El animalismo empuja a los j¨®venes a la vida vegana
La renuncia al consumo de productos animales se extiende como opci¨®n ¨¦tica y pol¨ªtica. Cada vez m¨¢s colegios ofrecen men¨² vegetariano
Debe de ser un trago imposible dar cuenta de un guiso de conejo cuando uno ha crecido con una mascota casi de hermano, como buena parte de los que rondan la generaci¨®n millennial. David Mu?oz, un m¨¦dico vegano de 41 a?os, reprende contrariado a la periodista: "No era una mascota, mi perro era un miembro m¨¢s de mi familia". La empat¨ªa hacia los animales, el sufrimiento que les inflige la industria c¨¢rnica y sus efectos sobre el desarrollo sostenible del planeta est¨¢n provocando un descenso progresivo del consumo de productos de origen animal. En Espa?a, ya hay m¨¢s de 3,5 millones de vegetarianos, seg¨²n el informe The Green Power de 2017 de la consultora Lantem. Seg¨²n ese mismo informe, el 51% de los que siguen este tipo de alimentaci¨®n reside en grandes ciudades y uno de cada cinco tiene entre 16 y 24 a?os.
No existen datos oficiales sobre la progresi¨®n en Espa?a del veganismo -que rechaza la utilizaci¨®n y consumo de todos los productos y servicios de origen animal-, pero sirve como bot¨®n de muestra que cada vez m¨¢s universidades y colegios concertados y privados incluyan esta opci¨®n en el comedor como un atractivo m¨¢s para los padres. Los colegios p¨²blicos s¨®lo tienen la obligaci¨®n legal de servir men¨²s especiales por motivos de salud o de religi¨®n, pero no por razones ¨¦ticas. Esto es incomprensible para David Rom¨¢n, presidente de la Asociaci¨®n de Vegetarianos, que lucha por que la opci¨®n del men¨² por motivos ¨¦ticos sea tambi¨¦n obligatorio. De los Gobiernos auton¨®micos, s¨®lo el vasco ha decidido que los centros escolares ofrezcan a los padres la posibilidad de escoger una dieta vegetariana para sus hijos. Seg¨²n un portavoz de la Consejer¨ªa de Educaci¨®n, la decisi¨®n se adopt¨® a petici¨®n de los padres y ha sido un ¨¦xito: aunque lentamente, cada vez son m¨¢s los que eligen ese modelo de alimentaci¨®n en los comedores.
En Europa, el 5% de los ciudadanos prescinde, con mayor o menor rigor, de consumir productos de origen animal. David Mu?oz es uno de ellos. Es vegano desde hace 13 a?os. "Los animales no son productos para nuestra explotaci¨®n, son seres vivos y huyen del miedo y del dolor igual que nosotros", arguye para explicar su antiespecismo, una "postura pol¨ªtica y transversal que niega nuestra superioridad sobre el resto de las especies, y que va de la mano de la lucha contra el machismo, la xenofobia y la homofobia", a?ade.
En Espa?a, ya hay m¨¢s de 3,5 millones de vegetarianos. El 51%? reside en grandes ciudades y uno de cada cinco tiene entre 16 y 24 a?os
David insiste en el car¨¢cter pol¨ªtico de su manera de consumir y eso casa con las conclusiones del antrop¨®logo Francesc Xavier Medina, titular de la C¨¢tedra Unesco de Alimentaci¨®n, Cultura y Desarrollo de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya). Los estudios realizados en su departamento sobre las dietas veggie (una etiqueta que abarca el vegetarianismo, el veganismo y el flexiveganismo ¨Clos que a veces se permiten saltarse la dieta-) concluyen que su raz¨®n principal es el animalismo, una corriente nacida en 1970 que ahora "es tendencia": "Se trata de una perspectiva ¨¦tica y pol¨ªtica, y s¨®lo de manera secundaria se debe a motivos de salud. Poco a poco va sumando adeptos, sobre todo j¨®venes y adolescentes, las edades de la rebeld¨ªa y de afirmarse, y una manera de hacerlo es decidir qu¨¦ quieren comer", a?ade Medina. Los datos de The Green Power inciden en esto: el 60% de los que no consumen animales lo hacen por motivos ¨¦ticos animalistas; el 21%, para contribuir a la sostenibilidad del planeta y s¨®lo un 17% responde a razones de salud.
Martina Cabez tiene las cosas clar¨ªsimas a sus 17 a?os. "Soy ovol¨¢cteovegetariana desde los 15 a?os por motivos ideol¨®gicos", explica, "me sent¨ªa mal por comer animales, no me creo superior a otras especies y no quiero participar en la industria c¨¢rnica". Para argumentarlo, sufre un elocuente lapsus: "Los humanos no tenemos derecho a abusar de la vida de una persona de esa manera". Quer¨ªa decir de un animal.
Martina forma parte de esas dos terceras partes de los vegetarianos de Espa?a que son mujeres. Esto supone que una de cada diez espa?olas no consume productos animales. Como todos los convencidos de esta corriente ¨¦tica, se informa de los procesos de producci¨®n de cuanto consume y act¨²a en consecuencia: s¨®lo fuma tabaco de marcas que no utilizan animales en sus departamentos de investigaci¨®n.
"Los animales no son productos para nuestra explotaci¨®n, son seres vivos y huyen del miedo y del dolor igual que nosotros", dice David, vegano desde hace 13 a?os
La industria alimentaria, sabedora de esta nueva tendencia en el consumo de los j¨®venes, se ha puesto las pilas: las franquicias de fast food m¨¢s carn¨ªvoras ofrecen men¨²s vegetarianos; numerosas marcas han lanzado versiones de sus productos estrella aptas para estos consumidores, como el licor Baileys a base de leche de almendras. Incluso la m¨ªtica Guinnes se vio obligada a cambiar la bicentenaria f¨®rmula de su cerveza ¨Cconten¨ªa trazas de cola de pescado- para ganarse el marchamo de veggie. Poca broma, con este mercado en crecimiento que mover¨¢ 5.000 millones de d¨®lares (4.396 millones de euros) en todo el mundo de aqu¨ª a un a?o seg¨²n el informe de Lantem.
Para entonces, Martina ser¨¢ mayor de edad y podr¨¢ cumplir su deseo de votar a Pacma (Partido Animalista contra el Maltrato Animal), como el resto de su pandilla: de los diez amigos, s¨®lo uno come carne. Por primera vez, seg¨²n las encuestas del CIS sobre la cita electoral m¨¢s cercana, este partido obtendr¨ªa dos esca?os en las elecciones andaluzas de diciembre. Es la primera consecuencia pol¨ªtica de una corriente social con una profunda base ¨¦tica.
Tambi¨¦n el profesor de la UOC vislumbra un futuro de ¨¦xito para los partidos animalistas en Espa?a, como ya ocurre en otros pa¨ªses europeos. Medina basa sus augurios en que la sociedad actual, especialmente los urbanitas m¨¢s j¨®venes, ve al animal como un ser cercano, "lo ha personalizado; los animales han pasado a ser seres sociales, no naturales, y los seres sociales no se comen". Y pone de ejemplo al conejo, cuya carne era muy consumida entre los a?os 40 y 80 del siglo pasado y desde entonces ha experimentado un descenso en proporci¨®n inversa a su demanda como mascota.
Los medios de comunicaci¨®n -cada vez m¨¢s sensibles a las demandas de los consumidores y al sufrimiento animal- y las redes sociales han contribuido de manera decisiva a que esta tendencia tenga cada vez m¨¢s simpatizantes. Cada documental o noticia sobre estos temas se hace viral, como ocurri¨® con el programa de televisi¨®n Salvados (LaSexta) sobre las malas pr¨¢cticas de la industria c¨¢rnica, lo que da una idea de la importancia y la influencia de estos contenidos en los j¨®venes.
La industria alimentaria se ha puesto las pilas: las franquicias de fast food m¨¢s carn¨ªvoras ofrecen men¨²s vegetarianos
La tarde que Montse Ant¨®n vio por televisi¨®n la matanza de un cerdo sinti¨® tal horror que no volvi¨® a probar la carne, ni a usar ninguna prenda de cuero o piel, ni de lana, ni nada que implique que un animal ha sido explotado. Cuenta que aquella tarde ten¨ªa 14 a?os y sinti¨® que no hab¨ªa diferencia entre su propio sufrimiento y "los de una perra o una rata". Por eso, a sus 35 a?os, esta gaditana sigue soportando sus migra?as sin tomar una pastilla para no contribuir a la experimentaci¨®n animal en la industria farmac¨¦utica. Consecuente con sus ideas, les ofreci¨® una opci¨®n vegana a los cuatro perros y a los cuatro gatos con los que vive; pero, a falta de conciencia ¨¦tica, ellos prefirieron los piensos de carne; eso s¨ª, "de animales criados conforme a la ¨¦tica del sufrimiento m¨ªnimo", puntualiza.
Esto no es lo ¨²nico a lo que Montse hace la vista gorda por amor: su novio es omn¨ªvoro. Y se plantea: "Nunca estar¨ªa con un torero o con un cazador, ?por qu¨¦ estoy con un hombre que come carne?". Ella conf¨ªa en los nuevos aires que corren y espera que ¨¦l cambie, como cree que lo har¨¢ toda la sociedad.
De momento, no van mal encaminados sus deseos. Si su novio se empecina en no cambiar, siempre puede encontrar compa?eros de piso con escr¨²pulos en alg¨²n portal de "alquiler vegano". Los hay. En uno de ellos, "una chica con perros y gatos" alquila habitaci¨®n en las afueras de Madrid a "chica vegana, no fumadora, tranquila y que le guste vivir con animales no humanos". Toda una declaraci¨®n de principios. Eso s¨ª: "Necesario tener coche".
La guerra 'veggie' contra el aceite de palma
Jessica Rebanal se hizo vegetariana para no traicionar su amor a los animales. Pero, para esta madrile?a 28 a?os, hay un fruto prohibido en el reino vegetal: el aceite de palma. La deforestaci¨®n provocada por el cultivo de la palma y las consecuencias sobre las poblaciones de orangutanes, desalojados de su h¨¢bitat, es la nueva causa de los animalistas que est¨¢ haciendo temblar a la industria alimentaria. Los tuits contra las marcas que utilizan este aceite corren como la p¨®lvora en las redes sociales. Se hizo viral la pavorosa imagen de un orangut¨¢n huyendo aterrado de la deforestaci¨®n de Borneo, causada por los cultivos de palmera de aceite. La imagen fue captada por Jayaprakash Joghee Bojan, que gan¨® con ella el premio de Fotograf¨ªa de Naturaleza en 2017.
Pero, sin duda, el fen¨®meno viral m¨¢s potente de estos d¨ªas es el spot animado "Hay un humano en mi bosque", una tierna historia de una ni?a y un orangut¨¢n promovida por una cadena de supermercados junto a Greenpeace para combatir el consumo de estas grasas. Las autoridades brit¨¢nicas cometieron la torpeza de prohibir su emisi¨®n por considerarla de contenido pol¨ªtico. El mismo d¨ªa, se cre¨® el hashtag #NoPalmOilChristmas para hacerse eco del mensaje. Consiguieron as¨ª movilizar a miles de usuarios de las redes que, como Jessica y la ni?a del anuncio, se han declarado en guerra del lado del orangut¨¢n blandiendo el arma m¨¢s letal: el poder de decidir sobre propio su consumo.
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