¡®Viejoven¡¯ para siempre
La edad no es lo que era: un cuarent¨®n puede ser estrella del deporte pero no tener la estabilidad vital que le tocar¨ªa
Rafa Nadal ha tocado la cumbre del tenis a los 34 a?os: alcanza el n¨²mero de grandes torneos de Roger Federer, que se resiste a retirarse a sus 38, la misma edad a la que Serena Williams sigue activa. LeBron James conquista su cuarto anillo de la NBA mostr¨¢ndose en plenitud a los 35. Tom Brady, figura del f¨²tbol americano, ha dejado los Patriots en todo lo alto¡ para fichar por Tampa a sus 43. Y la gimnasta ucrania Oksana Chusovitina prev¨¦ ir a los Juegos de Tokio con 46: sus rivales de hoy no hab¨ªan nacido cuando ella compet¨ªa bajo la bandera de la URSS. No hace tanto que todo deportista que pasara de los 30 estaba bajo sospecha, porque se daba por seguro su declive. Los avances de la medicina deportiva y la forma muy profesional en que se cuida hoy a las estrellas explican que algunos, si tienen suerte con las lesiones, prolonguen su carrera sobre lo que era habitual.
Desde el baby boom de los cincuenta y los sesenta, las sociedades modernas rinden culto a la juventud, pero cada d¨ªa est¨¢ menos claro qu¨¦ se considera joven. Se estiran la forma f¨ªsica, la est¨¦tica y el estilo de vida de esa franja de edad. Miras fotos de tus padres o abuelos a tus a?os y son se?ores muy respetables, no parecen tus iguales. El drama es otro: que no hay forma de que los viej¨®venes, o joviejos seg¨²n se mire, logren la estabilidad vital que siempre se asoci¨® a la madurez.
Los mileniales ya peinan alguna cana y siguen encadenando empleos precarios, viviendo con sus padres o en pisos compartidos, sin opciones de formar una familia y reproducirse como manda la especie. Quienes completaron su formaci¨®n en el siglo XXI no han terminado de salir de la Gran Recesi¨®n de 2008 y ya est¨¢n en la que apunta a Gran Depresi¨®n de 2020. No lo tienen mejor los que van detr¨¢s: los estudiantes de ahora corren el serio riesgo de ser estigmatizados como la generaci¨®n de la covid. Las dificultades para la ense?anza online o semipresencial se intentan resolver rebajando el curr¨ªculo y el list¨®n de exigencia. Habr¨ªa sido mejor innovar con la educaci¨®n, dar m¨¢s peso a la investigaci¨®n personal que a la clase magistral, pero eso tampoco es f¨¢cil de improvisar.
En el otro lado, tenemos a septuagenarios muy activos, como los dos candidatos a la presidencia de EE UU, que tiene guasa que Trump se burle de Biden por anciano. Es algo impensable en Espa?a, donde los l¨ªderes de los grandes partidos son cuarentones o ni eso. Eso no indica que el peso pol¨ªtico de los j¨®venes sea mayor ¡ªal contrario, su peso demogr¨¢fico y electoral es menor que nunca¡ª, sino que la pol¨ªtica espa?ola es una trituradora de talento.
Lo peor es que se va ensanchando la brecha entre generaciones. Sigue pendiente de soluciones el problema de las pensiones: empleos de mala calidad no pueden sostener la prestaci¨®n que se han merecido los jubilados. La crisis clim¨¢tica no inquieta igual a unos y a otros. Y hoy se se?ala a los j¨®venes por su tendencia a salir de fiesta, tan peligrosa como entendible: sus genes est¨¢n programados para socializar y, si hay suerte, emparejarse; ahora es imperativo que se repriman para protegernos a todos. La pandemia discrimina a los mayores, mientras la econom¨ªa lo hace con los j¨®venes. A unos los devasta la mortandad del virus y otros sufren el escandaloso desempleo juvenil. No se descuiden los de edad media: se arriesgan por igual a perder su puesto de trabajo como a enfermar¡ y tampoco tienen del todo asegurada la pensi¨®n. Esta crisis tiene golpes para todos. Hace falta repensar la solidaridad intergeneracional.
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