Silencio c¨®mplice y encubridor
Hay que cambiar las im¨¢genes patriarcales de Dios que con frecuencia est¨¢n en la base de no pocos de los abusos sexuales
Cuando los obispos espa?oles recib¨ªan las informaciones sobre los cr¨ªmenes de pederastia producidos en las Iglesias de otros pa¨ªses, no se daban por aludidos y guardaban silencio porque no iba con ellos. Algunos incluso presum¨ªan de no tener ni haber tenido en sus di¨®cesis casos similares. La Iglesia espa?ola parec¨ªa un oasis en medio del desierto peder¨¢stico que se cern¨ªa por todo el cuerpo eclesial. ?Qu¨¦ espejismo o, peor, qu¨¦ cinismo! Lo que era un secreto a voces a nivel del catolicismo mundial, para un sector importante de la jerarqu¨ªa cat¨®lica espa?ola eran o bien calumnias o bien deseos mal¨¦volos de desprestigiar a la Iglesia.
En realidad, han sido d¨¦cadas y d¨¦cadas de abusos sexuales continuados en seminarios, colegios religiosos, noviciados, parroquias contra personas indefensas: ni?as, ni?os, adolescentes; d¨¦cadas de silencio, abusos de autoridad, violencia f¨ªsica, falta de investigaci¨®n de los hechos y negaci¨®n de los mismos, obstrucci¨®n a la justicia, ocultamientos, tolerancia con los pederastas e impunidad, falta de transparencia, ausencia de arrepentimiento y de petici¨®n colectiva de perd¨®n, abusos de larga duraci¨®n, falsedades y mentiras, incumplimientos, en muchos casos, de las sanciones disciplinares que establece el C¨®digo de Derecho Can¨®nico para los casos de abusos sexuales, presiones psicol¨®gicas sobre las v¨ªctimas, culpabilizaci¨®n de las mismas, sufrimientos en solitario, tendencias autodestructivas, amenazas con castigos si revelaban o denunciaban los hechos y promesas de recompensas si los manten¨ªan ocultos, informes falseados, documentaci¨®n destruida, etc.
No pocos de los pederastas hicieron de los abusos sexuales su pr¨¢ctica cotidiana, que compatibilizaban con sus pr¨¢cticas religiosas ¡ªincluida la celebraci¨®n de la eucarist¨ªa¡ª sin escr¨²pulo alguno, ni remordimiento ni conciencia de pecado, y sin hacerse cargo del dolor que causaban. Mientras, las v¨ªctimas viv¨ªan y siguen viviendo un infierno en la tierra causado por quienes anunciaban el cielo a los que sobrellevaran con paciencia las consecuencias de las agresiones sexuales. El cuadro no puede ser m¨¢s dantesco y el comportamiento de los pederastas m¨¢s antievang¨¦lico.
La pederastia no es un fen¨®meno aislado y espor¨¢dico que se produzca excepcionalmente, sino permanente, generalizado y continuado durante d¨¦cadas. Tampoco es un problema solo personal de este o aquel sacerdote o religioso que abusa de menores, sino que es institucional, est¨¢ instalado y s¨®lidamente arraigado en la estructura eclesi¨¢stica jer¨¢rquico-piramidal, patriarcal, clerical, que impone el celibato obligatorio a los sacerdotes.
Es ah¨ª donde radica el problema y donde hay que buscar la soluci¨®n. ?C¨®mo? Eliminando el celibato obligatorio de los sacerdotes, ya que es fuente de comportamientos afectivo-sexuales patol¨®gicos y perversos; desjerarquizando y democratizando la Iglesia; despatriarcaliz¨¢ndola y desclericaliz¨¢ndola. Es necesario suprimir los seminarios como internados donde los aspirantes al sacerdocio viven 12 o siete a?os segregados de la juventud, de la familia y de la sociedad. Hay que cambiar, en fin, las im¨¢genes patriarcales de Dios, que con frecuencia est¨¢n en la base de no pocos de los abusos sexuales de quienes se consideran ¨²nicos representantes de la divinidad masculina.
Juan Jos¨¦ Tamayo es profesor em¨¦rito de la Universidad Carlos III de Madrid. Su ¨²ltimo libro es ?Ha muerto la utop¨ªa? ?Triunfan las distop¨ªas? (Biblioteca Nueva)
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