La sordera de la Iglesia con las mujeres
La negaci¨®n de las denuncias de v¨ªctimas de abusos por sacerdotes o religiosos significa negar valor a la palabra de las f¨¦minas, y por tanto, una falta de respeto hacia ellas
La mayor¨ªa de los periodistas que escriben sobre el Vaticano hace mucho que no frecuentan las iglesias, como demostr¨® hace unos d¨ªas un detalle relevante. Casi todos los que han escrito art¨ªculos han recibido la decisi¨®n del papa Francisco de ampliar a las mujeres los ministerios de lectorado y acolitado como un importante paso adelante en la apertura de la vida de la Iglesia a las mujeres, y casi todos ignoraban que hace d¨¦cadas que las fieles leen las lecturas durante la misa, incluso en San Pedro durante las liturgias papales, y asisten al sacerdote durante la misa, distribuyendo tambi¨¦n la eucarist¨ªa.
En resumen, el breve documento del Vaticano hecho p¨²blico esta semana no ha supuesto una apertura, sino una institucionalizaci¨®n de una pr¨¢ctica que lleva d¨¦cadas vigente en todas partes; es un reconocimiento oficial, pero tambi¨¦n supone un control de la jerarqu¨ªa. Al mismo tiempo, el documento pontificio contiene una aclaraci¨®n que puede tener consecuencias negativas: en el mismo texto, se coloca el diaconado [la fase previa al sacerdocio], junto con la ordenaci¨®n sacerdotal, en una categor¨ªa diferente, la de ¡°ministerios ordenados¡±, abiertos solo a los hombres.
Este es un reconocimiento nunca solicitado. Ning¨²n te¨®logo o intelectual que luche por la apertura de la Iglesia a las mujeres y ninguna organizaci¨®n de mujeres han pedido jam¨¢s que se reconozcan estos dos ministerios. En cambio, en mayo de 2016, la importante Uni¨®n Internacional de Superioras Generales pidi¨® al papa Francisco que reconociera a las mujeres, al menos a las religiosas, el ministerio del diaconado permanente, un papel que ya ejercen en muchas situaciones. El diaconado permanente, presente en la Iglesia de los primeros siglos, fue propuesto nuevamente por el Concilio Vaticano II para abrirse a la colaboraci¨®n de los laicos, y se concede a los hombres casados. Se trata de un papel que es separado y distinto del sacerdotal, y precisamente por eso no deber¨ªa plantear problemas si se abriera tambi¨¦n a las mujeres.
Las distintas comisiones creadas hasta el momento para solucionar este problema no han dado frutos. El informe final de la ¨²ltima, entregado en 2019, no es p¨²blico, y la creaci¨®n en 2020 de una nueva comisi¨®n, que a¨²n no se ha reunido, demuestra lo dif¨ªcil que es afrontar seriamente este tema. Debemos preguntarnos si realmente hay intenci¨®n de resolverlo, porque la creaci¨®n de comisiones nuevas cada vez parece m¨¢s bien un torpe intento de posponer cualquier decisi¨®n.
Esta concesi¨®n de ministerios no solicitados es la prueba de que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica sigue sin escuchar a las mujeres, concede poca importancia a sus reivindicaciones y, sobre todo, toma medidas que son favorables solo en apariencia. Un ejemplo: no hay duda de que el papa Francisco, por primera vez, ha nombrado a algunas mujeres, religiosas y laicas, para puestos medio altos en ministerios vaticanos y comisiones importantes, y esto es sin duda una se?al positiva. Pero estas mujeres son elegidas por los l¨ªderes eclesi¨¢sticos, ofrecen garant¨ªas de obediencia, y adem¨¢s est¨¢n siempre en minor¨ªa; ?qu¨¦ podr¨ªan cambiar?
En cambio, las organizaciones de religiosas cuyos l¨ªderes son elegidos democr¨¢ticamente, o mujeres como Mar¨ªa Voce, que preside el movimiento de los Focolares, uno de los m¨¢s numerosos e importantes, a¨²n no tienen cabida en muchos organismos, como el consultivo, creado por Bergoglio y compuesto ¨²nicamente por cardenales. Su punto de vista ser¨ªa muy valioso. Las mujeres que tienen voz propia y autorizada no son escuchadas.
Pero el verdadero problema de las mujeres en la Iglesia no es el acceso a los cargos y no es una cuesti¨®n de poder. Mientras no se tomen en serio, se investiguen y se juzguen las innumerables denuncias de abusos sexuales cometidos por sacerdotes y religiosos contra mujeres, que la justicia eclesi¨¢stica considera simples transgresiones del voto de castidad y define absurdamente como ¡°relaciones rom¨¢nticas¡±, las mujeres nunca ser¨¢n respetadas. Porque la negaci¨®n de estas denuncias significa negar valor a la palabra de las mujeres y, por tanto, una falta total de respeto hacia ellas. Escuchar a las mujeres y respetarlas solo puede lograrse mediante el reconocimiento de estas v¨ªctimas, y no por medio de un ascenso al poder que corre el riesgo de transformarse en una nueva forma de clericalizaci¨®n tambi¨¦n para las mujeres, que son las laicas por excelencia.
Lucetta Scaraffia es periodista e historiadora italiana.
Traducci¨®n de News Clips.
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