Los payeses pelean por sus iglesias y sus casas de campo
Catalu?a inicia la lucha por el patrimonio usurpado por los obispos: ya cuentan 250 propiedades en tres comarcas
Catalu?a apenas ha levantado la alfombra y ya ha descubierto que la Iglesia cat¨®lica ha puesto a su nombre 250 propiedades usando el famoso art¨ªculo 206, una norma franquista que les ha permitido inscribir en el registro bienes que no les pertenecen. El antiguo sindicalista Joan Casajoana, apoyado por la Uni¨®n de Payeses, ha peinado tres comarcas barcelonesas, el Bages, Bergued¨¤ y L¡¯Anoia, 35 municipios, y est¨¢ pendiente de acabar con Osona, que re¨²ne unas 50 localidades m¨¢s. El caso catal¨¢n suma al llamado ¡°expolio de la Iglesia¡± algunas peculiaridades, propias del territorio. En esta comunidad, los agricultores descubrieron que el obispado de Vic estaba haci¨¦ndose con la propiedad de las peque?as iglesias rom¨¢nicas que acompa?an a las casonas de campo que a principios del primer milenio se constitu¨ªan como peque?os municipios.
Esta es la raz¨®n de que el contraataque venga de la mano de los payeses. En una de las propiedades de Casajoana, donde en el siglo X sus antepasados ya eran labradores, la familia levant¨® una peque?a iglesia junto a la casa. Todo ello est¨¢ ahora cedido a un centro excursionista para que, al menos, est¨¦ conservado. 70 d¨ªas antes de que se derogara, en 2015, la norma franquista, el obispado de Vic se hizo con todo lo urbanizado en la finca de Serracanta, que incluye un coqueto cementerio. ¡°Despu¨¦s de encontrarme con esta sorpresa fui a pelear al obispado, porque los Ayuntamientos a¨²n no han despertado. All¨ª me enter¨¦ de que ten¨ªan un equipo t¨¦cnico de cinco personas localizando propiedades para inmatricular [inscribir a su nombre]. No tengo papeles de la iglesia pero s¨ª de la casa y me ofrecieron que me la devolv¨ªan si no iba a juicio con el templo. Les dije que eso era chantaje. Y no lo voy a pelear por ahora, porque creo que esto necesita una soluci¨®n global. En seis meses vamos a tener los datos de toda Catalu?a¡±, promete Casajoana. Este peri¨®dico ha tratado de obtener, sin ¨¦xito, la versi¨®n del obispado de Vic.
La Uni¨®n de Payeses se ha reunido con los grupos parlamentarios catalanes y les ha arrancado el compromiso de que el Parlament solicite al Ministerio de Justicia todos los bienes apropiados por los obispos sin demostrar que son los leg¨ªtimos propietarios. El espejo en el que se han mirado es Navarra, la comunidad que destap¨® este esc¨¢ndalo.
Entre pinares se va dejando atr¨¢s la finca Serracanta, con la iglesita a la que el abuelo Casajoana sub¨ªa de noche para reparar los destrozos de las bombas de la Guerra Civil. ¡°La Iglesia no pone ni un duro para reparar ni un tejado, incluso cuando ya lo han inmatriculado¡±, afirma el nieto.
El bosque del cura
La carretera enfila hacia Castellfollit del Boix donde, a los pies de la iglesia y la casa rectoral, otro pu?ado de siglos contemplan al visitante. All¨ª vive una familia que cuida de eso y del cementerio y del huerto, todo a nombre del obispado. La mujer se esmera en arreglar los parterres y se ofrece amablemente a abrir la iglesia. En todo el trayecto los crestones de Montserrat proyectan su mirada ubicua, no hay forma de despistarlos. Joan para el coche y dice: ¡°El obispado pas¨® alg¨²n tiempo preguntando por el bosque del cura hasta que el propietario dijo: ¡®Oiga, bosque hay, pero es m¨ªo, yo se lo prestaba al cura para que cogiera algo de le?a¡±. As¨ª que, ojo con los topon¨ªmicos.
Aunque la voracidad de los prelados no precisa de nombre y apellidos. ¡°Me dec¨ªan en Vic que solo con que el obispo entrara en un templo ya quedaba sacralizado y era de su propiedad. Ya les dije que si eso era as¨ª que le ataran bien porque se pod¨ªa quedar con media Catalu?a¡±, se r¨ªe Casajoana. Tambi¨¦n les advirti¨® de que ese era argumento muy pobre para ir a un juzgado.
El coche sigue por el coraz¨®n de la Catalu?a independentista, donde muy pocos todav¨ªa identifican patria con patrimonio. Entre banderas esteladas se suceden templos levantados por los agricultores, cuidados, renovados y conservados por ellos mismos, que ahora el obispado ha puesto a su nombre sin soltar un duro para reparaciones. Es el caso de Sant Jaume del Clot del Grau. ¡°Le pidieron dinero y no lo puso, y ya lo hab¨ªan inmatriculado¡± dice Casajoana mirando el edificio sujetado con contrafuertes varias veces centenarios.
A ver qui¨¦n reparte ahora los panes
En la vieja hacienda de los Casajoana, en Sant Vicen? de Castellet, la tradici¨®n de siglos reservaba un d¨ªa para mitigar el hambre de los pobres repartiendo panes. Eso es en la actualidad una romer¨ªa donde los propietarios segu¨ªan poniendo el pan y alg¨²n vermut. Este a?o, a Joan no le ha dado la gana poner panes. Que lo ponga el cura, viene a decir.
Si un d¨ªa vuelve la fiesta de panets quiz¨¢ ser¨¢ por la colaboraci¨®n de los registros de la propiedad, quienes no siempre est¨¢n muy dispuestos. Joan consigui¨® que uno de ellos le diera la documentaci¨®n en bloque, sin tener que pedir nota simple a nota simple. "Me dijo aquel registrador que ya era hora de que fu¨¦ramos, que el obispo cuando iba al registro llevaba un fajo de papeles para poner a su nombre. Ahora, cuando otros registros nos niegan la documentaci¨®n en bloque les decimos que s¨ª se puede, porque otros ya lo han hecho".
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