La plomer¨ªa infinita de la ciudad con 13.000 kil¨®metros de tuber¨ªa
Ciudad de M¨¦xico pierde el 40% del suministro de agua potable en fugas y conexiones ilegales. 150 brigadas de reparaci¨®n intentan detener la sangr¨ªa
Cuando Bernardo Armenta abre el grifo y se sirve un vaso de agua, puede darse por satisfecho: el l¨ªquido ha llegado a casa, en vez de perderse por el camino. Tiene las manos secas y agrietadas de picar asfalto y la vista acostumbrada a adivinar el resquicio por donde se escurre el agua. Un trabajo duro que asegura hacer a gusto. ¡°Uno no quiere que se desperdicie tanta¡±, dice este hombre serio de 55 a?os, pala en mano. ?l es plomero municipal desde hace tres d¨¦cadas en Ciudad de M¨¦xico, una urbe con forma de gota que pierde el 40% de su agua potable en fugas y conexiones ilegales.
La capital mexicana, donde conviven diariamente 23 millones de personas, tiene 13.000 kil¨®metros de tuber¨ªas. Es una distancia similar a la que hay en l¨ªnea recta entre esta urbe y Kabul, en Afganist¨¢n. El Sistema de Aguas de la Ciudad de M¨¦xico (Sacmex) estima que de los 32.000 litros por segundo que recibe la capital, 12.800 no llegan a su destino. ¡°Es mucha agua; en Europa se pierde alrededor del 15%¡±, reconoce el ingeniero Arturo G¨®mez, director de atenci¨®n a fugas de Sacmex. El robo de l¨ªquido mediante conexiones ilegales de comercios y ciudadanos es una parte del problema. A eso se suma la antig¨¹edad de la red. Las tuber¨ªas tienen de media unos 50 a?os -en el centro hist¨®rico llegan a los 110- y apenas el 10% ha sido cambiado. Un sistema as¨ª tiene retortijones continuos.
Este mi¨¦rcoles ha tocado una reparaci¨®n f¨¢cil. Una tuber¨ªa de 10 cent¨ªmetros de di¨¢metro en un barrio residencial. Los primeros en llegar han sido el grupo de reacci¨®n r¨¢pida conocido como Tormenta. El jefe del equipo ?scar Matas, 12 a?os sobre la grupa de una moto, ha encendido el celular a las 5.30 de la ma?ana. De diario, recibe unas 180 alarmas. ¡°Ayer me salieron 30 solo en Coyoac¨¢n [barrio del sur de la capital] y no ten¨ªa ni un solo motorista. De un tiempo para ac¨¢ se han disparado all¨ª¡±, cuenta.
La idea es llegar cuanto antes. Matas se encasqueta el ¡°esqueleto¡±, una especie de armadura de pl¨¢stico negro que le protege de los golpes y le hace parecer un guerrero futurista, y monta en su Yamaha negra. Entre acelerones y frenazos, llega al lugar de la fuga para una evaluaci¨®n r¨¢pida. Seg¨²n las autoridades, los tiempos de respuesta se han reducido de cinco horas a unos 30 minutos.
Para detener la sangr¨ªa, este a?o la capital ha asignado casi 6.000 millones de pesos al mantenimiento y modernizaci¨®n del sistema de aguas, unos 300 millones de d¨®lares, el doble que en 2018. De estos, aproximadamente 15 millones de d¨®lares han ido para la atenci¨®n a fugas y para duplicar el n¨²mero de brigadas de reparaci¨®n, de 75 a 150. El objetivo es reducir un 2% anual la cantidad de agua perdida, un porcentaje que parece peque?o pero que las autoridades ya ven como un ¨¦xito. Son unos 256 litros por segundo, un ahorro sustancial para una ciudad donde cada habitante consume a diario 300 litros.
Pese a estos esfuerzos, hasta mediados de noviembre se han reportado 11.775 fugas, un n¨²mero que va camino de superar las que hubo en todo 2018 pero que es inferior a la cifra de 2017, cuando dos terremotos sacudieron la ciudad y estas se dispararon por encima de las 17.000. Y eso es apenas la punta del iceberg. Hay un n¨²mero dif¨ªcil de estimar de fugas ¡°invisibles¡± que pueden escurrir durante a?os y no ser detectadas hasta que el agua emerge a la superficie. La capital mexicana se asienta sobre terreno s¨ªsmico y los temblores, aunque sean de magnitudes menores, provocan roces continuos en unas tuber¨ªas ya rechinantes.
Con las botas puestas, Armenta llega al lugar de la fuga en una camioneta cargada de palas, picos y taladros. Le siguen dos operarios m¨¢s j¨®venes que le llaman ¡°maestro¡±. ¡°Vamos a ir para all¨¢¡±, les dice, y apunta hacia un punto indeterminado en la calzada: ¡°All¨ª brota el agua; la tierra te lo va diciendo. Es m¨¢s fina, de color caf¨¦¡±. Siguiendo el dedo del maestro, la brigada empieza a romper el suelo; primero con el taladro, despu¨¦s a mazazos. Los trozos de asfalto caen hechos pur¨¦ en un agujero cada vez m¨¢s profundo.
Mientras Armenta se abre paso, el grupo Tormenta enfila en moto el Paseo de la Reforma, la gran avenida de la capital, hacia un problema mayor. Otra brigada lleva tres d¨ªas reparando la juntura de una tuber¨ªa de 1,20 metros de di¨¢metro. ¡°Se debi¨® mover por el sismo [de 2017]. Puede llevar a?os, pero no la hemos visto¡±, explica Juan Moreno, jefe de cuadrilla y antiguo jardinero de 48 a?os. Han tenido que cavar cuatro metros y medio y extraer unos 15 metros c¨²bicos de tierra sin excavadora porque no hab¨ªa ninguna disponible. ¡°Pico y pala¡±, se resigna Moreno.
Cerca de all¨ª, Carlos Rodr¨ªguez, de 48 a?os, busca m¨¢s fugas con la ayuda de un ge¨®fono, una especie de estetoscopio que permite auscultar la tierra. Busca sonidos, dice, como el ¡°shhh de una olla expr¨¦s¡± si en la tuber¨ªa hay presi¨®n o ¡°el glu glu de cuando te sumerges en una alberca¡± si no la hay. Aguza el o¨ªdo, pero por ahora no se escucha ni ¡®glu glu¡¯ ni ¡®shhh¡¯. En apoyo a los ge¨®fonos, el Ayuntamiento est¨¢ considerando utilizar fotograf¨ªas t¨¦rmicas por sat¨¦lite para detectar m¨¢s r¨¢pido los puntos rojos.
Cualquier ayuda es poca. Adem¨¢s de perder agua, el suministro se encuentra en una situaci¨®n cr¨ªtica. Desde mediados de septiembre, los grifos y las duchas de la capital sueltan un 10% menos de l¨ªquido. Las presas est¨¢n por debajo de su nivel habitual y el acu¨ªfero sobre el que se asienta la urbe est¨¢ sobreexplotado. El centro de investigaci¨®n internacional Instituto de Recursos Mundiales dio recientemente a Ciudad de M¨¦xico una nota de 4.9 sobre 5, equivalente a un nivel de estr¨¦s h¨ªdrico extremo.
A pie de calle, Armenta y su equipo llevan la lucha diaria. Por fin, han encontrado el punto que escurre. ¡°Tr¨¢ete un tap¨®n y la llave¡±, le dice a uno de sus compa?eros. Extraen la abrazadera, la pieza que conecta la tuber¨ªa con el ramal de una de las casas. Tendr¨¢ unos 50 a?os, calcula el maestro. De ¨®xido rojizo y protuberancias de aspecto marino, parece un crust¨¢ceo extra¨ªdo del fondo del mar. Armenta se lava las manos cubiertas de barro y bebe un trago de su botella; a¨²n le quedan un par de reparaciones por delante. ¡°Nunca acaba¡±, dice. ¡°Siempre hay una fuga que reparar¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.