Y la eutanasia lleg¨® sin alboroto
La agenda progresista avanza en medio de la polarizaci¨®n. Hay guerras culturales que la derecha ya no quiere librar
La nueva derecha populista puede ser muy ruidosa, incluso sediciosa, como acabamos de ver en Washington, pero incluso esa corriente es consciente de que los valores de la sociedad han cambiado. Nuevos derechos civiles van introduci¨¦ndose en la legislaci¨®n apoyados en un creciente consenso social. Y hasta los m¨¢s reaccionarios eligen otras guerras culturales distintas de las que mov¨ªan a los conservadores de toda la vida.
La ley de eutanasia y suicidio asistido va a entrar en vigor, en cuanto la valide el Senado, sin rastro de grandes resistencias. PP y Vox votaron en contra, pero luego pasaron a otra cosa. Votaron a favor algunas fuerzas de centroderecha: Ciudadanos, PNV y PDeCAT. La Iglesia cat¨®lica se pronunci¨® en contra, en su l¨ªnea, sin demasiadas estridencias. En la calle no se percibi¨® conflicto alguno. A las puertas del Congreso que votaba la ley el 17 de septiembre, por la ma?ana se concentraron algunos cientos de contrarios; por la tarde, un n¨²mero similar de partidarios. Una encuesta de Metroscopia ya revel¨® en 2019 que un abrumador 87% de los espa?oles aprueba que se ayude a morir a un enfermo incurable. El porcentaje es menor pero mayoritario entre los votantes del PP (66%) y entre los cat¨®licos practicantes (59%). La ley ha llegado esta vez tarde, el cambio en la opini¨®n p¨²blica estaba maduro.
No hace tanto que este tipo de asuntos de conciencia generaban gran alboroto. En 2005, cuando el Gobierno de Zapatero legisl¨® el matrimonio igualitario para los homosexuales, y en 2009, cuando el mismo Ejecutivo preparaba una ley de plazos para el aborto, se celebraron en Madrid dos manifestaciones masivas. Las dos apoyadas por los obispos ¡ªla primera encabezada por Rouco¡ª y con amplia representaci¨®n del PP, aunque a ninguna acudi¨® Mariano Rajoy. S¨ª lo hicieron Aznar, Zaplana, Cospedal o Pastor. La Comunidad de Madrid calcul¨® 700.000 personas en la de 2005 y 1,2 millones en la de 2009: eran las exageraciones propagand¨ªsticas propias de tiempos de Esperanza Aguirre, pero en cualquier caso la protesta aunaba a un amplio sector de la poblaci¨®n.
No tantos a?os despu¨¦s, en 2015, vimos a altos cargos del PP, con Rajoy al frente, en una de esas bodas homosexuales que antes les parec¨ªan tan mal, la de Javier Maroto. Y el primer Gobierno de Rajoy, con mayor¨ªa absoluta, renunci¨® a cambiar la ley del aborto de 2010, salvo un art¨ªculo sobre el permiso paterno a las menores, lo que llev¨® en 2014 a dimitir al ministro Alberto Ruiz Gallard¨®n.
La derecha ya no quiere librar ese tipo de guerras culturales, aunque s¨ª la extrema derecha. Pero incluso Vox, que tanto se enfrenta a las causas de los que llama progres, que s¨ª rechaza la eutanasia y el aborto en t¨¦rminos muy duros, evita ponerlo en el centro de su discurso. Encaja mejor en su estrategia atacar al feminismo en otros terrenos (la violencia de g¨¦nero), a los inmigrantes y a los globalistas, las dianas habituales del nuevo populismo.
El cambio en los valores de la sociedad se percibe en otras partes del mundo. Am¨¦rica Latina es una excepci¨®n en el acceso al aborto, pero Argentina ha dado un paso muy significativo con su ley de plazos. Recibi¨® contestaci¨®n en la calle, pero se vieron m¨¢s las celebraciones por los partidarios. Se abre as¨ª una brecha en un continente donde las iglesias cristianas ¡ªla evang¨¦lica, en auge, es m¨¢s combativa¡ª tienen un peso mayor que en Europa. Se abre paso la idea de que el aborto legal, seguro y gratuito no implica m¨¢s abortos ¡ªno los ha habido en Espa?a¡ª, sino que se practiquen sin riesgos sanitarios, clandestinidad ni criminalizaci¨®n.
La agenda progresista, o liberal como dir¨ªa un anglosaj¨®n, avanza en medio de la polarizaci¨®n pol¨ªtica. No solo por la secularizaci¨®n, que tambi¨¦n, sino por una nueva visi¨®n de qu¨¦ significa la libertad personal en una sociedad m¨¢s diversa. En EE UU avanzan, en un efecto domin¨® de Estado a Estado, el matrimonio homosexual, la eutanasia y la legalizaci¨®n de la marihuana. Pero no puede descartarse un retroceso: hay gran expectaci¨®n con el rumbo que tome el Tribunal Supremo, muy sesgado hacia el conservadurismo, en relaci¨®n con el aborto, que algunos Estados tratan de limitar o prohibir en la pr¨¢ctica. En Espa?a seguimos pendientes tambi¨¦n del Tribunal Constitucional sobre la ley de plazos de 2010, recurrida por el PP cuando su estrategia era otra.
Nada asegura que estas batallas est¨¦n ganadas para siempre. Pero se observa una resistencia m¨¢s d¨¦bil a las conquistas de la libertad individual. Porque, da apuro recordarlo de puro obvio, a nadie se obligar¨¢ nunca a la eutanasia, al aborto, a la homosexualidad ni a la marihuana. Las leyes son la consecuencia, no la causa, de lo que evoluciona la sociedad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
