La ¡®primavera¡¯ de Francisco para Espa?a
El Vaticano cierra la era Rouco con Osoro, vocaci¨®n tard¨ªa y uno de los pocos prelados que ¡®huele a oveja¡¯
En agosto, como las noticias intrascendentes, el Vaticano anuncia el fin de la era Rouco en el catolicismo espa?ol, ahora como arzobispo de Madrid. Tambi¨¦n cierra su liderazgo en la Conferencia Episcopal, donde permanec¨ªa en el poderoso comit¨¦ ejecutivo. La jubilaci¨®n del cardenal se produce ocho d¨ªas despu¨¦s de su 78 cumplea?os. Francisco se ha tomado tiempo. Incluso ha sorprendido a Rouco, con motivos, seg¨²n sus fieles, para irritarse ante una decisi¨®n maquinada a sus espaldas. Lo dej¨® claro cuando hace quince d¨ªas el embajador del Papa en Espa?a, el arzobispo Fratini, lo llam¨® a la nunciatura para decirle la fecha exacta en que dejaba de ser el pont¨ªfice de Madrid.
A Rouco le ha molestado tambi¨¦n el procedimiento, convencido de que su hoja de servicios a la Iglesia romana merec¨ªa que hubiese sido el Papa en persona el mensajero del retiro. Para colmo, el pl¨¢cet que los llamados Acuerdos entre el Estado vaticano y Espa?a (uno de 1976 y cuatro de 1979) exigen del Gobierno para este tipo de procesos lo ha gestionado Rajoy, cuya animadversi¨®n por Rouco (y de ¨¦ste por aquel) es un clamor, por agravios de la extremista pol¨ªtica informativa en los medios de comunicaci¨®n promovidos por el cardenal. La revancha del presidente parece infantil pero apunt¨® donde m¨¢s ha dolido: el Ejecutivo recibi¨® la concordataria comunicaci¨®n de la Santa Sede, se tom¨® con cachaza la decisi¨®n de responder y se cuid¨®, sobre todo, de que nadie filtrase al cardenal ni la noticia de la consulta, ni, por supuesto, el nombre del prelado para el cual se solicitaba el pl¨¢cet. Ning¨²n m¨¦rito, por cierto: el propio Acuerdo, con rango de tratado internacional, es quien exige que ¡°las diligencias correspondientes se mantendr¨¢n en secreto por ambas Partes¡± (¨²ltimo p¨¢rrafo del art¨ªculo 1.2).
El elegido por Roma, el c¨¢ntabro Osoro, tambi¨¦n supone una afrenta para Rouco. No es que Osoro sea un verso suelto en el episcopado, ni que est¨¦ enemistado con el cardenal, como ocurre con el cardenal Ca?izares. No, qu¨¦ va. Pero Rouco, que a tantos sacerdotes ha promovido al episcopado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, ten¨ªa sus propios candidatos para sucederle, sobradamente anunciados: los arzobispos de Sevilla y Toledo, Asenjo y Rodr¨ªguez, o su auxiliar en Madrid, Herr¨¢ez.
Francisco ni siquiera le ha escuchado. El Papa que tantas cosas parece querer cambiar ha elegido como piloto de su primavera en Espa?a a un obispo sin aristas, sencillo, familiar y optimista, nada partidario de predicar apocalipsis, ni de execraciones totalitarias ¨Cuno de los pocos pastores que ¡°huelen a oveja¡±, seg¨²n la curiosa met¨¢fora del Papa argentino. Enfrente, Rouco y la mayor¨ªa episcopal siguen anclados en el no a casi todo, en la condena y en un pesimismo ontol¨®gico que les lleva a creer que en la anta?o reserva espiritual de Occidente la Iglesia romana vive una situaci¨®n martirial, acosada por laicistas y perseguida por anticlericales, como antes del golpe nacionalcat¨®lico de 1936. As¨ª lo cree y as¨ª lo proclama en p¨²blico. En consonancia con ese alarmismo arzobispal, un sacerdote de la parroquia de los Jer¨®nimos en Madrid predic¨® el pasado 18 de julio, aniversario del comienzo de la Guerra Civil, sobre la urgencia de una nueva cruzada salvadora, militar por supuesto. Rouco, su jefe, ni se inmut¨® ante semejante barbaridad. Como suele decirse, si el prior se va de juerga, qu¨¦ no har¨¢ la comunidad.
As¨ª que Francisco escoge a Osoro para que vaya sembrando una primavera eclesial que se le resiste en Espa?a, con Rouco como principal valladar. Tiene 69 a?os y es sacerdote desde los 28. Fue, por tanto, una vocaci¨®n tard¨ªa. No es un dato intrascendente el que antes de cursar Teolog¨ªa en la Pontificia de Salamanca pisara el mundanal ruido como estudiante de Magisterio, Pedagog¨ªa y Matem¨¢ticas. Hoy parecer¨ªa obsceno encerrar a los futuros curas en sombr¨ªos seminarios (para) menores poco despu¨¦s de la primera comuni¨®n, a los nueve a?os, pero era lo habitual en el recio nacionalcatolicismo en que se formaron los obispos actuales, en su mayor¨ªa por encima de los 70 a?os de edad. Quiz¨¢s por eso (y porque cuando eran j¨®venes curas rurales la autoridad les llenaba las iglesias llev¨¢ndoles a los fieles formados e, incluso, uniformados), llevan a?os sosteniendo que el catolicismo sufre en Espa?a una profunda crisis. Roma les ha tomado la palabra y, pues hay derrumbe del sistema, ha de haber cambios en las jerarqu¨ªas que lo provocaron.
Con el nombramiento de Osoro, que m¨¢s pronto que tarde ser¨¢ hecho cardenal por Francisco, se espantan los obst¨¢culos que imped¨ªan el regreso a Espa?a del cardenal Antonio Ca?izares. Quer¨ªa la sede de Madrid pero se conformar¨¢ con la de Valencia. Nombrado prefecto de la Congregaci¨®n para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos por Benedicto XVI en 2008, segu¨ªa siendo ministro con Francisco. Nunca se encontr¨® a gusto en la Curia vaticana. Antes, en Espa?a, hab¨ªa sido un duro, como Rouco, incluso m¨¢s deslenguado ¨Ctiene dicho que el abuso sexual de menores por cl¨¦rigos es menos grave que la despenalizaci¨®n del aborto voluntario. Pero vuelve domesticado. As¨ª lo cree Francisco, que se ha tomado tambi¨¦n su tiempo antes de sacar de Roma a quien ya fue arzobispo de Toledo y Primado de Espa?a.
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