La odisea para retornar de los que salieron huyendo de Venezuela
El Gobierno de Nicol¨¢s Maduro restringe el ingreso de alrededor de 75.000 migrantes venezolanos que buscan regresar a su pa¨ªs desde Colombia en medio de la pandemia
Curtida en largos trayectos por carretera durante los tres a?os largos que ha vivido en Colombia, Wildelis Verano (25 a?os) aguarda junto a sus dos peque?as hijas en una carpa sobre el and¨¦n de la Terminal del Norte de Bogot¨¢. Se muestra esperanzada de montarse en un autob¨²s que las lleve hasta la frontera, pasar por uno de los corredores humanitarios, y de all¨ª seguir hasta su natal Valencia, en Venezuela. Sabe que su traves¨ªa es una carrera de obst¨¢culos en medio de la pandemia, m¨¢s ahora que el Gobierno de Nicol¨¢s Maduro ha limitado el ingreso de los retornados. ¡°Nosotros hemos escuchado tantas cosas que lo que dice ¨¦l ya no nos preocupa¡±, afirma. ¡°Yo ya siento que estoy cerca¡±.
Su primera huida, desde Venezuela, estuvo marcada por la tragedia. Nada m¨¢s llegar a la capital colombiana se enter¨® de que Wilber, su hijo de 4 a?os al que hab¨ªa dejado al cuidado de sus abuelos, hab¨ªa muerto por una apendicitis y peritonitis mal atendida en el ruinoso sistema de salud venezolano. Tuvo que ver la velaci¨®n y el entierro por videollamada. Lo cuenta ahora, detr¨¢s de una mascarilla negra, mientras peina el pelo de Wilbelis, de 6 a?os, y vigila con la mirada a Juliana, de 10 meses. A la estaci¨®n, donde han instalado ba?os, duchas y controles epidemiol¨®gicos, solo pueden ingresar los que ya han adquirido los billetes que cuestan 180.000 pesos (unos 50 d¨®lares) para los adultos. La pandemia ha empujado a decenas de miles de venezolanos a desandar sus pasos.
La vecina Colombia ha sido el principal destino del ¨¦xodo, un tsunami que ha desbordado algunas de las fronteras sudamericanas. La escasez de alimentos y medicinas, la inseguridad y la hiperinflaci¨®n han expulsado a m¨¢s de cinco millones de venezolanos de su pa¨ªs. De ellos, 1,8 millones han cruzado p¨¢ramos y monta?as, en autob¨²s, a pie o haciendo autoestop, para afincarse en alguna ciudad colombiana. M¨¢s de 350.000 personas lo hicieron en la capital, Bogot¨¢. Las medidas de confinamiento decretadas por el Gobierno de Iv¨¢n Duque desde finales de marzo para contener el virus redujeron sus opciones de supervivencia. ¡°Hay un n¨²mero creciente de personas en la calle, y muchas de ellas deciden regresar a Venezuela¡±, apunta Dominika Arseniuk, del Consejo Noruego para Refugiados.
Algunos le temen m¨¢s al hambre que a la pandemia. Solo en abril, el primer mes completo de cuarentena, el desempleo se dispar¨® hasta rozar el 20%. Y la vulnerabilidad de los venezolanos ha salido a la luz: nueve de cada diez alimenta las filas de la informalidad. El Gobierno colombiano, que ha sostenido contra viento y marea una pol¨ªtica de acogida y flexibilidad migratoria, les entreg¨® 200.000 bolsas de alimentos con el prop¨®sito de que pudieran cumplir la cuarentena. Sin embargo, muchos ya no logran ganarse la vida. Cerca de 75.000 venezolanos han retornado voluntariamente durante la crisis sanitaria.
La porosa frontera com¨²n de m¨¢s de 2.200 kil¨®metros est¨¢ cerrada desde marzo, de modo que el flujo depende de dif¨ªciles negociaciones entre autoridades migratorias. Por medio de corredores humanitarios se permit¨ªa el paso de m¨¢s de 500 retornados por d¨ªa. Pero esta semana, Caracas decidi¨® limitar los cupos a 300 personas desde la ciudad fronteriza de C¨²cuta, y 100 desde Arauca, durante tres d¨ªas a la semana: los lunes, mi¨¦rcoles y viernes. En otras palabras, Colombia, que ha reclamado con insistencia m¨¢s apoyo de la comunidad internacional, solo puede gestionar el retorno de 1.200 personas a la semana. Cualquier n¨²mero por encima de ese l¨ªmite expone a las poblaciones fronterizas a aglomeraciones y potenciales focos de contagio. En C¨²cuta permanecen varadas unas 900 personas que esperan de cruzar.
Los desencuentros entre Caracas y Bogot¨¢ impiden una coordinaci¨®n efectiva. Por una parte, las relaciones diplom¨¢ticas est¨¢n rotas hace m¨¢s de un a?o: Duque considera a Maduro un ¡°dictador¡± y reconoce como presidente encargado a Juan Guaid¨®. Por otra, el r¨¦gimen chavista ha pasado de un discurso de brazos abiertos frente a los retornados a uno discriminatorio, al punto de calificarlos como ¡°armas biol¨®gicas¡±. Nicol¨¢s Maduro ha llegado a asegurar que Duque env¨ªa ¡°personas contaminadas¡± y ha calificado a los que vuelven como ¡°irresponsables¡±.
Desde Bogot¨¢, los viajes se permiten a cuentagotas. Los espor¨¢dicos autobuses autorizados por Migraci¨®n Colombia salen indistintamente hacia C¨²cuta, a m¨¢s de 500 kil¨®metros, o Arauca, a m¨¢s de 700. Sin embargo, las carpas, cobijas y maletas del centenar de pasajeros en espera han convertido el and¨¦n en una suerte de prolongaci¨®n, en mejores condiciones, del campamento improvisado que cientos de migrantes levantaron en el separador de la autopista norte, una de las principales v¨ªas de salida de la capital.
¡°Yo aqu¨ª me sent¨ªa bien, estaba fina, no me faltaba nada, hasta que lleg¨® esta situaci¨®n. No me qued¨® de otra que agarrar e irme¡±, cuenta Wildelis sin amarguras. Viv¨ªan en Soacha, un populoso municipio donde habitan desplazados y migrantes en las afueras de Bogot¨¢, pero con el confinamiento no pudo seguir vendiendo ropa en la calle y las desalojaron, a pesar de que est¨¢ prohibido hacerlo durante la crisis sanitaria. Wildelis oculta su mayor temor: que una de sus hijas se enferme en Venezuela. Pero la tranquiliza estar al lado de sus padres. Piensa volver a Colombia tan pronto ¡°todo se acomode un poco¡±. Las tres durmieron tres noches en el separador hasta que una fundaci¨®n les ayud¨® con los pasajes.
Basta atravesar la autopista para toparse con un grupo de ni?os que juegan beisbol con una pesada rama por bate. Sin trabajo y sin hogar en medio de la pandemia, las familias de migrantes improvisaron un campamento con bolsas de pl¨¢stico y s¨¢banas sobre el separador de v¨ªas, un enclave boscoso enmarcado por dos riachuelos. A mediados de la semana albergaba a m¨¢s de 500 personas, entre ellas 66 ni?os menores de 5 a?os y 17 mujeres embarazadas. La alcald¨ªa de Bogot¨¢ ha dispuesto para ellos m¨¢s de 500 pruebas de coronavirus, les ha entregado elementos de aseo y ha ofrecido trasladarlos a albergues, pero est¨¢n empecinados en subirse en autobuses que los lleven hasta la frontera. Una opci¨®n incierta en medio de las restricciones en vigor.
¡°Bogot¨¢, 2.600 metros m¨¢s cerca de las estrellas¡±, reza el eslogan de la capital andina, un clima muy distinto al de las caribe?as urbes venezolanas. ¡°El fr¨ªo no se aguanta, es muy fuerte, nos despierta de madrugada. Cuando llueve es peor, se nos cuela el agua¡±, relata Mirtalis Bustamante, de 36 a?os, mientras cuelga la ropa que acaba de lavar en el riachuelo. Es la mam¨¢ de Rams¨¦s, uno de los ni?os beisbolistas. Su esposo, Jairo Caraballo, un chef de 35 a?os, trabajaba en un restaurante del centro de la ciudad. Ese fr¨¢gil equilibrio se rompi¨®. Le dejaron de llamar cuando empez¨® la cuarentena y no pudieron pagar m¨¢s el arriendo. Llevan lo que va de este mes en el campamento. Hab¨ªan salido hace un a?o de Puerto La Cruz, pero ahora, aunque a¨²n no tienen tiquetes, solo quieren regresar. ¡°All¨¢ nadie nos va a tocar la puerta para corrernos, no va a haber esa presi¨®n de que si no tienes para pagar te van a sacar con tu ni?o a la calle¡±, apunta Mirtalis. ¡°Yo espero con tal de devolverme. Estoy mentalizada que puedo encontrar las cosas igual o peor a como las dej¨¦, pero en eso ya estamos graduados¡±.
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