Los guerreros LGTB del sureste asi¨¢tico
Indonesia, Malasia y Singapur son los pa¨ªses m¨¢s homotransf¨®bicos de la regi¨®n
Mam¨¢ Yuli, como la conocen sus allegados, es el hada madrina de las waria (personas transg¨¦nero en bahasa, un idioma indonesio). Madridista hasta la m¨¦dula y cat¨®lica devota, su vida est¨¢ volcada en ayudar a su comunidad: hospeda a media docena en un sal¨®n de belleza a las afueras de la capital, Yakarta, y regenta un centro en el que acoge a casi un millar de las m¨¢s ancianas, desahuciadas por sus familias. Espera ser tambi¨¦n la primera waria en doctorarse en Derecho Constitucional de Indonesia. Logros monumentales en un pa¨ªs que las margina social y profesionalmente: ¡°Hasta pagar un saco de arroz supone un problema¡±, lamenta.
Yulianus Rettoblaut ¨Csu nombre completo- se queja de que el Gobierno de Joko Widodo no presta la atenci¨®n suficiente a la discriminaci¨®n y violencia de la que son v¨ªctimas. El ostracismo que padecen en el pa¨ªs de mayor¨ªa musulmana, aboc¨¢ndolas muchas veces a la prostituci¨®n para conseguir un sustento, lleg¨® a un punto cr¨ªtico a comienzos de a?o. Entonces, el Parlamento empez¨® a debatir una reforma del C¨®digo Penal que en principio inclu¨ªa la criminalizaci¨®n del sexo entre personas del mimso sexo. Yuli y centenares de colegas y activistas a favor de los derechos del colectivo LGBT se echaron a las calles durante semanas, y de momento el proceso est¨¢ paralizado. ¡°Los esfuerzos de la sociedad civil dieron algunos frutos. La ley contin¨²a en el caj¨®n¡±, apunta King Oey, activista de la organizaci¨®n Arus Pelangi.
Indonesia, Malasia, Brun¨¦i y Singapur conforman el bloque m¨¢s intolerante hacia las personas del colectivo LGBT de la ASEAN (la Asociaci¨®n de Naciones del Sureste Asi¨¢tico, integrada por dichos pa¨ªses m¨¢s Filipinas, Tailandia, Myanmar, Vietnam, Laos y Camboya). En el caso de Indonesia y Malasia, tambi¨¦n de mayor¨ªa musulmana, la creciente influencia de grupos islamistas radicales en la pol¨ªtica nacional ha sido determinante. Aunque en Indonesia solo la ultraconservadora provincia de Aceh (al norte de la isla de Sumatra) est¨¢ regida por la sharia (ley isl¨¢mica) y penaliza abiertamente la homosexualidad, el temor a que la criminalizaci¨®n se extienda oficialmente al resto del pa¨ªs aumenta. M¨¢s a¨²n ahora, a meses de los comicios de abril.
¡°Los islamistas aprovechan para impulsar sus agendas antes de las elecciones, cuando saben que los partidos les seguir¨¢n el juego en las peticiones que cuentan con apoyo popular, como la marginaci¨®n de los LGBT. Joko Widodo no puede permitirse que (los islamistas) le tilden de blando¡±, analiza Oey. La islamizaci¨®n social y pol¨ªtica mantiene a las minor¨ªas con el aliento contenido. El acoso es incesante: Oey afirma que solo un d¨ªa, el 30 de septiembre pasado, m¨¢s de una veintena de homosexuales fueron detenidos en una redada policial en una casa, disfrazada de operaci¨®n antinarc¨®ticos.
Los pa¨ªses m¨¢s abiertos del sureste asi¨¢tico
Aunque no hay ning¨²n pa¨ªs de la ASEAN que reconozca el matrimonio entre personas del mismo sexo, algunos han dado pasos significativos en la ampliaci¨®n de derechos del colectivo. En 2015, Vietnam elimin¨® la cl¨¢usula de su ley de familia que prohib¨ªa a dos personas del mismo sexo casarse, si bien el estado a¨²n no reconoce legalmente estos enlaces. En Filipinas, estas ceremonias no est¨¢n criminalizadas, pero tampoco se les da el mismo reconocimiento legal que a las heterosexuales. Tanto este pa¨ªs como Tailandia, otro de los m¨¢s abiertos, han incluido ap¨¦ndices que proh¨ªben la discriminaci¨®n al LGBT en ciertas leyes. Camboya, donde la homosexualidad no es ilegal, incorpor¨® en 2017 la inclusi¨®n del colectivo al debate pol¨ªtico el a?o pasado. Y aunque Myanmar mantiene el art¨ªculo 377 y tiene leyes contra el travestismo en vigor, el pasado febrero dio un salto hacia delante al celebrar el primer festival LGBT con permiso del Gobierno en Rang¨²n.
La vecina Malasia no vive un momento mejor. ¡°La situaci¨®n lleva un tiempo empeorando, pero lo alarmante ahora es la velocidad a la que lo est¨¢ haciendo¡±, denuncia desde Kuala Lumpur Thilaga Sulathireh, fundadora de la ONG Justice For Sisters (¡°Justicia para las Hermanas¡±). Uno de los mayores exponentes de dicho retroceso ocurri¨® a comienzos de septiembre en el conservador Estado de Terengganu, al norte del pa¨ªs, donde por primera vez dos mujeres fueron azotadas en p¨²blico por intentar mantener relaciones sexuales.
Malasia es, junto al sultanato de Brun¨¦i ¨Cregido por la sharia¨C el pa¨ªs del sureste asi¨¢tico con el paquete legislativo anti LGBT m¨¢s censurador y abultado, fruto de su sistema judicial doble: mientras los tribunales isl¨¢micos dirimen las cuestiones familiares y religiosas de la poblaci¨®n musulmana (m¨¢s del 60%), las salas civiles tienen potestad sobre todos los ciudadanos. As¨ª, adem¨¢s de leyes isl¨¢micas que criminalizan las relaciones entre personas del mism sexo y el travestismo, sigue en vigor la secci¨®n 377 en su C¨®digo Penal, introducida durante la etapa colonial brit¨¢nica y que castiga el sexo homosexual con hasta 20 a?os de c¨¢rcel, latigazos o multas.
Pero hay tambi¨¦n algunos rayos de esperanza. Precisamente la reciente derogaci¨®n del citado art¨ªculo 377 en India ha abierto el debate en algunas excolonias brit¨¢nicas asi¨¢ticas que a¨²n lo mantienen en vigor, como Malasia, Singapur y Myanmar. En Malasia, el primer ministro, Mahathir Mohamad, conden¨® los latigazos de Terengganu, pero subray¨® que el pa¨ªs no puede aceptar el matrimonio igualitario. Las esperanzas de cambio est¨¢n sobre todo depositadas en su designado sucesor, Anwar Ibrahim, condenado por sodom¨ªa dos veces, la primera a finales de los noventa a instancias de su entonces enemigo y ahora aliado, Mahathir.
El revulsivo indio tambi¨¦n ha tenido eco en Singapur. Un grupo de activistas capitanea la campa?a Ready to Repeal (¡°Listo para Derogarse¡±) para urgir al Gobierno que anule el 377. Algunas figuras p¨²blicas y peri¨®dicos oficiales como The Straits Times, muy controlado por el r¨¦gimen de la isla como el resto de la prensa local, han dado muestras de apoyo a la revocaci¨®n. ¡°Es posible que ocurra en el corto o medio plazo, pero es dif¨ªcil adivinar qu¨¦ tiene en mente el Gobierno¡±, se?ala Leow Yangfa, director de la ONG Oogachaga. Preguntado al respecto el pasado a?o en una entrevista a la BBC, el primer ministro, Lee Hsien Loong, asegur¨® de forma inusualmente directa que el pa¨ªs no estaba a¨²n listo para dar ese paso.
Mientras la pol¨ªtica sigue su curso, activistas como Mam¨¢ Yuli tienen necesidades m¨¢s perentorias que atender. La abogada, hija de maestros de la remota regi¨®n de Pap¨²a y precursora de todo tipo de ideas para integrar y dar visibilidad a su colectivo ¨Centre otras un concurso de belleza¨C, manda un mensaje fulminante: ¡°Mi problema de hoy es sencillo. No tengo ni comida ni medicinas que dar a mis viejas warias¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.