19 a?os de agresiones sexuales: ¡°Las violaciones de mi t¨ªo se convirtieron en algo rutinario¡±
Mar¨ªa vivi¨® en un ¡°estado de terror¡± durante las casi dos d¨¦cadas que sufri¨® los abusos de su padrino, que acaba de ser condenado a 15 a?os de c¨¢rcel
Lo que m¨¢s le duele es no haber podido tener una vida normal. Creci¨® aterrada. Todav¨ªa le pesan la culpa y la verg¨¹enza que desear¨ªa que cayeran a plomo sobre los hombros de su t¨ªo, el ¨²nico que deber¨ªa cargar con ese peso, el hombre que la viol¨® tantas veces que son incontables. Ten¨ªa siete a?os cuando empez¨® a ense?arle material pornogr¨¢fico. A los 11 la penetr¨® por primera vez y no par¨® de hacerlo hasta que ella se emancip¨®, a los 26. Viv¨ªan en la misma casa familiar. Era su padrino, quien le regalaba todo lo que ped¨ªa y la llevaba de paseo los s¨¢bados por la ma?ana. El mismo que la conden¨® a crecer sola y guardar un secreto terrible. La persona que m¨¢s miedo le da. Esta no es la historia del hombre que acaba de ser sentenciado a 15 a?os de c¨¢rcel. Es la historia de Mar¨ªa y su lucha por sobreponerse a 19 a?os de agresiones sexuales.
Mar¨ªa tiene 40 a?os, prefiere no dar su apellido. Uno de cada cinco ni?os sufre violencia sexual, estima el Consejo de Europa, algo que incluye desde el exhibicionismo o los tocamientos hasta una violaci¨®n. Siete de cada 10 casos de abusos a menores se dan en la familia o en el entorno cercano, seg¨²n un estudio de 2018 de la Fundaci¨®n Anar. Pese a ello, siguen siendo un tab¨². Mar¨ªa call¨® hasta los 37.
Un d¨ªa estall¨®, a varios cientos de kil¨®metros de Palma de Mallorca, donde est¨¢ la casa de su infancia: dijo por primera vez en voz alta que su t¨ªo abus¨® de su hermana melliza y de ella durante unos a?os, hasta que se centr¨® exclusivamente en ella y pas¨® a agredirla una y otra vez; dijo que la grababa en v¨ªdeo y la extorsionaba, que la oblig¨® a mantener relaciones sexuales con otro hombre. Cont¨® que se volvi¨® una experta en fingir que estaba bien cuando era imposible estar peor, que ese hombre le rob¨® media vida e hizo pedazos su autoestima. Entonces comenz¨® a aliviar su carga. D¨ªas despu¨¦s se reuni¨® con su familia, abraz¨® a su hermana, hablaron por primera vez de lo que ambas sufrieron. Y denunci¨®. En todo el proceso se ha sentido respaldada por su familia.
La Secci¨®n Primera de la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca, en una sentencia firmada por tres juezas, acaba de condenar a Eduardo de la Cruz, como se llama su t¨ªo, a 15 a?os menos un d¨ªa de c¨¢rcel por un delito continuado de agresi¨®n sexual con intimidaci¨®n y acceso carnal y le ha impuesto durante 15 a?os una orden de alejamiento de 500 metros respecto a Mar¨ªa, a quien debe pagar una indemnizaci¨®n de 200.000 euros. Su padrino asegur¨® durante el juicio que las relaciones fueron consentidas, a partir de los 16 a?os. Pedro Cresp¨ª, el abogado del hombre, explica que recurrir¨¢n y que ¡°en el peor de los casos, los hechos est¨¢n prescritos¡±, como el tribunal s¨ª ha considerado que est¨¢n los delitos cometidos contra la hermana de Mar¨ªa, que finalizaron cuando la ni?a ten¨ªa 10 a?os. ¡°El procesado, a conciencia y de manera progresiva y sin interrupci¨®n, cre¨® un estado de terror pleno en Mar¨ªa, desde su tierna infancia¡±, se lee en la sentencia, ¡°integrando la idea de que aquello durar¨ªa para siempre¡±. Su abogada, Mar¨ªa Jes¨²s Isasa, considera que ¡°la clave ha sido haber podido demostrar que ha habido intimidaci¨®n, que el hecho de que empiece a los siete a?os y contin¨²e en el tiempo bajo ning¨²n concepto puede ser considerado abuso¡±.
No es habitual la existencia de pruebas f¨ªsicas en estos casos, pero esta vez la polic¨ªa encontr¨® 361 gigas de archivos, mucho de contenido ped¨®filo, otros tantos de Mar¨ªa: en el barco donde la obligaba a tener relaciones con otro hombre, en la habitaci¨®n y en el ba?o de su casa, donde su t¨ªo instal¨® c¨¢maras ocultas para grabar a sus sobrinas. Durante a?os, la idea de que esos v¨ªdeos pudieran ver la luz aterrorizaba a Mar¨ªa. Esos mismos v¨ªdeos han sido ahora fundamentales.
Pero la historia empez¨® mucho antes. Su infancia fue feliz hasta una visita al Castillo de Bellver, en Palma. Ten¨ªa siete a?os y el recuerdo permanece n¨ªtido en su mente. El hombre, que superaba los 40, llev¨® a sus sobrinas, hijas de la hermana de su mujer, de excursi¨®n. ¡°En un momento, se hizo a un lado y nos ense?¨® los genitales¡±, rememora Mar¨ªa. ¡°Cuando llegamos a casa, me cogi¨® en la cocina y me dijo: ¡®Despu¨¦s de la comuni¨®n, te ense?ar¨¦ muchas m¨¢s cosas¡±, cuenta. Cumpli¨® su palabra.
¡°Me amenazaba con que ir¨ªa a un internado si lo contaba¡±
Durante tres a?os las llev¨® al piso de un amigo. ¡°Nos ense?aba revistas porno y nos hizo entrar a una habitaci¨®n peque?a donde jugamos a las enfermeras, nos oblig¨® a tocarle, una primero y otra despu¨¦s¡±, recuerda. ¡°Con 11 a?os me penetr¨® por primera vez y a partir de ah¨ª las violaciones se convirtieron en algo rutinario. A mi hermana ya no le hac¨ªa nada y eso me tranquilizaba. Ella se hab¨ªa negado y la ech¨® a un lado, empez¨® a ignorarla. Yo estaba como paralizada¡±, explica. ¡°Me amenazaba con que ir¨ªa a un internado si lo contaba, me dec¨ªa que no me iba a creer nadie, que me echar¨ªan de la familia¡±. Era solo una ni?a frente a un adulto que dec¨ªa estar cuid¨¢ndola. La mujer en la que se convirti¨® Mar¨ªa creci¨® sin las herramientas para hacer frente a la losa de hormig¨®n que ten¨ªa encima.
?l viv¨ªa con su mujer en el piso de arriba. Ten¨ªan una entrada independiente, pero en casa eran muchos, el padre de Mar¨ªa estaba enfermo y ella ten¨ªa que subir a estudiar. ¡°Aprovechaba cuando su mujer no estaba y me llamaba. Grababa pel¨ªculas porno del Canal + y me las pon¨ªa. Ah¨ª aprend¨ª a mirar la tele sin verla, centr¨¢ndome en un punto fijo, sin procesar nada m¨¢s¡±, dice. Su estrategia fue alejarla de todos. Y as¨ª un a?o tras otro, hasta que, con 12, le present¨® a un amigo. ¡°Se hab¨ªa comprado un barco, me llevaba all¨ª y me obligaba a mantener relaciones sexuales con ¨¦l¡±. Tambi¨¦n las grababa y luego la obligaba a ver las escenas.
¡°Lo que m¨¢s recuerdo es la soledad. Me hablaba mal de mis padres, de mi hermana, de mi t¨ªa. Me dec¨ªa que yo era una privilegiada. Me amenazaba. Asum¨ª que ten¨ªa que vivir eso, era incapaz de parar esa situaci¨®n¡±, dice. ¡°Hizo que solo pudiera confiar en ¨¦l, aunque fuera una mierda¡±. A la vez, le regalaba todo lo que ped¨ªa y le daba tabaco. Por entonces aprendi¨® a autolesionarse para evadir el dolor y para sentir que ten¨ªa el control. Muchas veces percibi¨® que sal¨ªa de su cuerpo, que miraba la escena desde arriba, como si la que sufr¨ªa all¨¢ abajo no fuera ella misma.
¡°Era capaz de bajar a ver a mi madre, como si nada hubiera pasado, despu¨¦s de que me violara. Todav¨ªa contin¨²o disociando mogoll¨®n, puedo estar fatal, y la persona con la que hablo ni siquiera lo sospechar¨¢¡±, explica. As¨ª que fue creciendo como si hubiera dos Mar¨ªas, la que ve¨ªa todo el mundo y la que solo ve¨ªa su t¨ªo. Decidi¨® estudiar Psicolog¨ªa, comenz¨® a trabajar y un d¨ªa, tras la muerte de su padre, dijo a su familia que se marchaba. Ten¨ªa 26 a?os.
En su nuevo piso, su espacio, se acabaron las agresiones sexuales. Poco despu¨¦s se enamor¨® y en solo unos meses puso tierra de por medio. No le gustaba volver a casa, le paralizaba la simple idea de cruz¨¢rselo: ¡°Era como si volviera a ser una ni?a delante de ¨¦l¡±. Una d¨¦cada despu¨¦s, cuando habl¨® por primera vez frente a su familia, se enfrent¨® a su padrino y lo acus¨® de destrozarle la vida. La polic¨ªa impuso una orden de alejamiento que continuar¨¢ vigente. Ese hombre, que hoy tiene 79 a?os, se march¨® de la casa familiar, pero Mar¨ªa cuenta que la mujer de su t¨ªo, que lo apoya, sigue viviendo arriba, bajo el mismo techo que su madre y su otra t¨ªa.
¡°Parte de mi autodestrucci¨®n fue a trav¨¦s de trastornos alimentarios. No he tenido amigos de verdad hasta ahora. No pod¨ªa ser yo misma, hab¨ªa una parte de m¨ª que siempre ocultaba, me costaba abrirme¡±, cuenta. ¡°Nunca voy a perdonarle que me haya robado tanto¡±. Quiere que ¨¦l pague por lo que le hizo. Y, sobre todo, aprender a quererse. ¡°Hablar de ello me ha liberado, y la terapia me est¨¢ ayudando a asumir, a aceptarme y a reaprender maneras de hacer las cosas¡±, explica. La Mar¨ªa hecha a?icos empieza ya a recomponerse.
"Nunca voy a estar bien"
¡°Los abusos en la infancia pueden afectar en el ¨¢rea social, en la afectividad, en c¨®mo alguien se vive a s¨ª mismo, a su autoestima, su estado emocional, a la salud mental, puede haber posibles patolog¨ªas mentales o momentos con m¨¢s episodios de ansiedad, depresi¨®n¡±, expone la psic¨®loga de Mar¨ªa, Carla Rom¨¢n, de la fundaci¨®n Vicki Bernadet. Con los a?os, la Mar¨ªa adulta albergaba a esa ni?a, paralizada, retenida en esa indefensi¨®n.
Por ello hay un sentimiento que aflora a veces, cuenta ella: ¡°Nunca voy a estar bien¡±. Autom¨¢ticamente explica que est¨¢ trabajando en ello. ¡°Pero muchas veces no puedo no pensar en lo ocurrido¡±, explica. ¡°Una ¨¦poca intent¨¦ no dormir porque so?aba con lo que pas¨®¡±, a?ade. Vive entre pesadillas y 'flashbacks'. El juicio ha supuesto revivirlo todo, lo que se conoce como revictimizaci¨®n. Asegura que tanto la polic¨ªa como el personal de los juzgados se portaron bien con ella. Pero ha tenido que contar cinco veces su historia, aportando todos los detalles que pod¨ªa. Reviviendo una y otra vez lo que su mente solo quiere borrar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.