¡°?Oh capit¨¢n mi capit¨¢n!¡±
Carlos se despidi¨® como profesor y un gent¨ªo de alumnos llen¨® su camino de un un¨¢nime aplauso
Llegaba a clase y cantaba con ellos. "Oh capit¨¢n mi capit¨¢n". Los alumnos, durante los 33 a?os en que fue profesor de lengua y literatura, lo siguieron como si Carlos Socas fuera su capit¨¢n de versos y novelas. Lo despidieron este 14 de octubre como un campe¨®n de las palabras. Esos versos de Whitman para Lincoln fueron, para sus alumnos, el himno con que abrazaron y aplaudieron al maestro tras su ¨²ltima clase.
Tiene 60 a?os, aquel d¨ªa se jubil¨® y ahora quiere andar y leer. Lo juntamos con algunos que fueron sus disc¨ªpulos. ?l pos¨® con ellos, en el patio del instituto Antonio Gonz¨¢lez, de Tejina (Tenerife), donde ha pasado sus ¨²ltimos 18 a?os. Y luego, ante una mesa, explicaron la experiencia de aprender con ¨¦l. Su hija Sara (rapera en La Ventana de Francino) grab¨® en v¨ªdeo el multitudinario aplauso que recibi¨® por los pasillos del instituto tras su ¨²ltima clase. Aqu¨ª, en la biblioteca, los aplausos son palabras.
Paula, por ejemplo, estudia ya Filolog¨ªa Inglesa y busca saber de Shakespeare "por la influencia de Carlos; por su entusiasmo, por su exigencia, por hacernos c¨®mplices con lo que estudi¨¢bamos, por el orgullo de tenerlo". Gema estudia Derecho, su aplauso al maestro fue por su cercan¨ªa, "por c¨®mo impart¨ªa las clases, por su alegr¨ªa". Caroline, su padre es holand¨¦s, su madre gallega, lo abraza "por su pasi¨®n explicando". A Carla la cautiv¨® "la dedicaci¨®n: no acababa una explicaci¨®n hasta que t¨² la entendieras¡ Por hacerme leer". Le viene bien, estudiando Medicina. ?Y todos leen mucho? "?S¨ª!", gritan. Daniel (Filolog¨ªa Inglesa) vio en ¨¦l "a una persona con vocaci¨®n. A otros no se les nota tanto; ¨¦l trataba de explicarnos todo desde su propia experiencia. A m¨ª me dio visi¨®n cr¨ªtica, me hizo expresarme mejor".
No es com¨²n como maestro, sigue Daniel. "Otros lo enfocan a que pases la asignatura. Haces el ¨²ltimo examen y b¨²scate la vida¡ ?l te pon¨ªa a leer y a discutir con lo que le¨ªas". Como el maestro Emilio Lled¨®, que ense?¨® en esta tierra. Irene, que s¨ª hace Filolog¨ªa Hisp¨¢nica, comparti¨® "su emoci¨®n en las clases; la vida era para ¨¦l la literatura". Estefan¨ªa: "No impon¨ªa un orden. Quer¨ªa que fueras capaz de aprender, que pod¨ªas dar m¨¢s, que t¨² no ten¨ªas l¨ªmite".
Tras los alumnos, el maestro. Los escuch¨® sentado a un extremo de la mesa. Estaba emocionado, "como el 14 de octubre". "S¨ª, a veces dramatizaba, quer¨ªa implicarlos. Que al menos retuvieran un soneto de Garcilaso. Ellos se re¨ªan, pero se les quedaba, no lo olvidaban¡ En tercero de la ESO, antes de explicar el Renacimiento, les puse la pel¨ªcula El club de los poetas muertos. Luego, incluso los que no estudiaban nada, al llegar a clase se sub¨ªan a la mesa y gritaban ??Oh capit¨¢n mi capit¨¢n!` ?Cuidado!, les gritaba, ?que viene el jefe de estudios! Me acuerdo de uno, al que a¨²n me encuentro por ah¨ª y me grita la expresi¨®n de Horacio: ??Adi¨®s, profe! carpe diem!". Lo rodean en la mesa, tambi¨¦n, Saray, Estefan¨ªa, Karelia¡ Un clamor en Tejina.
Dio a la educaci¨®n p¨²blica "lo que la p¨²blica me dio". Viene de un pueblo humilde del sur, de padres pescadores, y quiso ser marino. "Oh capit¨¢n mi capit¨¢n". Su director en el Instituto, Pascual Molina, de Griego, lo recuerda llorando, como a todos los chicos, el 14 de octubre, el ¨²ltimo d¨ªa de sus 33 a?os de clase.
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