Ana Julia Quezada, declarada culpable del asesinato con alevos¨ªa del ni?o Gabriel
El jurado alcanza la decisi¨®n por unanimidad tras m¨¢s de 24 horas de deliberaci¨®n
Unanimidad. Culpable. Ambas palabras sonaron una y otra vez altas y claras durante la larga exposici¨®n de la portavoz del jurado ayer en una sala repleta de la Audiencia de Almer¨ªa. Sentada en una esquina estaba Ana Julia Quezada, la mujer objeto del veredicto. Por primera vez en los nueve d¨ªas de juicio no llor¨® en ning¨²n momento. Los nueve ciudadanos elegidos para hacer justicia la declararon culpable de asesinato con alevos¨ªa por la muerte de Gabriel Cruz, el hijo de ocho a?os de su entonces pareja, el 27 de febrero de 2018 en una finca apartada de la localidad almeriense de Rodalquilar.
A dos metros de la asesina, los padres del peque?o, Patricia Ram¨ªrez y ?ngel Cruz, los ojos encendidos, inquietos, los labios en movimiento incesante, mientras la enumeraci¨®n de hechos probados corroboraba la tesis de la fiscal, Elena Fern¨¢ndez. Que Quezada sorprendi¨® al ni?o aquella tarde, lo agarr¨® y lo asfixi¨® hasta su muerte. Y que luego lo enterr¨® y pas¨® 10 d¨ªas alimentando la esperanza de un hombre y una mujer arrasados. Hasta que fue capturada con el cad¨¢ver del peque?o en el maletero de su coche.
Pero Gabriel no muri¨® tras una paliza, seg¨²n el relato del jurado. Al descartar que hubiera ensa?amiento, que es lo que sosten¨ªa la acusaci¨®n particular, dirigida por el letrado Francisco Torres, se pronunci¨® sobre uno de los puntos m¨¢s disputados del juicio. El jurado considera m¨¢s cre¨ªble el trabajo de los forenses que realizaron la autopsia al menor que el informe de dos facultativos no especializados en medicina legal que dibujaron una muerte atroz con una agon¨ªa de m¨¢s de una hora, tumbado en el suelo.
La larga exposici¨®n se detuvo despu¨¦s en los delitos por da?os ps¨ªquicos y contra la integridad hacia los padres. Unanimidad, de nuevo. Porque Quezada, simul¨® tras enterrar el cuerpo ¡°encontrarse afligida y compungida¡±, anim¨® a la familia en aquellas largas jornadas de b¨²squeda y desvi¨® la atenci¨®n de los investigadores hacia su expareja. Y, cuando desentierra el cad¨¢ver 11 d¨ªas despu¨¦s del crimen lo hace murmurando al volante del coche, con el peque?o bulto de aquel chaval que dibujaba peces envuelto en una toalla rosa sepultado de nuevo en su maletero: ¡°?D¨®nde le puedo llevar, a alg¨²n invernadero? ?No quieren un pez? Les voy a dar un pez por mis cojones¡±.
Quedaba desbaratada la versi¨®n de la mujer, que declar¨® que mat¨® al ni?o por accidente despu¨¦s de que este le insultase. O que tras hacerlo, se hubiese bloqueado como asegur¨® ante el jurado en una de las sesiones iniciales de la vista. Esas siete mujeres y dos hombres no creyeron que actuase por un arrebato, o conmocionada o bajo los efectos de los ansiol¨ªticos hallados en su bolso. Ninguno de esos posibles atenuantes les convenci¨®.
Veintis¨¦is horas y media han estado desde ¨²ltima hora de la ma?ana del mi¨¦rcoles los miembros del jurado incomunicados en una peque?a habitaci¨®n de la Audiencia de Almer¨ªa y por la noche en un hotel alejados de todo el mundo para contestar las 142 preguntas que les hab¨ªa formulado la magistrada de la Secci¨®n Segunda Alejandra Dodero, que ser¨¢ la encargada de redactar la sentencia. Con una hora de expectaci¨®n y sufrimiento concluy¨® un juicio desarrollado en siete intensas jornadas en las que testigos y peritos intentaron arrojar luz sobre una desaparici¨®n y un crimen que conmocion¨® a toda Espa?a.
Cuando los miembros del jurado abandonaron la sala, la fiscal enumer¨® las penas que pide para Quezada tras la declaraci¨®n de culpabilidad: prisi¨®n permanente revisable por el asesinato; tres a?os por lesiones ps¨ªquicas a ?ngel y un mes menos por el da?o a Patricia, prohibici¨®n de vivir en el entorno de la familia durante 30 a?os, casi un mill¨®n de euros de indemnizaci¨®n a la familia y el pago de otros 200.203,38 euros, lo que cost¨® al Estado buscar a Gabriel e investigar su muerte.
Luego tom¨® la palabra Francisco Torres. A ¨¦l y a sus hermanos, tambi¨¦n abogados, se hab¨ªan abrazado los padres varias veces antes de entrar a la sala. Con gesto grave, reclam¨® tambi¨¦n prisi¨®n permanente revisable (la controvertida pena que equivale a cadena perpetua), tres a?os de prisi¨®n por cada uno de los delitos de lesiones ps¨ªquicas y dos m¨¢s por delitos contra la integridad moral.
El abogado de la defensa, Esteban Hern¨¢ndez, son¨® casi quedo. El delito de homicidio imprudente o doloso que solicitaba apenas estaba ya en la memoria de nadie. Para su defendida, convertida en culpable de asesinato, pidi¨® ¡°lo que su se?or¨ªa estime procedente¡±.
En la calle, mientras tanto, cerca de medio centenar de voces airadas despidieron por ¨²ltima vez el furg¨®n de la Polic¨ªa Nacional que conduc¨ªa a Ana Julia Quezada. Y otras muy distintas recibieron a su salida del edificio de la Audiencia a Patricia y ?ngel. ¡°Queremos agradecer al jurado. ?bamos a luchar para que esta bruja no vuelva a pisar la calle¡±, dijo ella. ¡°Los psic¨®patas tienen que estar encerrados lejos de la sociedad para que no puedan hacerle da?o a nadie¡±, proclam¨® ¨¦l.
El dolor y el hieratismo a apenas dos metros de distancia
La peque?a sala de vistas de la Audiencia de Almer¨ªa se encontraba ayer tarde abarrotada por primera vez desde que empezase el juicio el d¨ªa 9. La madre de Gabriel, Patricia Ram¨ªrez, se sent¨® en primera fila, dando una mano a su madre y la otra a su psic¨®logo. No pod¨ªa dejar de llorar ni de moverse. Al lado de la abuela materna, el padre del ni?o, ?ngel Cruz, que busc¨® la mano de una periodista. La apret¨® muy fuerte como reclamando un ancla. Miraba una y otra vez a la acusada, hier¨¢tica, aparentemente serena. Muy distinta de los primeros d¨ªas, en los que se mostr¨® llorosa y alterada hasta el grito.
Imperturbable, vigilada por el polic¨ªa que le quit¨® las esposas, evit¨® mirar a los tres miembros de la familia golpeados por la incesante enumeraci¨®n de las causas de su dolor. ¡°?Falta mucho?¡±, preguntaba una y otra vez ?ngel Cruz, angustiado.
La madre tapaba los o¨ªdos a la abuela cuando la portavoz del jurado repet¨ªa los pasajes m¨¢s crudos del relato de hechos de la muerte del ni?o. A ratos sus cabezas se juntaban. Miraban a la mujer que hab¨ªa matado a su hijo y nieto.
El contraste entre la oleada de movimientos y gestos de dolor del primer banco y de los posteriores, en los que sollozaban otros miembros de la familia, y la quietud de la ya asesina resultaba sorprendente. Ana Julia Quezada vest¨ªa una camiseta gris con la palabra "Offline". Desconectada. Fuera de cobertura. El martes, en la ¨²ltima jornada de la vista, se hab¨ªa mostrado descompuesta y hab¨ªa pedido perd¨®n a toda Espa?a, a Dios, al hombre y a la mujer que ayer estaban a apenas dos metros, conteniendo apenas el llanto.
Cuando Patricia cabece¨® con el relato de los hechos, Quezada se gir¨® y le dio la espalda. Por primera vez en el juicio cruz¨® una pierna sobre la otra. Apoy¨® las manos, antes enlazadas, con gesto relajado. Y se atus¨® el pelo.
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