La enfermedad mental en un mundo de delirio
Los psiquiatras explican que sus pacientes ya estaban acostumbrados a palabras como estigma y distancia social
¡ª?Lo llev¨¢is bien?
¡ªBueno. Lo nuestro se agrava porque hay mucho tiempo para pensar.
Muchos de los problemas de Bel¨¦n, que responde a la pregunta, y de los compa?eros de Bel¨¦n que la rodean, proceden del mismo lugar con el que piensan, el cerebro. David, por ejemplo, est¨¢ obsesionado con arreglar televisores; los destripa, los vuelve a montar, les da luz o sonido si lo han perdido. Pregunta a unos y a otros si sus aparatos electr¨®nicos est¨¢n bien; si no, ¨¦l los puede arreglar. Y encuentra en la realidad suficientes motivos para compararla con la electricidad. La vida, por ejemplo, se ha desenchufado. Contra eso no puede hacer nada. ?Lo acusan los pacientes de salud mental?
Ra¨²l, un hombre de 51 a?os, dice que mirar atr¨¢s le produce ansiedad. ¡°Entr¨¦ hace cuatro a?os con una crisis nerviosa fatal. Y hoy estoy mejor, s¨¦ que las cosas est¨¢n mal fuera, pero yo estoy mejor¡±. Celia, 48 a?os, tuvo un grave problema familiar; perdi¨®, dice, la voluntad, y se encuentra mejor en la residencia que en casa. Lee, hace cuentas, valora la situaci¨®n: ¡°La nuestra, la de los enfermos mentales, no es la de antes. No hay tanto se?alamiento, no te marginan ya tanto¡±. Prudencio tiene 49 a?os, estudi¨® Derecho en la Aut¨®noma de Madrid, y al acabar la carrera y disponerse a buscar empleo, enferm¨®; lleva cuatro a?os y seis meses en la residencia. ¡°?Hemos perdido el tiempo?¡±, pregunta Bel¨¦n, 45 a?os. Mar¨ªa Jes¨²s, de 42, que fue ingresada con un trastorno l¨ªmite de la personalidad, cree que no. ¡°Nos hemos conocido m¨¢s al estar ahora encerrados aqu¨ª, la directora y el personal ayudan much¨ªsimo, y la experiencia est¨¢ siendo para todos muy buena¡±.
No siempre fue as¨ª. Estamos en el barrio de Hortaleza de Madrid, en una de las residencias, dirigida por Amaya D¨ªaz, que la fundaci¨®n Manantial gestiona de forma concertada con la Consejer¨ªa de Pol¨ªticas Sociales y Familia. Ocurri¨® aqu¨ª como en tantas otras repartidas por toda Espa?a. ¡°Imag¨ªnate hablar de confinamiento en una residencia donde viven 30 personas m¨¢s los profesionales. El efecto que provoca¡±, dice Ra¨²l G¨®mez, director las residencias de Manantial. ¡°Nuestra principal dificultad es gestionar las entradas y salidas. Nos ayud¨® mucho la polic¨ªa pero no de la forma que se piensa, sino hablando. Les pedimos que viniesen a dar charlas, vinieron y les dijeron: ¡®Pasa esto, este es el panorama, necesitamos que nos ayud¨¦is porque vamos todos a una y est¨¢ todo el mundo igual, y os necesitamos como a cualquiera¡¯. Desde ah¨ª, no desde el autoritarismo, se han conseguido much¨ªsimas cosas¡±.
Los usuarios de Manantial est¨¢n en r¨¦gimen abierto porque proceden de unidades psiqui¨¢tricas del sistema hospitalario, donde la situaci¨®n es diferente porque el estado de la enfermedad tambi¨¦n lo es.
¡°Hemos atendido a gente 10 a?os confinada¡±, explica un sanitario
Jose Juan Uriarte Uriarte, jefe del servicio de adultos de la red de Salud Mental de Bizkaia, perteneciente a Osakidetza (Servicio vasco de Salud), explica: ¡°Nuestros pacientes m¨¢s graves, aquellos que pr¨¢cticamente viven en nuestros hospitales psiqui¨¢tricos, o los que se han visto confinados en sus viviendas, en pisos tutelados y residencias, han tenido y tienen un comportamiento ejemplar. Similar al de la poblaci¨®n general, pero con menos opciones para sobrellevar las restricciones. En muchos casos llevan semanas sin salir del hospital, sin recibir visitas y sin actividades que alivien la rutina. Y sin acceso a Netflix o a comprar en Amazon¡±.
¡°Lo que nos va a venir en el aspecto psiqui¨¢trico cuando esto acabe, ni lo sabemos. La gente se desestabiliza, se emparanoia. El que es paranoico se vuelve m¨¢s paranoico¡±, dice Ra¨²l G¨®mez. ¡°Hay un chico en la residencia de Parla que tiene una paranoia con el ej¨¦rcito, que el Ej¨¦rcito va a venir, que el ej¨¦rcito no s¨¦ qu¨¦. Y resulta que aparece la UME en la residencia con los cascos, los trajes, la protecci¨®n. Claro, este chico... El Ej¨¦rcito vino para ayudar, para desinfectar, para preguntarnos qu¨¦ necesit¨¢bamos. Pero deliramos en torno a los contextos. Cuando atentaba ETA hab¨ªa much¨ªsimos delirios sobre ETA. Ahora va a haber delirios que ya ni s¨¦, si ya la situaci¨®n es delirante que no veas. Imag¨ªnate a nuestros pacientes saliendo a la calle, vi¨¦ndolas vac¨ªas, todo cerrado, a gente con mascarillas y a la polic¨ªa y al Ej¨¦rcito por ah¨ª. Juan Jos¨¦ Mill¨¢s tiene una frase que dice: ¡®La realidad es un delirio consensuado¡±.
El psiquiatra Rub¨¦n de Pedro, del equipo de cuidados a personas sin hogar de Osakidetza en Bizkaia, pasea por Bilbao mientras visita a pacientes atendidos por ¨¦l. Una de ellas es una mujer obsesionada desde hace a?os con la limpieza y que se acaba de romper una pierna. Tendr¨¢ que ser enviada a un albergue, pero no quiere que nadie la toque por temor a contagiarse. ¡°Hay psicosis paranoides¡±, explica De Pedro, ¡°como creer que te est¨¢ persiguiendo la polic¨ªa todo el d¨ªa o que los vecinos hacen ruido que se est¨¢n convirtiendo en una realidad. La polic¨ªa est¨¢ en la calle, los vecinos hacen ruido, hay paranoia social. La gente que vive continuamente en la paranoia ya est¨¢ adaptada. Y la gente que tiene un trastorno compulsivo grave, aquellas que tienen miedo a contagiarse de enfermedades por medio de microorganismos y que por eso evitan tocar cosas y se lavan compulsivamente las manos, se han adaptado muy bien a la situaci¨®n actual. Incluso te dicen: ¡°Ves, ves c¨®mo ten¨ªa yo raz¨®n...¡±.
¡°Nosotros¡±, dice G¨®mez, ¡°hemos atendido a gente que llevaba 10 a?os sin salir de la habitaci¨®n. Con la esquizofrenia, que tiene el componente paranoico muy grande. Si t¨² sientes que el mundo te va a agredir, te repliegas. Lo que estamos haciendo nosotros lo han hecho ellos toda la vida¡±
Con las personas de la calle, sigue De Pedro, se est¨¢ dando una situaci¨®n muy parad¨®jica. ¡°Por culpa del confinamiento, en Bilbao se han habilitado dispositivos para alojar a los que no tienen un hogar. Y la gente que est¨¢ en la calle se encuentra de repente con un techo y dice: ¡®Joder, ?y esto no se pod¨ªa haber hecho antes que est¨¢bamos en la puta calle? Tambi¨¦n hay otros que quieren que se les deje en paz, en su acera o en su parque. Pero en general es sorprendente la capacidad que est¨¢n teniendo para adaptarse a la situaci¨®n¡±.
Lo cierto es que la gente est¨¢ sola, pero los que ya estaban solos lo est¨¢n ahora a¨²n m¨¢s. Y se escuchan y se leen en la calle y en los medios palabras que parece que cobran un nuevo sentido durante el confinamiento porque afectan a todos: aislamiento, estigma, encierro, distancia social. Carlos Ma?as, un vigu¨¦s de 54 a?os que tiene trastorno bipolar, reflexiona: ¡°Distancia social es la que he vivido yo toda mi vida con la sociedad. Todos me hab¨¦is puesto dos metros de distancia en mi relaci¨®n con el mundo. ?Ahora de repente os alarm¨¢is? Esta crisis no es m¨ªa, esta crisis es vuestra¡±.
¡°Distancia social es la que yo he vivido toda mi vida¡±, dice un paciente
¡°Hay algunos colegas que dicen que despu¨¦s de esto va a venir una avalancha de salud mental y hay otros que decimos, bueno, vamos a ver qu¨¦ ocurre", dice Fernando Gonz¨¢lez, jefe de Infancia y Adolescencia de los servicios p¨²blicos de salud mental en Bizkaia. ¡°En general yo creo que esta vivencia de solidaridad colectiva hace diferente esta pandemia de otros desastres o adversidades sociales m¨¢s puntuales que se han podido sufrir, como el 11-M, que fue mucho m¨¢s circunscrito a unas familias, para las que fue terrible. Vamos a estar atentos, pero con atenci¨®n primaria y con el sector educativo tendremos que coordinarnos para que no se patologicen o se psiquiatricen demasiado algunas expresiones del malestar que pueden tener algunos menores. Se tiende a medicalizar los problemas de la vida, el sufrimiento. Quiz¨¢s es la parte que pagamos por nuestro individualismo: al final todos queremos resolver de una forma r¨¢pida nuestro malestar, vamos al m¨¦dico o al profesor y este dice: ¡®pues vete al psic¨®logo o vete al psiquiatra¡¯, y nos derivan¡±.
Jos¨¦ Juan Uriarte est¨¢ de acuerdo: ¡°Los profesionales de la salud mental no sabemos m¨¢s de la vida que cualquier otra persona, sabemos de enfermedades. Las adversidades no se afrontan con psicoterapia o antidepresivos y ansiol¨ªticos, se afrontan con el apoyo del entorno y las medidas que se puedan tomar para atenuar el impacto social y econ¨®mico que los Gobiernos sean capaces de arbitrar. No ser¨¢ la soluci¨®n un ej¨¦rcito de psic¨®logos o psiquiatras recomendando obviedades y recetando ansiol¨ªticos a personas sanas pero agobiadas por las circunstancias. Y adem¨¢s esto tiene el riesgo de que dejemos de lado a nuestros pacientes m¨¢s graves, para los que adem¨¢s s¨ª tenemos conocimiento y herramientas para su tratamiento¡±.
Hace unas semanas, Ra¨²l G¨®mez escuch¨® en la radio el testimonio de un m¨¦dico que hab¨ªa pasado la enfermedad y dec¨ªa: ¡°Me di cuenta de lo duro que es estar enfermo en un hospital y no ver a tu familia¡±. ¡°Y yo pensaba: ¡®Si esto les pasa a mis pacientes todos los d¨ªas¡¯. Con crisis y sin crisis. Cuando una persona ingresa en una planta de Psiquiatr¨ªa y lo primero que les restringes son las visitas familiares. Y lo hacemos en nombre de un miedo determinado, porque no est¨¢ justificado para nada. De hecho, lo que m¨¢s ayuda a alguien es tener un apoyo familiar. Y eso ahora lo estamos viendo todos, que necesitamos a nuestra familia, que no podemos estar d¨ªas, semanas o meses teni¨¦ndola cerca y no puedes verla¡±.
Rodrigo Ora¨¢ es psiquiatra y jefe del Servicio de Adicciones de la red de Salud Mental de Osakidetza en Bizkaia. ?La disminuci¨®n del consumo de drogas no es al menos una buena noticia? ¡°El desconfinamiento traer¨¢ otra vez los est¨ªmulos de siempre. El tigre no est¨¢ cazado, el tigre est¨¢ agazapado y vendr¨¢¡±. ¡°Por otro lado¡±, prosigue, ¡°las adicciones tambi¨¦n son formas de intentar afrontar sufrimientos que viene de traumas o de cualquier otro problema mental. Manejar una adicci¨®n no es solo no consumir, sino tratar otros aspectos¡±.
Al doctor Ora¨¢ le preocupan sobre todo aquellas personas que est¨¢n mal y a¨²n no se han decidido a pedir ayuda. Cuenta lo que le ocurri¨® a un hombre que iba a ser padre en una semana. ¡°Llevaba unos d¨ªas d¨¢ndole vueltas a la cabeza, preocupado con ir al hospital, con poder contagiarse en el parto, si iban a atender bien a su mujer..., y esto le hab¨ªa llevado a una situaci¨®n de tanta tensi¨®n que se autolesionaba, se golpeaba. Estas personas que empiezan a darle vueltas a la cabeza por temor a contagiarse acaban estando varios d¨ªas sin dormir y esto tiene consecuencias. Personas que pod¨ªan no tener antecedentes y que quiz¨¢s, como mucho, eran personas preocupadas por la salud. Eran personas que ten¨ªan su trabajo, sus relaciones normales y que ahora, una vez interrumpidas esas estrategias que todos tenemos, el roce social, el estar con unos colegas hablando, el ejercicio para algunos, para otros ir al cine, o al teatro, o el f¨²tbol, se quedan a solas con sus obsesiones. La desaparici¨®n de estos entretenimientos que daban un poco de cohesi¨®n a la vida diaria est¨¢ haciendo que personas que antes no hab¨ªan tenido problemas aparezcan, de pronto, por los servicios de Urgencias con un sufrimiento brutal, enorme¡±.
Pocos contagios y preocupaci¨®n por la anorexia
El hospital psiqui¨¢trico de Zamudio pertenece a la red de salud mental de Osakidetza en Bizkaia, que dispone de dos hospitales psiqui¨¢tricos m¨¢s (Bermeo y Zaldibar), 25 centros de salud mental y cuatro equipos de atenci¨®n a domicilio. La atenci¨®n se completa con los servicios de agudos de los hospitales de Galdakao, Basurto y Cruces. El viernes, solo uno de los internos estaba en aislamiento aquejado de coronavirus en Zamudio. Hace unos d¨ªas eran cuatro. La jefa de psiquiatr¨ªa, Concha Peralta, y la de enfermer¨ªa, Bego?a Morales, explican que, pese a las medidas de seguridad adoptadas para luchar contra la pandemia, el funcionamiento del centro no se ha visto alterado. ¡°Lo que m¨¢s nos ha llamado la atenci¨®n¡±, explican, ¡°es el comportamiento ejemplar tanto de los pacientes como de sus familias¡±. De 25 residencias comunitarias m¨¢s pisos supervisados que dependen de la Comunidad de Madrid, donde viven casi 1.000 personas, hay dos positivos por covid-19 y 11 personas en aislamiento. La fundaci¨®n que los gestiona cree que el escaso contacto de los usuarios de las residencias con otras personas, y la consciencia poco a poco de la situaci¨®n y, por tanto, su confinamiento puede ser la raz¨®n de que el efecto del coronavirus se haya controlado.
¡°En los chavales m¨¢s vulnerables¡±, explica el doctor Fernando Gonz¨¢lez, de Osakidetza, ¡°una cosa que nos ha llamado la atenci¨®n han sido las anorexias, que es una problem¨¢tica propia de la adolescencia. Se descompensan mucho m¨¢s, se generan tensiones con todo lo que tiene que ver con la comida, y las discusiones con los padres han sido importantes. Y algunos otros con los temas t¨ªpicos de utilizaci¨®n de m¨®viles y de Internet¡±.
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