Navidades en la planta d¨¦cima
Un cronista de EL PA?S relata su lucha contra la covid, del descenso en la enfermedad a la remontada en plenas fiestas en un hospital madrile?o
El m¨¦dico, al que le gusta el ciclismo, le dice al paciente, que escribe cr¨®nicas de ciclismo, que, a diferencia del Tour, all¨ª la semana decisiva es la segunda, no la tercera, que ah¨ª es donde se gana o se pierde la carrera contra la covid, y aqu¨ª pedalear¨¢s, contin¨²a. 22 de diciembre de 2020. Habitaci¨®n 13, cama dos y sill¨®n adjunto, de la planta d¨¦cima del Hospital de La Paz, en Madrid.
El sol golpea fuerte en los grandes ventanales, la habitaci¨®n brilla c¨¢lida, invita a quedarse sentado y gozar de los rayos de invierno en el cuerpo, como en un sol¨¢rium, y el paciente se siente tan pichi, tan fuerte ¡ªtotal, le han diagnosticado en urgencias, despu¨¦s de hacerle un esc¨¢ner pulmonar, una pulmon¨ªa bilateral muy leve, casi simb¨®lica¨D que piensa, como el periodista que es, que el m¨¦dico simplemente le est¨¢ contando lo que les ocurre a los dem¨¢s, no lo que acabar¨¢ sufriendo ¨¦l mismo. Y as¨ª piensa tambi¨¦n, y toma nota mentalmente, cuando el m¨¦dico describe la paradoja de la dexametasona: debilita el sistema autoinmune pero gracias a eso se evita la tormenta perfecta inmune, que uno acabe atac¨¢ndose a s¨ª mismo, y que como es antiinflamatoria permite al pulm¨®n resistir m¨¢s con la ayuda del ox¨ªgeno hasta que ya est¨¦n los anticuerpos preparados para acabar con el virus. Y solo la usamos, contin¨²a el m¨¦dico, cuando el paciente ya tiene insuficiencia respiratoria, lo que suele significar que la respuesta inflamatoria de nuestro cuerpo es exagerada y acaba lesionando el pulm¨®n. Si se emplea cuando no hay inflamaci¨®n estropeas el sistema de defensas y puede ser perjudicial. Y el paciente anota mentalmente: corticoides, doping de ciclista tambi¨¦n.
Despu¨¦s de un d¨ªa con fiebre el cronista se hab¨ªa hecho una PCR el 14 de diciembre. Al d¨ªa siguiente el centro de salud le avis¨® de que era positiva. Se qued¨® en casa, encerrado en su habitaci¨®n, tomando paracetamol para la fiebre y pensando que en una semana ya habr¨ªa pasado la enfermedad, pero a la semana, justamente, empez¨® a sentirse mal de verdad y el 20 se fue a Urgencias a La Paz. En la planta d¨¦cima ¨D12 habitaciones dedicadas exclusivamente a la covid 19, 24 enfermos, siete m¨¦dicos, 22 enfermeras, 17 auxiliares¨D pasa dos d¨ªas con ox¨ªgeno. La saturaci¨®n va bien. La dexametasona (seis miligramos diarios) hace su trabajo y tambi¨¦n ayudan las bocanadas de inhaladores para abrir los pulmones. Cuando se acuesta y sube un poco la fiebre, el gota a gota de paracetamol le refresca y le calma. Si esto es la segunda semana, piensa, esto est¨¢ chupado. Le conforta, adem¨¢s, que a su primer compa?ero de habitaci¨®n le den el alta enseguida y que al segundo le anuncien que se ir¨¢ el d¨ªa de Nochebuena. Y ya hace sus cuentas cuando la noche del 23 sube m¨¢s la fiebre, dos lingotazos de paracetamol no la bajan, y necesita un nolotil para empezar a sudar fr¨ªo. Y el desastre: baja s¨²bitamente la saturaci¨®n, la medida del funcionamiento de sus pulmones.
Las agradables gafas de ox¨ªgeno con las que se le suministraban una cantidad m¨ªnima de ox¨ªgeno, dos litros, son sustituidas por un agresivo reservorio (una m¨¢scara de pl¨¢stico con una bolsa de pl¨¢stico hinchada delante) que le empujan por la boca y nariz 15 litros, le nublan el entendimiento, vuelven negros sus pensamientos y le ensordecen, pues es estar todo el d¨ªa con la cabeza sumergida en una cueva en la que no para de soplar ruidosamente un viento salvaje. Le colocan en el dedo un sensor y su existencia durante una semana, la segunda semana, se reduce a pasarse el d¨ªa sentado en el sill¨®n mirando el monitor e intentando con la mente que el cuatro del 94% de saturaci¨®n que marca se haga cinco y que el cinco sea seis¡ Y la rutina, el d¨ªa a d¨ªa, engendra y alimenta el miedo: y si no salgo de esta, y si el siguiente paso es la UCI, y si¡ Y piensa que todos los n¨²meros bajan salvo el de la fiebre.
La segunda semana del Tour de la covid, del 24 al 31 de diciembre, d¨ªas iguales, fiestas familiares cuyo reflejo p¨¢lido y poco envidiable le inunda el WhatsApp de fotos de tantos hermanos y hermanas (son nueve) celebrando y comiendo, no son los Alpes ni los Pirineos, sino quiz¨¢s el p¨¢ramo castellano, una meseta azotada por el viento al que se enfrenta sin apenas fuerzas. Y el llano es m¨¢s duro que la monta?a, siente. Y cada d¨ªa que pasa pierde un poco la esperanza, pues cuando ya sale el sol sabe en qu¨¦ van a consistir las siguientes 24 horas. Entiende, por fin, el significado de agon¨ªa, de deporte ag¨®nico, de lucha contra uno mismo, de b¨²squeda de capacidad de respiraci¨®n. Y no se f¨ªa de nada, porque tambi¨¦n le dicen los m¨¦dicos que el enfermo piensa que est¨¢ bien, que no se fatiga, que no pierde el aliento, pero que en realidad puede ir a peor sin darse cuenta, porque el virus enga?a.
La situaci¨®n en la planta ha cambiado, cada vez llegan m¨¢s enfermos y cada vez m¨¢s fastidiados. El reservorio se extiende por todas las habitaciones. El trabajo de las enfermeras se multiplica, no hay un minuto de sosiego. Todas ellas son las m¨¢s expertas, las mejores que pueda haber. Desde marzo solo se dedican a enfermos con covid, toman decisiones, vigilan sin cesar, controlan con sus carritos de tensi¨®n, temperatura, saturaci¨®n y sus ordenadores que interpretan a la primera. Nada se les escapa. Ning¨²n enfermo est¨¢ solo.
Los m¨¦dicos alargan sus guardias y, aunque le digan al enfermo que ellos no son nada, que se trata de eso solo, de concentrarse en respirar y de olvidarse del mundo, que son los enfermos los que salen, ellos empujan, claro que empujan. Son como los directores de un equipo ciclista que cuando ven a su campe¨®n a punto de tirar la toalla en la contrarreloj le llenan la cabeza de razones para seguir creyendo. Cada d¨ªa que pasa y aguantas con el reservorio es una victoria, le dicen al enfermo desconfiado, todas tus anal¨ªticas mejoran, le repiten, y le auscultan y le prometen que cada vez oyen menos ruidos, y que el reservorio durar¨¢ cinco, seis, siete d¨ªas, pero que llegar¨¢ el momento en que, as¨ª, de repente, deje de necesitarlo, y ser¨¢ tan espectacular tu mejora que no querr¨¢s cre¨¦rtela. Y le alejan de la cabeza el miedo a acabar en la UCI. La retrasamos al m¨¢ximo, le repiten, aunque le recuerdan que su obesidad (120 kilos) no ayuda precisamente, que ha sido su gordura la que ha agravado su situaci¨®n, pero tambi¨¦n le dicen que tiene suerte porque est¨¢ en el primer mundo, que podr¨¢ con todo, ya ver¨¢. Son los directores del mejor equipo, con un nivel de conocimientos, especializaci¨®n ¨Dson el grupo de enfermedades infecciosas que ya trabaj¨® cuando el ¨¦bola en Madrid¨D y dedicaci¨®n que solo pueden encontrarse en la sanidad p¨²blica, y a ellos la felicidad les llega con la curaci¨®n de sus pacientes, con el aumento de sus conocimientos y pericia, no con el salario mensual, secundario.
Gana quien resiste, se graba en la cabeza, y siente que la frase es verdadera la tarde del 30. Cinco estornudos consecutivos le limpian la nariz, es un clic simb¨®lico y real. Respira mejor y la saturaci¨®n se queda clavada en 98, haga lo que haga. El 31 le quitan por fin el reservorio y regresa a las gafas, a cuatro litros, y satura cada vez mejor. Y una m¨¦dica, y la mayor¨ªa del equipo son m¨¦dicas, sube corriendo a decirle que la anal¨ªtica muestra que la infecci¨®n remite, que se va a poner bien. Y ¨¦l no se lo quiere creer, porque los pulmones se han limpiado, s¨ª, pero la cabeza se niega a aceptarlo.
Su tercer compa?ero ha empeorado. En un camino inverso al suyo, pasa de las gafas al reservorio, que le enloquece. Desde las 11 de la noche, ambos han colocado en una servilleta las uvas para tomarlas a las 12 mirando el reloj de sus m¨®viles, pero el compa?ero, de repente, sufre un empeoramiento. Sus uvas se quedan all¨ª, esperando a alguien que tenga fuerzas para celebrar que se acaba un a?o bisiesto y cabr¨®n.
El d¨ªa uno la luz del amanecer es m¨¢s clara que ning¨²n d¨ªa y ni las feas torres que acosan La Paz pueden con su claridad bella. El compa?ero est¨¢ m¨¢s animado. Hay que ver el concierto de A?o Nuevo, recuerda, ning¨²n a?o me lo pierdo, dice. Y ve moverse a Riccardo Muti y a su batuta, pero el rumor insoportable de su reservorio le impide o¨ªr nada, y maldice, mientras el paciente que ha superado el p¨¢ramo de la segunda semana comienza el descenso hacia la curaci¨®n total gozando con la Marcha Radetzky y recordando que fue justo la m¨²sica que son¨® al terminar la ceremonia de su boda, hace ya unos a?os. Tres d¨ªas despu¨¦s, satura bien sin ox¨ªgeno a?adido. El d¨ªa 4 se va a casa, curado. Durante unos d¨ªas, el servicio de telemedicina del hospital le llama para seguir su evoluci¨®n, que es buena. Y a ¨¦l solo le queda agradecer su existencia y su comprensi¨®n del paciente y de la enfermedad a los m¨¦dicos y dem¨¢s sanitarios, que en 10 meses han visto tanto dolor y muerte que es extraordinario que a¨²n tengan fuerzas cada ma?ana a las ocho para reunirse, conjuntamente con las enfermeras, en sesiones cl¨ªnicas que terminan con optimismo y fuerza para seguir luchando.
Ellos son los m¨¦dicos Elena Trigo, Marta D¨ªaz, Marta Arsuaga, Rosa de Miguel, Fernando de la Calle, Ricardo Rigual y Jos¨¦ Ram¨®n Arribas; enfermeras y enfermeros: Isabel Abero, Roc¨ªo Campos, Cristina del Castillo, Roc¨ªo Delgado, Lidia Dom¨ªnguez, Ainhoa Escorial, Pablo Fern¨¢ndez, Sara Hern¨¢ndez, Rebeca Lavandeira, Mar¨ªa ?ngeles L¨®pez, Javier Mart¨ªn, Inmaculada Navarro, Elena Nava, Eva Ortiz-Vivanco, Joanna Parraga, Pilar P¨¦rez, Mercedes Sienes, Olga Vavrynchuk, Piedad Vivanco, Nieves Sarmiento, Mar¨ªa Vilar Sancho y la supervisora, Mar¨ªa Dur¨¢n, y auxiliares: Patricia Alarc¨®n, Sara Alcaide, Pilar Barroso, Manuela Beloqui, Lidia Gonzalo, Ana Jaime, Sara Jim¨¦nez, Covadonga Lucero, Alberto Mart¨ªn, Mar¨ªa Auxiliadora Mart¨ªnez, Carolina Montoya, Ver¨®nica Navas, Mar¨ªa Jes¨²s Palomo, Gerardo Pineda, Carmen Rodr¨ªguez, Miriam Sienes, Magdalena, Soszynska, e Isabel L¨®pez.
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