Fallece el experiodista de EL PA?S Sebasti¨¢n Garc¨ªa Casado
Fue delegado en Andaluc¨ªa del diario y subdirector de 'El Correo de Andaluc¨ªa', adem¨¢s de dirigir el gabinete de comunicaci¨®n de la Expo92
Aunque vivi¨® en Madrid y en Sevilla muchos a?os, Sebasti¨¢n Garc¨ªa Casado nunca dej¨® de ser de Lupi¨®n (Ja¨¦n). Llevaba grabado en su forma de ser y en su manera de estar ese origen, que le confer¨ªa una capacidad de humor soterrada que no se percib¨ªa en sus conversaciones en un primer momento, pero despu¨¦s, con el tiempo, te re¨ªas de lo que hab¨ªa querido decir con ese lenguaje de personaje de entreolivos que ten¨ªa. A pesar de ser andaluz, le costaba admitir las irregularidades de nuestra forma de hablar y cuando se refer¨ªa a ellas, nos parec¨ªa entrever las comillas con las que clonaba las expresiones coloquiales.
Editor desde los ochenta en el diario EL PA?S, fue delegado de este diario en Andaluc¨ªa entre 1985 y 1988.? Su amplio curr¨ªculo pasa por El Correo de Andaluc¨ªa, del que fue subdirector; por la Expo92, cuyo gabinete de comunicaci¨®n dirigi¨®, y por su propia empresa. No par¨® nunca¡ hasta ayer, que muri¨® a los 66 a?os. Sebas, como le llamamos todos, era escrupuloso hasta el hartazgo con la informaci¨®n. Recuerdo llevarle alguna fotograf¨ªa que pod¨ªa tener una lectura equ¨ªvoca y hasta que no le demostraba con absoluta nitidez los porqu¨¦s, me la ten¨ªa que comer, aunque fuera la fotograf¨ªa de mi vida. Aprend¨ª con ¨¦l ese concepto de editor riguroso que yo no tengo, pero que me ha forzado a buscar hasta la saciedad los intr¨ªngulis de lo que hac¨ªa. No se permit¨ªa fantas¨ªas con la informaci¨®n, prefer¨ªa ser met¨®dico y concienzudo. Incluso en las campa?as de publicidad que llev¨® todo ten¨ªa que estar basado en verdades demostrables y sin elementos de ficci¨®n, aunque eso las hiciera menos brillantes, m¨¢s austeras.
Su larga melena blanca le delataba desde lejos. Nunca fue por la l¨ªnea de sombra. Siempre acompa?ado por su mujer, Adela, y su hijo, Dani, no hac¨ªa un regate en la esquina para no verte, sino que se adelantaba, aunque le acuciaran otros problemas, otras circunstancias, y saludaba de manera campestre pero cari?osa. Marina, su hija, que tuve la suerte de que fuera mi alumna en la Facultad de Periodismo, sigui¨® sus pasos de buen periodista y trabajaba con ¨¦l en su despacho. Fue para su entorno familiar y para ¨¦l mismo un magn¨ªfico colof¨®n en su concepto de vida, de pueblo, de entrega.
Sab¨ªa crear a su alrededor un entorno sencillo y amigable, pero hab¨ªa que tener mucho cuidado con sus socarroner¨ªas porque portaban bombas, aunque inteligentemente programadas para que estallaran pasado el tiempo y la metralla no destrozara nada, solo avisara. Mont¨® aut¨¦nticas sinergias con los equipos que dirigi¨®. En EL PA?S, en Andaluc¨ªa, lo hizo con Jos¨¦ Antonio Carrizosa, Carlos Funcia, Enrique Chueca, Juan Alarc¨®n, Alfredo Valenzuela, Jos¨¦ Manuel P¨¦rez Cabo ... y consigui¨® hacernos mosqueteros de la informaci¨®n, de todos trabajando para uno, pero respetando como no suele ser com¨²n en esta profesi¨®n, las diferentes y complejas individualidades.
En fin, hemos perdido de manera inconcebible para su edad, a un buen hombre, buen periodista, aunque eso siempre se diga de alguien cuando abandona este circo de la vida. Quiz¨¢s, en esta ocasi¨®n por lo menos, sea una verdad profunda.
Pablo Juli¨¢ fue fot¨®grafo de EL PA?S en Andaluc¨ªa entre los a?os 1983 y 2006.
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