Godzilla y la convivencia

Como vivo del sudor de mi frente y bastante al d¨ªa, sin mangancias que legar ni herederos distra¨ªdos, ocupo en alquiler un peque?o y razonable apartamento de un decente edificio, suerte la m¨ªa, administrado por una empresa familiar que mantiene la finca a punto. Casi a la par que las directrices del Gobierno nos llegaron circulares del administrador, con instrucciones precisas para mantenernos sin contaminar y a nuestra vez no contaminar zonas comunes.

Nos lleg¨® tambi¨¦n una discreta comunicaci¨®n, pidiendo a un an¨®nimo vecino que tocaba un potente instrumento (al parecer, muy fuerte y a todas horas: estoy medio sorda, as¨ª que ni me enter¨¦), que nos dejara tranquilos. Y se ha hecho el silencio, me tranquilizan los de fino o¨ªdo.

Pura civilizaci¨®n, pura convivencia. Desde ambas es muy f¨¢cil retroceder a la caverna. Guard¨¦monos.

Un par de tardes atr¨¢s, en la SER, afirm¨¦ que me entretengo mucho viendo Godzilla. Se cuentan por decenas las versiones del mejor, el inicial, aquel cl¨¢sico japon¨¦s con su gigantesco lagart¨®n surgiendo en blanco y negro de las aguas, v¨ªctima, ¨¦l mismo, de experimentos radioactivos. No todos los godzillas son visibles pero s¨ª ¨²tiles. Porque en estas historias catastr¨®ficas siempre hay un mezquino, alguien que no piensa m¨¢s que en s¨ª mismo, en sus intereses, ideolog¨ªas y fanatismos. Y no lo digo por el m¨²sico de mi escalera, bendita sea su estampa. Lo digo por los babosos y babosas que nos salpican con su memez maligna.

Habr¨¢ que mandarles una contundente circular. O hacernos los sordos.

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