El reino de los ¡°hechos alternativos¡±
YouTube ofrece lo que nos mantendr¨¢ m¨¢s tiempo mirando v¨ªdeos y los contenidos m¨¢s sensacionalistas y controvertidos suelen llevarse la palma
YouTube es donde mi madre pone v¨ªdeos de Dire Straits para cocinar, donde mi padre se r¨ªe con La Vida Moderna y mi sobrino devora tutoriales de videojuegos. Pero tambi¨¦n es la hoguera en torno a la que la extrema derecha global fortalece sus lazos y el mosquito que disemina peligrosos bulos sobre las vacunas. A mi madre, YouTube le encadena a Mark Knopfler y a Eric Clapton, porque entiende sus gustos viejunos. Pero ese sistema de recomendaci¨®n puede convertirse en enemigo de la verdad si busca informaci¨®n sobre cuestiones de actualidad, como la crisis clim¨¢tica. Ah¨ª est¨¢ el gran problema de YouTube: la m¨¢quina ofrece lo que nos mantendr¨¢ m¨¢s tiempo mirando v¨ªdeos y los contenidos m¨¢s sensacionalistas y controvertidos suelen llevarse la palma. Por eso en muchos casos nos hace caer por una espiral de contenidos intoxicadores. Ev Williams, uno de los creadores de Twitter, usa esta analog¨ªa para explicar los mecanismos de recomendaci¨®n algor¨ªtmica: si los conductores se paran a mirar cuando hay un accidente en carretera, el algoritmo interpretar¨ªa que eso es lo que nos gusta y nos mandar¨ªa por carreteras llenas de accidentes para que disfrutemos esas vistas.
As¨ª funciona la econom¨ªa de la atenci¨®n: empresas que dise?an programas que nos mantienen enganchados ante pantallas. Por eso la propagaci¨®n de mentiras en estas plataformas digitales tiene una soluci¨®n tan dif¨ªcil, porque afecta a su propia m¨¦dula espinal: es imposible ponerle freno sin sacrificar beneficios. Limitar la viralidad ataca directamente al modelo de negocio. YouTube ha ayudado a difundir mentiras a escala global y ahora, tras denuncias como la de Avaaz, trabaja para reducir las dimensiones del tsunami de desinformaci¨®n. Es lo m¨ªnimo: los charlatanes tienen derecho a expresarse, faltar¨ªa m¨¢s, pero no tienen derecho a la difusi¨®n global de sus mentiras que les regala el sistema de recomendaci¨®n de YouTube, que tiene el segundo buscador m¨¢s usado del planeta.
Pero esto es ¡°solo la punta del iceberg del peligroso nexo que une beneficios, escala global e inteligencia artificial¡±, como advierte la tecno-soci¨®loga Zeynep Tufekci. Durante a?os, la plataforma de v¨ªdeos de Google ha sido el reino de los ¡°hechos alternativos¡±, el lugar en el que encontrar ¡°lo que los medios ocultan¡±, el lugar en el que las teor¨ªas de la conspiraci¨®n se convierten en ¡°verdades silenciadas¡±. Eso ha propiciado unas din¨¢micas de propaganda, a trav¨¦s de las comunidades online y de la cultura de los influencers, que van m¨¢s all¨¢ de los algoritmos, como denuncia Rebecca Lewis, de la Universidad de Stanford. Los algoritmos son un factor m¨¢s en un conjunto m¨¢s amplio de problemas e incentivos sociales, econ¨®micos y t¨¦cnicos incorporados a la plataforma. Hay espacio en la red para la ¡°informaci¨®n alternativa¡±, incluso si esa informaci¨®n viaja tan paralela a la realidad que nunca llega a cruzarse con ella. Pero es inadmisible que la desinformaci¨®n generada deliberadamente para intoxicar a la ciudadan¨ªa reciba una difusi¨®n masiva mientras llena los bolsillos de Silicon Valley.
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