A solas con sus pensamientos
Las personas aborrecen quedar a solas con sus pensamientos, prefieren una descarga el¨¦ctrica
![Javier Sampedro](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Ff4fe3a63-24aa-4307-b98b-0898f7504501.png?auth=ad0967079a714237e587294667ed2519efe395806827a3a666768bfa07b00933&width=100&height=100&smart=true)
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No pienses en nada, deja la mente en blanco. Se dice pronto, pero no resulta nada f¨¢cil. En cuanto se pone uno a la tarea, resulta que nada empieza a ser algo. Peor a¨²n, algo inaprensible y ef¨ªmero como un espectro, un itinerario absurdo sin memoria del origen ni aspiraci¨®n a un destino, una patera a la deriva sin la menor esperanza, una pesadilla de oscuridad y vac¨ªo. ?Te ha pasado alguna vez? A los voluntarios del experimento de Timothy Wilson, un psic¨®logo audaz de la Universidad de Virginia, s¨ª les ha pasado, y no una vez sino 11: durante los 11 interminables experimentos a los que han sido sometidos, y que seguramente no olvidar¨¢n en lo que les quede de vida.
El concienzudo estudio de Virginia muestra por encima de toda duda razonable que los humanos odiamos quedarnos solos con nuestros pensamientos, aunque solo sea 10 minutos. Si te dejan solo sin el m¨®vil ni la tableta, sin el libro ni la m¨²sica, tu pensamiento no logra concentrarse en nada y se limita a vagar de una cosa a otra de la forma m¨¢s torpe e in¨²til. La experiencia es tan desagradable que el 67% de los hombres y el 25% de las mujeres prefieren recibir una descarga el¨¦ctrica antes de acabar esa experiencia pavorosa, esos 10 minutos de eternidad. Incre¨ªble pero cierto, y publicado en Science.
Pocos art¨ªculos t¨¦cnicos vienen encabezados por una cita po¨¦tica, pero en este caso Wilson, de manera comprensible, no ha tenido m¨¢s remedio que recurrir al Para¨ªso perdido de Milton: "La mente es su propia morada, y en s¨ª misma puede hacer un cielo del infierno, un infierno del cielo". Y sobre todo lo segundo, cabr¨ªa a?adir tras este trabajo.
"Nuestra investigaci¨®n", dicen Wilson y sus colegas de Virginia y Harvard, "muestra que la mayor parte de la gente prefiere estar haciendo algo ¨Cincluso da?arse a s¨ª mismos¡ª que no hacer nada o sentarse en soledad con sus pensamientos". Los 11 experimentos muestran de distintas formas que los participantes, antes de quedarse solos consigo mismos, prefieren escuchar m¨²sica, navegar por la red o mandar mensajes con su smartphone. Incluso recibir una desagradable descarga el¨¦ctrica y largarse a su casa antes de que pasen los 10 minutos. Cabe preguntarse qu¨¦ ha sido de la proverbial ganduler¨ªa que se le supone a la especie humana.
Los 10 minutos son solo un promedio: los experimentos oscilaron de 6 a 15 minutos ¨Cesto ¨²ltimo ya una tortura¡ª, e incluyen a gente de los 18 a los 77 a?os de todo tipo de extracci¨®n social y nivel acad¨¦mico y cultural. "Aquellos de nosotros que anhelamos tener un poco de tiempo para no hacer nada m¨¢s que pensar", dice Wilson, "seguramente encontramos estos resultados sorprendentes; para m¨ª desde luego lo son; ni siquiera la gente mayor mostr¨® la menor debilidad por quedarse sola pensando".
El primer autor del estudio no cree que ese horror al vac¨ªo sea una consecuencia del ritmo fren¨¦tico de la sociedad actual o la seducci¨®n incesante de las novedades tecnol¨®gicas. M¨¢s bien piensa que esa interminable sucesi¨®n de innovaciones t¨¦cnicas es una consecuencia de nuestra sed natural de actividad. Primero fue el horror al vac¨ªo, y despu¨¦s vino Whatsapp a paliarlo. Antes hab¨ªa libros y punto de cruz para la misma funci¨®n.
Wilson y sus colegas intentan averiguar ahora a qu¨¦ se debe esa pasi¨®n de la gente por hacer cualquier cosa en lugar de no hacer nada. "Todo el mundo disfruta de vez en cuando so?ando despierto", dice el psic¨®logo, "o fantaseando sobre cualquier cosa, pero este tipo de pensamiento parece ser placentero solo cuando ocurre espont¨¢neamente, no cuando se le pide expl¨ªcitamente a la gente que lo haga". Pedir a alguien que deje la mente en blanco no parece ser una gran ayuda.
La mente es en verdad su propia morada, dijo Milton. Pero, como se?al¨® otro poeta, en ninguna parte se est¨¢ como fuera de casa.
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