caritativa (con Herrera Oria de padrino, el futuro cardenal a la saz¨®n p¨¢rroco de la mejor iglesia de la ciudad), pero que tambi¨¦n fue especulativa. ¡°Los de abajo¡± de Pico viv¨ªan entonces frente al hoy coqueto Puerto Chico, a tiro de piedra del lujoso Paseo Pereda, as¨ª que hab¨ªa que llevarlos, de buena gana o a la fuerza (castigo de posguerra), a un lugar menos visible, donde se levantaron apresuradas casas baratas. Lo bueno fue que con los proletarios llegaron sacerdotes de car¨¢cter, en la mejor tradici¨®n de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, entre otros Guillermo-Sim¨®n Altuna, Miguel Bravo y Alberto Pico. Tuvieron tanto prestigio que la brutal polic¨ªa de la dictadura no siempre se atrevi¨® a penetrar en aquel santuario de cristianismo aut¨¦ntico, donde naci¨® Comisiones Obreras y se fraguaron proyectos de izquierda. El p¨¢rroco m¨¢s m¨ªtico fue Bravo. Cuando falleci¨® en 1967, con apenas 35 a?os, a su lado ya estaba Pico, de la misma raza evang¨¦lica.
Hab¨ªa nacido en Cuba, de madre mexicana y padre c¨¢ntabro. De meses se lo trajeron para Espa?a, donde pronto qued¨® hu¨¦rfano de madre y a cargo del sacerdote Feliciano Calvo. ¡°Me di cuenta de que quer¨ªa ser sacerdote cuando ya lo era¡±. Ten¨ªa 24. Para ir a ver a su padre en Cuba se hizo capell¨¢n de la marina mercante. Despu¨¦s fue cura en Laredo y en parroquias rurales, antes de llegar al Barrio Pesquero, donde atrajo a todo tipo de fieles, creyentes o no. ¡°Se puede ser profundamente religioso y no creer en Dios¡±, predicaba. Sol¨ªa enfadarse muy seriamente con Dios, por el silencio de su dios ante el sufrimiento y las injusticias. Se resist¨ªa a aceptar la incompatibilidad de dos atributos que se predican de su dios: el de la bondad y el de la omnipotencia. ¡°No hay nada m¨¢s sucio que hacer sufrir a un pobre y nada m¨¢s triste que estar al lado de quien sufre sin poder socorrerlo¡±, se quejaba Pico con buen humor, siempre esperanzado.
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