El desierto y el hambre avanzan de la mano en el Sahel
La degradaci¨®n de tierras de cultivo y pastoreo por la falta de lluvias genera inseguridad alimentaria, emigraci¨®n y conflictos en esta zona de ?frica


Alioune Samba B? sujeta con una mano su vieja vara de pastor y con la otra se?ala al horizonte. ¡°Antes toda esta tierra reverdec¨ªa despu¨¦s de cada verano. Mis antepasados apenas ten¨ªan que desplazarse en busca de pastos. Ahora mis hijos deben caminar cientos de kil¨®metros, incluso hasta Mal¨ª, para encontrar la comida de los animales¡±, asegura.
Esto es Namarel, el coraz¨®n de la antigua regi¨®n del Futa, en el norte de Senegal. Id¨¦ntica amenaza se cierne sobre todo el Sahel, una vasta franja de tierra que recorre ?frica de este a oeste y que marca el l¨ªmite del Sahara, el mayor desierto del mundo que avanza imparable hacia el sur.
Los ganaderos fulani pasan hasta nueve meses en busca de hierba, lo que condena a sus familias a una eterna espera. Pero los agricultores no lo tienen mejor. A cientos de kil¨®metros de Namarel, en el Ferlo, Alassane Mamadou Diallo amontona ramas de ¨¢rboles que vende como combustible. Durante la estaci¨®n seca es su ¨²nico y precario medio de vida. ¡°La cosecha de mijo se arruin¨® por la falta de lluvia, ?qu¨¦ puedo hacer?¡±, se lamenta, ¡°antes bastaba con plantar y esperar. La vida ya no es tan sencilla¡±.
La inseguridad alimentaria provoca que en cada periodo de escasez entre cosechas, que antes duraba dos o tres meses y ahora m¨¢s de medio a?o, se supere el umbral del 15% de ni?os con malnutrici¨®n aguda severa. Resistir o emigrar. No queda otra.
Un reciente estudio de la Universidad de Maryland pon¨ªa cifras a este drama. En los ¨²ltimos cien a?os el desierto del Sahara, del tama?o de Estados Unidos, ha crecido un 10%, un fen¨®meno que se acelera con el calentamiento global. Seg¨²n los c¨¢lculos de Naciones Unidas, unos 60 millones de personas podr¨ªan verse forzados a abandonar esta regi¨®n en los pr¨®ximos cinco a?os. En 2025 habr¨¢n desaparecido dos tercios de la tierra cultivable. Pero hay m¨¢s. La degradaci¨®n de los campos de cultivo y de las zonas de pastoreo es una de las causas que subyace tras el incremento de la conflictividad en el Sahel.
Incidentes entre agricultores y ganaderos que anta?o se resolv¨ªan con mecanismos tradicionales de resoluci¨®n de conflictos hoy acaban en estallidos de violencia. ¡°Poblaciones que ya se encuentran en una situaci¨®n de vulnerabilidad debido a problemas en el acceso al agua o por la inseguridad alimentaria tienen menos recursos para enfrentarse a un shock clim¨¢tico o medioambiental, como puede ser un a?o de sequ¨ªa. Es un elemento m¨¢s del alto riesgo de violencia intercomunitaria en el Sahel¡±, explica Jos¨¦ Luengo Cabrera, investigador del International Crisis Group en esta regi¨®n.
Los expertos ya no hablan de hambrunas por falta de lluvias en el Sahel, conocido como el cintur¨®n del hambre, sino de ¡°crisis alimentaria estructural y omnipresente¡±, seg¨²n Oxfam, Acci¨®n contra el Hambre y Save The Children. Es la cronificaci¨®n de la emergencia.
Mal¨ª, Burkina Faso y N¨ªger son tres de los pa¨ªses m¨¢s pobres de la Tierra y est¨¢n en la primera l¨ªnea de batalla de este fen¨®meno. Pero si hay un lugar de ?frica donde la desertificaci¨®n salta a primera vista y la pobreza y la violencia se dan la mano, ese es el Lago Chad, un amenazado ecosistema lacustre situado en la bisagra entre Chad, Nigeria y N¨ªger que se ha convertido en uno de los ¨²ltimos refugios del grupo terrorista Boko Haram.
En 1964, la l¨¢mina de agua med¨ªa unos 25.000 kil¨®metros cuadrados y era un polo de atracci¨®n para comerciantes, pescadores y ganaderos, un aut¨¦ntico pulm¨®n econ¨®mico para la regi¨®n. Hoy su superficie se ha reducido pr¨¢cticamente a la mitad, unos 14.000 kil¨®metros cuadrados y en sus riberas habitan unos 2,2 millones de personas, el triple de poblaci¨®n que hace 40 a?os.
A grandes males, soluciones ambiciosas. Inspirados por la filosof¨ªa de la keniana Waangari Mathai, Premio Nobel de la Paz, los 14 pa¨ªses del Sahel se han unido en el proyecto de la Gran Muralla Verde, un puzle de intervenciones que pretende frenar el avance del desierto e incluye plantaci¨®n de ¨¢rboles pero tambi¨¦n proyectos de acceso al agua, recuperaci¨®n de la tierra o plantaci¨®n de forraje para el ganado. Pese al sost¨¦n econ¨®mico de organismos internacionales como la FAO, la Uni¨®n Europea o el Banco Mundial, la tarea se antoja tit¨¢nica y sus avances son muy limitados.
Ante ello, en la cumbre del pasado mes de diciembre en Nuakchot del G5 del Sahel, un grupo de pa¨ªses impulsado por N¨ªger y Mauritania para hacer frente al terrorismo en la regi¨®n mediante la creaci¨®n de una fuerza militar conjunta, se aprob¨® un plan de inversiones de 2.400 millones de euros que incluye numerosos proyectos para mejorar la resiliencia de la poblaci¨®n ante el cambio clim¨¢tico.
El recurso a la fuerza se ha revelado como claramente insuficiente y los esfuerzos se concentran ahora en tratar de mejorar las condiciones de vida de una poblaci¨®n tradicionalmente abandonada a su suerte y que resiste todos los embates aferrada a una demograf¨ªa explosiva, con una media de m¨¢s de seis ni?os por mujer.
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