En la cama con Maduro
Veo a Nicol¨¢s Maduro alabando mi trabajo, diciendo que vio la cuarta temporada de ¡®La Casa de Papel¡¯. Definitivamente, son d¨ªas raros
Son las cinco y veinte de la ma?ana y estoy comiendo almendras mientras veo a Nicol¨¢s Maduro alabando mi trabajo. Definitivamente, son d¨ªas raros. El v¨ªdeo me ha llegado por WhatsApp varias veces mientras dorm¨ªa. Sale Maduro diciendo que vio la cuarta temporada de La Casa de Papel el fin de semana, que la recomienda. Despu¨¦s, canta Bella Ciao como si fuera una nana y termina la alocuci¨®n con un misterioso ¡°ah, bueno¡±.
Recuerdo que tambi¨¦n le o¨ª recomendar una vez Al Rojo Vivo, y Zapeando, y La que se avecina. Es curioso c¨®mo puedes tener vocaci¨®n de cr¨ªtico de tele y acabar presidiendo un pa¨ªs. Supongo que ¨¦l ha demostrado que son dos actividades que se pueden hacer en ch¨¢ndal.
¡°Cinco y veinte¡±, suspira mi cerebro, ¡°y aqu¨ª est¨¢s, haciendo caf¨¦¡±. Le respondo que ahora no podemos movernos en el espacio, que me disculpe si empiezo a desparramarme en el tiempo. Los dos sabemos que una cosa no compensa la otra, pero as¨ª son estos d¨ªas: equilibrios que no compensan.
El desequilibrio que m¨¢s me cuesta es el de los sentidos. Yo tengo la vista y el o¨ªdo plenamente satisfechos; veo a mi mujer y a mi madre, las dos en otras ciudades, varias veces al d¨ªa. Pero el olfato y el tacto llevan m¨¢s de un mes sin comerse una rosca. Y estoy descubriendo que siento mucho m¨¢s con la nariz que con los ojos.
Deber¨ªan verme entrar al ascensor. Parezco Robinson oteando el horizonte, buscando rastros. Oler a alguien antes era casi molesto, pero ahora se ha convertido en el acto m¨¢s evocador de mis d¨ªas.
A veces, huele a pan y pienso en gente que no come sola; en una mesa y en un p¨¢same el agua y en limpiarse sin darse cuenta con la servilleta del de al lado. Hoy eso parece un despiste de otra civilizaci¨®n.
Otras, huele a lej¨ªa. Y entonces pienso que alg¨²n vecino ha fregado los botones y la puerta, por si acaso. Yo tambi¨¦n lo he hecho alg¨²n d¨ªa. No s¨¦ si es ¨²til o por cu¨¢nto tiempo, pero te hace sentir mejor.
Y qu¨¦ les voy a decir del d¨ªa que ol¨ªa a chica. Sub¨ª las once plantas inhalando como si fuera Vicks VapoRub para el alma. Con los ojos se ven los recuerdos en las fotos, pero con el olfato se viaja a la foto. Y all¨ª estaba yo, en el instituto, enamorado de una chica a la que no consegu¨ª poner cara porque el chute se deshizo antes de tiempo.
Estos d¨ªas no hay olores, ni tacto humanos en mi casa. Son los territorios que quedan sin virtualizar; all¨¢ donde no hemos conseguido llegar en las ficciones ni con las pantallas de los tel¨¦fonos. Antes, cre¨ªa que iba a salir de aqu¨ª directo a los bares, pero ahora s¨¦ que saldr¨¦ corriendo hacia su olor, como un cerdo a por trufas. Lo s¨¦ porque hoy en la almohada de al lado, en vez detectar su pelo antes de abrir los ojos, encontr¨¦ el m¨®vil. Y, en el m¨®vil, a Nicol¨¢s Maduro, el cr¨ªtico de televisi¨®n, habl¨¢ndome antes de poner un pie en el suelo. Y ese cambio de una cosa por otra, aunque llamativo, me parece inaceptable.
Javier G¨®mez Santander es guionista de La Casa de Papel
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