Ficciones
Al menos hasta ahora, ha habido una bifurcaci¨®n entre los enunciados y lo que de verdad se viv¨ªa en la calle
No es una sensaci¨®n agradable que tu hijo descubra de pronto que no eres todopoderoso. Yo, que estoy entre los privilegiados para los que vivir no es un drama diario, lo sent¨ª por primera vez el otro d¨ªa viendo el telediario, en el silencio sorprendido con que el m¨ªo recibi¨® la noticia de que hab¨ªa pol¨ªticos infectados a los que se estaba haciendo la prueba que a nosotros se nos hab¨ªa negado. Hace poco m¨¢s de tres semanas, enferm¨® de una fuerte gripe junto a seis ni?os de su clase y la profesora de Matem¨¢ticas. Hasta una semana despu¨¦s, cuando ca¨ªmos mi mujer y yo, no se me ocurri¨® que el hecho de que estudiara en un colegio italiano aportaba razones no tan remotas para la inquietud. No se tuvieron en cuenta porque no hab¨ªamos estado en China ni en Italia y eran los tiempos en los que todav¨ªa se negaba el contagio local. Sigo sin saber si mis sospechas eran fundadas, a pesar de que, entretanto, mi madre, de 81 a?os, tambi¨¦n ha enfermado.
La realidad demenciada que estamos viviendo no lo es solamente por el ambiente de pel¨ªcula dist¨®pica; lo es porque, al menos hasta ahora, ha habido una bifurcaci¨®n entre los enunciados y lo que de verdad se viv¨ªa en la calle. Dec¨ªan, si sientes s¨ªntomas no acudas al hospital, llama a los tel¨¦fonos habilitados; y luego resultaba que en esos tel¨¦fonos nadie respond¨ªa. Advert¨ªan: ponte mascarillas para proteger a los otros; y sucede que en las farmacias madrile?as ni hay mascarillas ni se las espera. Recomendaban: ante la m¨ªnima sospecha, a¨ªslate. Pero c¨®mo hacerlo, nos pregunt¨¢bamos, si eres un empleado y tu empleador te espera. Los ni?os van a trabajar telem¨¢ticamente con sus profesores, pero resulta que a¨²n hay cerca de 90.000 familias madrile?as para las que quedarse sin comedor escolar es un descalabro, ya que en ellos sus hijos realizan la comida fuerte del d¨ªa. ?Cu¨¢ntas de ellas tienen ordenador en sus casas?
Desde la declaraci¨®n de alarma se percibe un esfuerzo por acercar los enunciados a la realidad; sin embargo, seguimos olvid¨¢ndonos de quienes no pueden quedarse en casa porque no la tienen, y el parte diario de infectados sigue siendo una ficci¨®n.
Mi hijo est¨¢ a punto de cumplir 11 a?os y, como todos los ni?os, estos d¨ªas est¨¢ absorbiendo, protegido en su inocencia, cantidades ingentes de informaci¨®n que por fuerza lo har¨¢n menos inocente. Su madre y yo seremos menos poderosos a sus ojos, y eso est¨¢ bien. Lo fortalecer¨¢. Seguramente, el mundo le parecer¨¢ algo m¨¢s hostil y crecer le d¨¦ un poco m¨¢s de miedo. A veces pienso que eso ser¨¢ todo, y otras veces, cuando me atrevo a ser optimista, me digo que tal vez esta experiencia haga a toda su generaci¨®n m¨¢s solidaria y responsable que las anteriores, menos conformista y proclive a los individualismos inducidos y m¨¢s consciente de la necesidad de reforzar lo colectivo mediante un pacto social justo. Ha sucedido en otras ocasiones en que la gente com¨²n ha tenido que unirse para ganar guerras o sobrevivir a derrotas convulsas. Ejemplos de que no deber¨ªa ser imposible se advierten estos d¨ªas en la seriedad concentrada de muchos madrile?os, en la entrega de quienes est¨¢n en primera l¨ªnea, donde no hay tiempo para enunciados y las palabras significan exactamente lo que necesitan significar.
Marcos Giralt Torrente es escritor y premio Nacional de Narrativa en 2011.
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