El feminismo no se la juega en un partido
El impulso del movimiento de las mujeres es un granero de votos por el que los pol¨ªticos se pelean. ?Tiene sentido fundar una organizaci¨®n y buscar el ¨¦xito electoral?
La espectacular manifestaci¨®n celebrada en Madrid este 8 de marzo tiene muchas lecturas, pero hay una muy r¨¢pida: ?cu¨¢ntos votos son esos? Prueba de ello es la carrera por ver qui¨¦n es m¨¢s morado en estos d¨ªas preelectorales. La izquierda quiz¨¢ d¨¦ por hecho que son todos suyos; la derecha, que algunos le tocar¨¢n. ?Nadie piensa en que un partido feminista podr¨ªa capitalizar ese r¨ªo de fuerza reivindicativa? Es decir, del mismo modo que los ecologistas re¨²nen sus votos en partidos verdes. El movimiento feminista tiene unas caracter¨ªsticas singulares, a las que la reciente historia espa?ola suma otras pocas, que le permite influir en el resultado del juego sin aportar fichas propias al tablero. Es un movimiento tan plural y transversal que dif¨ªcilmente se puede encerrar en un partido pol¨ªtico, ni propio, ni ajeno.
A decir verdad, en Espa?a ya hay un Partido Feminista, fundado en 1979 y dirigido por Lidia Falc¨®n, pero quiz¨¢ los nuevos votantes ni siquiera lo conocen. Su trayectoria electoral es err¨¢tica, la ¨²ltima vez que concurri¨® a unas elecciones fue en las europeas de 1999 y no logr¨® representaci¨®n. De corte parecido son o han sido otras formaciones feministas en Estados Unidos, Canad¨¢, Islandia y otros pa¨ªses europeos. Se fundan y desaparecen, a veces sin dejar mucha huella, y en algunos casos ni presentan candidatura, se limitan a dar visibilidad a la urgencia de una agenda feminista.
Lidia Falc¨®n le echa la culpa del escaso ¨¦xito de una formaci¨®n como la suya ¡°al atraso espa?ol heredado de la dictadura¡± y a la ¡°hipocres¨ªa de muchas feministas que se postulan como puras, sin contaminaci¨®n pol¨ªtica¡±, se indigna. ¡°Tonter¨ªas, si todo lo que hacemos es pol¨ªtica, y muchas de ellas pertenecen a partidos pol¨ªticos. Pero eso de estar metidas en otros partidos ya lo hemos hecho, la famosa doble militancia, y ah¨ª est¨¢ el resultado¡±, brama Falc¨®n. ¡°?La ley de Violencia de G¨¦nero? Un fracaso, ni protege ni castiga. ?La de Igualdad? En fin¡±.
Sin compartir su an¨¢lisis, muchas feministas admiran la energ¨ªa de Lidia Falc¨®n a sus 83 a?os, valoran su trayectoria por la igualdad y la mencionan de inmediato cuando se les pregunta por un posible partido feminista. Pero hay muchos peros.
Lidia Falc¨®n: ¡°Tonter¨ªas, si todo lo que hacemos es pol¨ªtica, y muchas? pertenecen a partidos pol¨ªticos"
La historia del feminismo es la de una convivencia de varias teor¨ªas y pensamientos, por no hablar de ciertos vaivenes entre clases sociales. Un fen¨®meno poli¨¦drico y diverso. Siempre ha habido una parte institucional, heredera del sufragismo, que defiende la necesidad de integrarse en el sistema y trabajar desde dentro. Y otra que aboga por mantener la autonom¨ªa del movimiento porque en ella, dicen, radica su fuerza. O lo que es lo mismo: doble militancia (feminista y pol¨ªtica), o militancia ¨²nica (feminista). ¡°Esa disyuntiva dio origen a la tercera v¨ªa, la que defend¨ªa conjugar ambas cosas. La l¨ªnea radical hac¨ªa el an¨¢lisis de que las mujeres eran una clase [al estilo marxista] y eso desembocaba en un partido feminista. Otras piensan que la presencia en los partidos pol¨ªticos tradicionales es el motor de los cambios¡±, explica Gloria Nielfa, historiadora en la Universidad Complutense y feminista.
Menciona el intento de Clara Campoamor en la II Rep¨²blica por aglutinar a mujeres de todos los partidos republicanos, no con la intenci¨®n de sustituirlos, sino para que todas presionaran desde su sitio por reivindicaciones que les eran comunes. As¨ª fund¨® la Uni¨®n Republicana Femenina, que, de alguna forma, superaba las barreras de los partidos¡±, a?ade Nielfa. Tambi¨¦n recuerda el Frente de Liberaci¨®n de la Mujer, de 1976, que defend¨ªa esa tercera v¨ªa: dentro y fuera de los partidos. La historiadora considera que en la Transici¨®n se perdieron muchas energ¨ªas debatiendo sobre esto.
Pero la Transici¨®n fue un momento especial para Espa?a. Los partidos pol¨ªticos estaban tomando posiciones y las mujeres, l¨®gicamente, se preguntaban d¨®nde situar su fuerza. Yolanda Besteiro, que fue presidenta de Mujeres Progresistas y ahora es concejal por el PSOE en el Ayuntamiento de Alcal¨¢ de Henares, defiende ambas opciones, pero opina que ¡°el trabajo de las mujeres dentro de los partidos ha conseguido grandes avances en igualdad, salud sexual y reproductiva, violencia de g¨¦nero. Las amenazas actuales son muy poderosas [todas citan a Vox y sus postulados antifeministas] y los partidos tradicionales son los que tocan poder, desde donde podemos promover cambios¡±, dice.
El sistema electoral espa?ol no invita a montar partidos peque?os, que de no alcanzar en cada circunscripci¨®n un n¨²mero suficiente de votos se echan todos a perder. Miles de papeletas emitidas en toda Espa?a se quedar¨ªan sin representaci¨®n. Pero algunos van sacando cabeza, aunque sea midiendo primero sus fuerzas en Europa, donde no hay un l¨ªmite para repartir los votos. El partido animalista PACMA parece feminista, integrado en un 80% por mujeres que tambi¨¦n est¨¢n en su c¨²pula. Se fund¨® hace 16 a?os y su evoluci¨®n de votantes no es desde?able. ¡°El sistema electoral es un palo en las ruedas, nos obligan a recoger firmas, nuestros v¨ªdeos no se emiten porque no tenemos representaci¨®n y, a pesar de todo, crecemos. Nuestra relaci¨®n entre euro y voto es la mejor. Tenemos 300.000 votos casi en Espa?a. En las europeas esta vez alcanzaremos representaci¨®n¡±, conf¨ªa la presidenta, Silvia Barquero.
El sistema electoral espa?ol no invita a montar partidos peque?os
En los ¨²ltimos tiempos en los que la izquierda ha adolecido de cierta orfandad, cabe la posibilidad de que estos peque?os partidos hayan canalizado ese voto del descontento, como quiz¨¢ podr¨ªa hacer un partido feminista. ¡°Puede ser, pero no lo sabemos porque no tenemos ni para hacer encuestas, pero es quiz¨¢ m¨¢s probable que sea el hartazgo por la falta de ¨¦tica. El PACMA no es un caj¨®n de sastre, puede acaparar cierto voto de castigo, pero, en todo caso, esos electores siempre estar¨¢n en sinton¨ªa con nuestros postulados¡±.
A pesar de todo, Yolanda Besteiro conf¨ªa m¨¢s en ¡°las alianzas de las mujeres en los distintos partidos que presentar uno propio. Es complicado llegar a tener fuerza, representaci¨®n parlamentaria, para condicionar la acci¨®n de gobierno¡±, asegura.
Parecido se expresa la polit¨®loga Silvia Claver¨ªa: ¡°Lo que hay que tener es una posici¨®n m¨¢s fuerte dentro de las formaciones generalistas, es m¨¢s estrat¨¦gico ir ah¨ª que a un partido monotem¨¢tico¡±, asegura. Y lo apuntala de esta manera Margarita Le¨®n, profesora de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona: ¡°El feminismo debe influir en los partidos pol¨ªticos, no constituirse en ellos. Hacen falta formaciones fuertes¡± y otro micropartido, opina, quiz¨¢ debilitar¨ªa a la izquierda, desde donde, tradicionalmente, se ha vehiculado este pensamiento. Le¨®n explica que el movimiento de las mujeres ha alcanzado una transversalidad tal que no debe ser capitalizada por ning¨²n partido en concreto, ni siquiera dar lugar a uno propio. ¡°?C¨®mo ser¨ªa un partido feminista: transversal, de izquierdas? Para crear un partido propio tendr¨ªamos que tener un escenario donde la demanda feminista no tuviera cabida en ning¨²n sitio, pero es que hasta la derecha lo ha incluido ya en su agenda, desde el lenguaje inclusivo hasta la defensa del colectivo homosexual o la lucha contra la violencia de g¨¦nero. Y la izquierda se pelea por ver qui¨¦n es m¨¢s feminista. Creo que el riesgo est¨¢ precisamente en que las izquierdas se reivindiquen como los ¨²nicos partidos feministas¡±, dice. Eso mismo ha repetido estos d¨ªas la dirigente de Ciudadanos In¨¦s Arrimadas. ¡°La izquierda tiene la historia, pero no el monopolio [del feminismo]¡±, sostiene Le¨®n.
La percepci¨®n del feminismo como compa?ero de viaje de los partidos progresistas es inequ¨ªvoca y la historia reciente de Espa?a lo ha dejado ver con creces. Cuando no lo evidencian los partidos de izquierda lo hacen los de derechas, incomodando a las mujeres con ciertas propuestas involucionistas (aborto, violencia de g¨¦nero). En Espa?a fue el PSOE, el partido que institucionaliz¨® el movimiento en gran medida, con la creaci¨®n de los Institutos de la Mujer en 1983. El mensaje estaba sentado: por la igualdad se luchaba desde dentro del partido y del sistema. Pero d¨¦cadas despu¨¦s, la cosa tiene otro cariz. ¡°En efecto, en aquellos a?os estaban las fem¨®cratas, feministas integradas en el sistema burocr¨¢tico, pol¨ªtico, pero la expansi¨®n actual ya no tienen esos v¨ªnculos tan fuertes. Hay otras nuevas feministas que quiz¨¢ no tienen esos v¨ªnculos con los partidos, ni la necesidad de una doble militancia¡±, sostiene Claver¨ªa. Viene a definir a muchas j¨®venes que est¨¢n a gusto en el feminismo sin m¨¢s. Y despu¨¦s eligen a quien votar. A pesar de los esfuerzos de los partidos actuales por canalizar el voto feminista, parece m¨¢s bien que se vuelve hacia la militancia ¨²nica, la del c¨ªrculo y la cruz morados.
Margarita Le¨®n: ¡°La izquierda tiene la historia, pero no el monopolio [del feminismo]¡±
Pero incluso a sabiendas de que la adscripci¨®n mayoritaria de las feministas en la actualidad es de izquierdas, como sostiene Rosa Cobo, ¡°el hecho es que hay m¨¢s de una izquierda; ?a cu¨¢l de ellas deber¨ªa inscribirse un partido feminista?, cuestiona. ¡°El debate sobre el uso del poder ha sido y sigue siendo central para el feminismo, especialmente a partir de los a?os setenta, cuando el movimiento reflexion¨® con m¨¢s intensidad sobre la necesidad de dotarse de una teor¨ªa del poder a trav¨¦s de un partido pol¨ªtico o integrado en los tradicionales¡±, dice Cobo, profesora de Sociolog¨ªa de G¨¦nero en la Universidad de A Coru?a. Sin embargo, opina que no son pocas las dificultades de encajar el feminismo en un partido propio ¡°y las experiencias en el siglo XX y XXI no se han traducido en ¨¦xitos electorales, por varias causas¡±. Menciona ¡°el car¨¢cter interclasista del movimiento de las mujeres: las hay de todas las clases sociales, con diferentes adscripciones culturales, raciales, de orientaci¨®n sexual. Todas son objeto de desigualdad y violencia en las sociedades patriarcales, pero no todas lo sufren en la misma intensidad¡±. ?Puede un partido feminista representar a la mitad de la sociedad a pesar de las diferencias y desigualdades que existen entre mujeres?¡±, se pregunta.
En 1981, la argentina Judith Astelarra publicaba en este peri¨®dico una tribuna titulada El movimiento feminista no es un partido. All¨ª dec¨ªa: ¡°El movimiento feminista no es un partido pol¨ªtico, ni una organizaci¨®n sindical, ni profesional, ni ninguna forma de organizaci¨®n pol¨ªtica o social que tenga una estructura estable. El movimiento est¨¢ formado por una gran cantidad de grupos a los que une su com¨²n inter¨¦s en el rechazo a la sociedad patriarcal y a la alienaci¨®n de las mujeres que en ella se produce, y que tienen muchas diferencias, tanto en la propia concepci¨®n de lo que el feminismo debiera ser, como con respecto a otros temas pol¨ªticos, culturales o sociales¡±.
Preguntada hoy d¨ªa, dice que los contextos matizan las convicciones. Y ahora no estar¨ªa inc¨®moda con la existencia de un partido feminista que lograra unos esca?os en el Congreso y situara el inter¨¦s de la mujer por la igualdad en el poder. Pero tambi¨¦n dice que es dif¨ªcil conjugar la diversidad del feminismo con la creaci¨®n de un partido. ¡°La conciencia de la desigualdad la tiene ya todo el mundo, est¨¢ en la agenda¡± y eso, cree, es lo que da fuerza a las manifestaciones moradas tan numerosas. Ahora, sigue, ¡°necesitamos mujeres en todos los lados". "La derecha tambi¨¦n ha cambiado, ah¨ª tambi¨¦n las necesitamos, cada una llegando a donde pueda o quiera llegar. Necesitamos que cuando gobierne la derecha no se eche abajo lo conseguido. Hay muchos tipos de feminismos, cada vez con m¨¢s apellidos¡±, se alegra. Quiz¨¢ el ¨²ltimo es el "feminismo liberal", como lo ha denominado Ciudadanos en el que se incluye la regulaci¨®n de la prostituci¨®n y los vientres de alquiler, dos asuntos espinosos que muchas feministas rechazan de plano.
Pero, a pesar de estar en la agenda pol¨ªtica y del ¨¦xito de las manifestaciones, o quiz¨¢ como reacci¨®n a ello, el movimiento sigue soportando altas cotas de criminalizaci¨®n. Cuando las cifras colocan la igualdad entre los dos sexos todav¨ªa en un horizonte lejano y miles de mujeres mueren cada d¨ªa en todo el mundo por una concepci¨®n machista de la sociedad, feminazi es un concepto extendido, con el que se acusa a las mujeres de radicalizar su causa hasta devorar los derechos de los hombres. ¡°Esto ha calado en ciertos sectores de la opini¨®n p¨²blica y probablemente eso contribuir¨ªa a dificultar el ¨¦xito electoral de un partido feminista¡±, dice Cobo. Abunda en ello Silvia Claver¨ªa, al asegurar que, a pesar del empuje del que disfruta ahora, ¡°el movimiento feminista no ha gozado de mucha simpat¨ªa en ¨¦pocas recientes¡±. Opina que, a partir del 15-M, ha vuelto a tener auge y entre mujeres m¨¢s j¨®venes "que nada tienen que ver con lo de antes¡±. Podemos, que canaliz¨® buena parte de aquel movimiento de indignados y podr¨ªa ser otro ejemplo del recorrido que, en la actualidad, puede tener un partido reci¨¦n fundado, no pasa por su mejor momento, casi se puede decir que se diluye como un azucarillo antes siquiera de tocar el agua.
¡°Se necesitan liderazgos fuertes para constituirse en partidos y creo que las nuevas generaciones no gustan tanto de ser institucionalizadas y son m¨¢s cr¨ªticas con los partidos. Se organizan de manera m¨¢s informal, sin las ataduras ni la disciplina cl¨¢sica de las formaciones tradicionales¡±, dice Asunci¨®n Bern¨¢rdez Rodal, directora del M¨¢ster Universitario de Estudios Feministas de la Complutense. ¡°Pero ojo", advierte, "la desmemoria mata al feminismo. Creer que est¨¢ todo por inventar, que antes de nosotros no hubo nada... Ese discurso de romper con las generaciones anteriores que se viene usando en pol¨ªtica no sirve para el feminismo. No basta con denominar algo en ingl¨¦s y creernos que es nuevo¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.