¡°Los de los pueblos peque?os somos ahora archimillonarios¡±
Los municipios y pedan¨ªas de menos de 5.000 habitantes acarician la vieja normalidad con paseos sin separaci¨®n por franja horaria pero sin bares
A Paco, marinero jubilado de Laxe (A Coru?a), se le frunci¨® el ce?o cuando vio en la prensa hace meses que un extra?o virus circulaba por China. ¡°Supe que ese bicho vendr¨ªa a Europa y a Am¨¦rica¡±, recuerda. Para ¨¦l, que tras nacer en una esquina de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica recorri¨® las costas del Lejano Oriente y de la India hace 60 a?os a bordo de un petrolero de Exxon, el mundo es global desde mucho antes de que fuese bautizado as¨ª. A sus ¡°70 y tantos a?os¡±, Paco rompi¨® este s¨¢bado su confinamiento de casi 50 d¨ªas paseando por primera vez junto al mar y con bast¨®n, mezclado entre ni?os y deportistas pero con la debida distancia.
Laxe es uno de esos 6.800 Ayuntamientos espa?oles y 3.000 pedan¨ªas (entidades locales menores dependientes de un municipio) elegidos para acariciar la vieja normalidad por no superar los 5.000 habitantes. En estos lugares que no conocen las aglomeraciones, no rige ninguna franja horaria. Abuelos y nietos pueden saludarse desde lejos si se cruzan por el paseo mar¨ªtimo. ¡°En los pueblos peque?os ahora somos archimillonarios. Ves las ciudades y se te cae el alma a los pies¡±, afirma Lola Costa, de 55 a?os, que ha desempolvado su bici despu¨¦s de 20 a?os para hacer carreras con su nieto Dar¨ªo, de seis, en paralelo a las dunas de arena blanca. Esta pescadera respira optimismo: ¡°Salimos de una guerra. Ardieron los montes y resurgieron. Acu¨¦rdate del Prestige y mira ahora el mar. Saldremos de esta, solo hay que adaptarse¡±. Las agujetas que seguro le regalar¨¢ su tard¨ªo regreso al ciclismo las piensa combatir con ¡°tres kilos de pl¨¢tanos¡±. Y repite: ¡°Se sale de todo¡±.
El pat¨®geno aquel que tanto mosque¨® a Paco ha infectado en Laxe a una sola persona, seg¨²n los vecinos, pero el da?o infligido es bien grande. Este municipio de Costa da Morte, donde el miedo se ha extendido m¨¢s que el coronavirus, vive de la pesca y el turismo; la venta de pescado ha ca¨ªdo y la temporada de verano la dan por perdida. ¡°Esta crisis le ha quitado al pueblo la poca vida que tiene¡±, lamenta Mari Carmen Correa, de 73 a?os, que ha superado el confinamiento en una vivienda con unas vistas al mar que consegu¨ªan cada ma?ana ¡°levantarle el ¨¢nimo¡±. Ella que vivi¨® seis a?os en Barcelona en un piso sin ventanas a la calle se ha acordado mucho de quienes desde sus hogares no pueden ver m¨¢s all¨¢ de ¡°un patio interior con tendales¡±.
?Conseguir¨¢ la pandemia atraer poblaci¨®n a esa Espa?a que pierde vecinos a?o a a?o? ¡°La gente que es de ciudad prefiere la ciudad y seguir¨¢. Y a los que nos gusta el rural lo valoraremos a¨²n m¨¢s. Cada uno tiene sus estructuras mentales y no creo que cambien¡±, sostiene Daniel Crespo, de 28 a?os, profesor de ingl¨¦s en el instituto de Laxe, que retom¨® este s¨¢bado su vocaci¨®n de corredor en mejor forma de la que imagin¨® durante el confinamiento, cuando quem¨® kil¨®metros caminando por el pasillo de su casa. La redera Rosario Toja, de 32 a?os, tampoco lo ve claro: ¡°Estos d¨ªas vamos a ser la envidia, pero eso no nos va a revivir¡±.
Como buen pueblo tur¨ªstico, Laxe cobra vida callejera sobre todo los fines de semana y en verano. M¨¢s all¨¢ de las mascarillas y la falta de corrillos, este s¨¢bado tremendamente extra?o. Noelia Cousillas, estudiante de Turismo de 20 a?os a la que la crisis pill¨® de Erasmus en Croacia, tiene claro qu¨¦ es lo que falta: ¡°Es la hora de los vinos y todos los locales est¨¢n cerrados¡±. El peque?o Dar¨ªo, el nieto de Lola Costa que pasa pedaleando como una bala, sue?a con que llegue otra normalidad: ¡°Esperemos que pueda volver este verano a navegar en la lancha con su abuelo y pescar, porque ese es su mundo¡±.
El Saler es otro mundo
Si los vecinos de El Saler han notado este s¨¢bado que se pod¨ªa hacer ejercicio despu¨¦s de 48 d¨ªas de confinamiento, ha sido por el gran n¨²mero de ciclistas que han atravesado esta peque?a pedan¨ªa de Valencia, desde poco m¨¢s all¨¢ de las seis hasta las diez de la ma?ana. ¡°Han venido casi como antes, aprovechando el carril bici, y en grupos¡±, comentaba Ra¨²l en un supermercado frente al frondoso pinar que separa el peque?o n¨²cleo urbano de la playa. Al ser dependiente administrativamente del Ayuntamiento de Valencia, los visitantes no llegan a salir del municipio a pesar de pedalear durante m¨¢s de ocho kil¨®metros y de pasar casi a otro mundo.
"Aqu¨ª se vive muy bien, tranquilos, con los pinos, la playa y sin los coches de la ciudad¡±, apunta Juanjo, que trabaja de estibador. Opini¨®n refrendada por Christian, con un acento franc¨¦s que denota su origen pero no oculta su dominio del espa?ol coloquial: ¡°Se vive de puta madre. Y si tienes hijos, a¨²n mejor. Mi mujer es de aqu¨ª. Fuimos a trabajar a Barcelona, luego a Valencia y hemos vuelto¡±, comenta en una de las escasas calles de El Saler, que cuenta con unos 1.700 habitantes censados, si bien muchos de ellos viven dispersos en algunas urbanizaciones, que se construyeron antes de la declaraci¨®n como parque natural de La Albufera.
La calle se anima. Empiezan a salir y hablar vecinos desde los balcones. ¡°Yo me he enterado hoy de que, como somos pedan¨ªa, tenemos las mismas normas que los pueblos¡±, comenta Rafa. Es decir, que las salidas a la calle en El Saler no se han dividido por franjas horarias ni de edad como en los municipios de menos de 5.000 habitantes. ¡°Aqu¨ª estamos todos juntos, qu¨¦ vamos a hacer si no. Yo no he salido del portal de mi casa, porque mi hija no me deja moverme. Me lo traen todo¡±, interviene In¨¦s, una anciana que conserva un valenciano genuino pese a la cercan¨ªa con la castellanizada capital. ¡°Yo s¨ª que sab¨ªa lo de las pedan¨ªas, porque hay que estar al tanto de todo lo que pasa¡±, afirma Rafa en su supermercado, un punto de referencia ahora m¨¢s que nunca, cuando est¨¢n cerrados los bares, restaurantes y hoteles.
Se respira cierto aire de est¨ªo. El sol eleva la temperatura a m¨¢s de 30 grados. Sin embargo, no hay nadie en la playa, algo impensable un s¨¢bado, con este calor, en un enclave como El Saler. No hay ba?istas, nadie busca refugio en las dunas. Un hombre aparece paseando un perro y sin camiseta. Parece que lleva una toalla y tiene intenci¨®n de lanzarse al agua, pero ante la presencia de extra?os, tan solo se acerca a la orilla. El final, el ¨²nico que se ba?a es el perro.
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