El martirio de un estudiante acosado
Un menor relata en un sumario judicial las humillaciones y agresiones a las que le someti¨® un grupo de compa?eros de clase durante tres a?os
La escena de la puerta del colegio ¡ªsu hijo de 15 a?os abrazado a su hermana, de tres, con ¡°ojos llorosos y mirada perdida¡±¡ª estremeci¨® a la madre. Intuy¨® al instante que estaba ante un nuevo episodio del ¡°grupito de siempre¡± contra su hijo. El que hac¨ªa a?os que ven¨ªa amarg¨¢ndole la vida. Era 31 de marzo de 2011 y A. (todos los protagonistas de este reportaje son menores de edad) confes¨® a la madre que ten¨ªa miedo por si le pegaban los del ¡°grupito¡±. Ese d¨ªa fue el ¨²ltimo que acudi¨® al colegio Santo ?ngel de la Guarda, de Sevilla. Desde entonces, las comunicaciones entre el colegio y la familia se desarrollaron v¨ªa burofax. Los padres acusaron al colegio ¡°de no hacer nada para evitar el martirio¡± vivido, y m¨¢s tarde lo detallaron ante la fiscal de Menores, que abri¨® un proceso por un delito contra la integridad moral.
Un juez de menores de Sevilla absolvi¨® a los expedientados por falta de pruebas
El juicio dur¨® cuatro d¨ªas. El fiscal pidi¨® 80 horas de trabajo en beneficio de la comunidad para cinco alumnos y nueve meses de libertad vigilada para uno de ellos. El juez les absolvi¨® porque algunos hechos estaban prescritos y de otros no hab¨ªa pruebas. Aun as¨ª, la sentencia deja abierta la v¨ªa civil por si los padres quieran exigir una indemnizaci¨®n por los da?os causados a su hijo.
Seg¨²n el sumario judicial, los primeros problemas empezaron en 2009. Al chico le molestaba que le pusieran motes alusivos a su cabeza. Los motes iban acompa?ados de aislamiento e insultos: ¡°Cabez¨®n, champi?¨®n...¡±.
Un d¨ªa, en clase de inform¨¢tica, uno del ¡°grupito¡± convenci¨® a otro para que dibujase un champi?¨®n con un cigarro en forma de cabeza. Ajeno a la treta, el profesor incluy¨® el dibujo como portada en todos los monitores, conectados en red. Al abrirse las pantallas, las risas de la clase sembraron de l¨¢grimas los ojos de A. ¡°Sent¨ª verg¨¹enza y agach¨¦ la cabeza¡±, cont¨® A. despu¨¦s a la polic¨ªa. El profesor quit¨® la imagen y le pidi¨® perd¨®n. Dibujos parecidos aparec¨ªan algunas ma?anas en la pizarra. Para A. el colegio se convirti¨® en un suplicio. Su rendimiento cay¨® estrepitosamente: ¡°?Qu¨¦ me pasar¨¢ hoy? ?Qu¨¦ me har¨¢n? ?Y nadie hace nada...!¡±. El menor intent¨® quitarse la vida.
Algunos alumnos ten¨ªan la costumbre de tirarse bol¨ªgrafos unos a otros en los cambios de profesor. A. perdi¨® muchos. Los del ¡°grupito¡± se los quitaban del estuche y no se los devolv¨ªan. Sus escasos amigos tambi¨¦n hab¨ªan sufrido en ocasiones las arbitrariedades de estos l¨ªderes de la clase.
El fiscal pidi¨® 80 d¨ªas de trabajos comunitarios para los cinco implicados
A. comenz¨® a acudir a este colegio concertado con cuatro a?os. Sus problemas empezaron cuando, en sexto de primaria, vio a un alumno que hasta entonces cre¨ªa amigo, romperle la cremallera de la cartera. Lo coment¨® a sus padres y estos a los del otro (cuya inicial es B.). B. nunca se lo perdon¨®. Durante la ESO, comenz¨® ¡°a difamarle¡±. ¡°Es un chivato¡±, expand¨ªa en el aula. Luego llegaron los motes, y el aislamiento.
A. no entend¨ªa por qu¨¦ siempre era ¨¦l la diana del grupo. Lo pas¨® muy mal el d¨ªa en que uno de ellos le convirti¨® en objetivo de un violento juego escolar que ellos llamaban chante. Ese juego les sirvi¨® para propinarle ¡°15 pu?etazos normales y tres muy fuertes¡±. Aprovechando que un alumno estaba distra¨ªdo, otro amagaba con darle un golpe. Si en un acto reflejo la v¨ªctima se apartaba, el que hab¨ªa hecho el amago buscaba la mano de los alumnos que hubiesen presenciado la acci¨®n; por cada uno que se la estrechase, este se consideraba autorizado para darle un pu?etazo en su nombre. 26 alumnos estrecharon la mano. Cuando su madre le vio por la noche el morat¨®n, A. minti¨® diciendo que se lo hab¨ªa hecho en baloncesto.
¡°Gran parte del acoso entra por las redes¡±
Un bajo rendimiento escolar o un cambio hacia una personalidad m¨¢s retra¨ªda pueden ser signos de que un menor est¨¢ siendo acosado en el colegio por sus compa?eros. "Los padres no suelen detectarlo hasta que ya es una situaci¨®n l¨ªmite", se?ala Esther Ar¨¦n, delegada en Madrid de Participaci¨®n Ciudadana, una unidad del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa que, entre otras tareas, trata de detectar y prevenir casos de acoso escolar.
Ar¨¦n y otros polic¨ªas visitan frecuentemente los colegios para dar charlas sobre el tema a padres, profesores y alumnos. ¡°Gran parte del acoso entra por las redes sociales. Muchos padres no saben que sus hijos tienen Twitter o Facebook. Los padres tienen que estar en el mundo actual y saber con qui¨¦n se relacionan sus hijos, tambi¨¦n en Internet¡±, explica Ar¨¦n, que recomienda recurrir a Participaci¨®n Ciudadana (participa@policia.es) en cuanto se tengan sospechas de que el menor puede ser v¨ªctima de acoso. ¡°La prevenci¨®n vale para la investigaci¨®n. Si acuden a nosotros queda un registro de los hechos que luego, en caso de delito, puede ser de utilidad a la fiscal¨ªa¡±, prosigue Ar¨¦n, que se?ala que en muchos casos no hay pruebas porque no se hayan pantallazos de mensajes u otros indicios que muestren el delito. La polic¨ªa resalta la importancia de actuar tambi¨¦n sobre uno de los v¨¦rtices del tri¨¢ngulo v¨ªctima-acosador-espectador. ¡°Durante las charlas, los alumnos se dan cuenta de que con su actitud de espectadores est¨¢n a veces alentando al l¨ªder¡±, dice Ar¨¦n.
Durante el curso 2012-2013, la Polic¨ªa, que ha impulsado la campa?a #Noalacosoescolar, recibi¨® en toda Espa?a 316 denuncias: 63 amenazas, 213 lesiones, 22 vejaciones, 15 casos de trato degradante y cinco de malos tratos de obra sin lesi¨®n.
Otro de los alumnos que le hac¨ªan ¡°la vida imposible¡±, era un repetidor de curso con problemas con la Fiscal¨ªa de Menores. A. le ten¨ªa p¨¢nico. Seg¨²n la fiscal¨ªa, un d¨ªa le rob¨® un m¨®vil de 400 euros. El chico pidi¨® que se lo devolvieran pero solo recibi¨® como respuesta ¡°rostros de risa¡±.
Poco despu¨¦s, otro alumno llamado M., el que m¨¢s sol¨ªa humillarle con los motes y su verdugo en el juego del chante, interrumpi¨® un d¨ªa una clase y exigi¨® que apareciese su tel¨¦fono. No lo ten¨ªa en su mochila. ?l y sus amigos dieron por hecho que hab¨ªa sido A. Le miraron la cartera y, al ver que no estaba all¨ª, le pidieron que se subiera los pantalones por si lo llevaba en los calcetines, y luego que se los bajara por si lo guardaba en los calzoncillos, delante de toda la clase. A. mostr¨® los calcetines y sali¨® corriendo del aula. El tel¨¦fono estaba escondido en un ¨¢rbol, seg¨²n confes¨® el menor a un amigo. ¡°Quiero que se d¨¦ cuenta de lo mal que se pasa. Pero se lo devolver¨¦ dentro de unos d¨ªas¡±, se sincer¨®. Su amigo se comprometi¨® a devolverlo por ¨¦l sin delatarle. Aun as¨ª, trascendi¨® su autor¨ªa y los problemas con el grupo arreciaron. Insultos, empujones, mofas constantes... Varias veces acudi¨® A. a la orientadora del colegio para expresarle su malestar por las vejaciones. La orientadora, seg¨²n el sumario, habl¨® con quienes le insultaban y les dijo que deb¨ªan acabar con su acoso.
No solo le insultaban: tambi¨¦n llegaron a ponerle de escudo de fechor¨ªas de otros. En una ocasi¨®n el grupo le acus¨® de ser uno de los alumnos que hab¨ªa escupido a trav¨¦s de una ventana unos padres que visitaban el centro. A. temi¨® que si no lo admit¨ªa le pegasen a la salida de clase, y se confes¨® autor. ¡°Me doli¨® mucho¡±, cont¨® el menor al fiscal. La misma impotencia que sinti¨® el d¨ªa en que otro miembro del grupo, lanz¨® un borrador en clase y destroz¨® un castillo en el que el menor estuvo trabajando durante la Semana Santa para entregarlo al profesor de manualidades. Este le exigi¨® que pidiera disculpas. Y lo hizo, pero ¡°ri¨¦ndose¡±.
Cuando todo estall¨® el 31 de marzo de 2011, los padres de A. empezaron a explicarse la tristeza que sol¨ªa traer a casa el menor, y por qu¨¦ un adolescente que sacaba buenas notas de pronto suspend¨ªa la mitad de las asignaturas. Se activ¨® el protocolo de acoso, pidi¨® el cambio de centro y ahora hace una vida normal en un nuevo centro.
Los padres denunciaron al colegio como responsable subsidiario. La versi¨®n que dieron los responsables del Santo ?ngel de la Guarda es que no supieron del acoso hasta mayo de 2011, y que dieron una ¡°respuesta inmediata y proporcionada¡± a todos los hechos (los motes, el robo del m¨®vil...). Los padres de A. han logrado que la Junta de Andaluc¨ªa traslade a su hija peque?a al mismo colegio que su hermano. Huyen de la imagen que se encontr¨® la madre aquel 31 de marzo a las puertas del colegio.
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