La haza?a del hospital mutante
Desde poner mensajes de ¨¢nimo a los enfermos pegados en los yogures de la comida a aceptar camas de hoteles por falta de existencias: el Ram¨®n y Cajal se adapt¨® cada d¨ªa para hacer frente a la pandemia
El Hospital Universitario Ram¨®n y Cajal no existe. Ya no es esa mole de 17 pisos que devoraba y escup¨ªa incesantemente se?ores en pijama junto a grupos ruidosos -?ah, la familia!-; sanitarios con el sabor a cruas¨¢n en la boca sorteando el estr¨¦pito de taxis, coches y autobuses que se vaciaban ante la entrada principal, o fr¨¢giles siluetas del brazo de otras rumbo a las consultas -nerviosos- o de vuelta de ellas -tranquilos, ha ido bien-¡ El gigante llevaba 43 a?os as¨ª, asomado a una autov¨ªa del norte de Madrid, con su aristocracia cient¨ªfica ¡ªes centro de referencia en 14 unidades m¨¦dicas¡ª compartiendo con enfermos y familiares los anticuados pasillos de terrazo. Una peque?a ciudad de 5.468 empleados, 775 camas en planta y 67 en cr¨ªticos, con sus reinos del conocimiento especializad¨ªsimos que peleaban a codazos por los siempre escasos recursos.
Aquel hospital se desvaneci¨® hace un a?o.
La metamorfosis
El d¨ªa 13 de marzo de 2020 se clausuraron las 60 puertas del centro. El desconocido coronavirus aislaba a los enfermos en su soledad s¨¦ptica y mandaba en bloque a casa a los sanitarios contagiados aunque leves. Los m¨¢s graves se quedaban ingresados. El director m¨¦dico, Agust¨ªn Utrilla, un veterano cirujano vascular, dijo a los jefes de servicio: ¡°Olvidaros de vuestra planta. El hospital se divide desde hoy en sucio y limpio. Punto¡±.
As¨ª empez¨® Macrocovid, el mutante invento del Ram¨®n y Cajal gestado en una sala de juntas entre los jefes m¨¦dicos y la direcci¨®n que derrib¨® muros humanos: se montaron equipos multidisciplinares de doctores a las ¨®rdenes de expertos en enfermedades infecciosas, medicina interna, neumolog¨ªa o geriatr¨ªa. ¡°He visto a cirujanos que se creen semidioses obedeciendo a neum¨®logos de 30 a?os¡±, dice un especialista quir¨²rgico. La competencia entre el bistur¨ª y el fonendoscopio ¡ª¡±nosotros ni nos acordamos de qu¨¦ lado se pone¡±, bromea¡ª se diluy¨®. Tambi¨¦n se diluy¨® la jerarqu¨ªa, cuentan muchos. Gan¨® la solidaridad ajena a los galones y a las categor¨ªas. Si el m¨¦dico ten¨ªa que hacer de auxiliar o de celador, se pon¨ªa.
A la cirujana maxilofacial Patricia de Leyva le aleccion¨® una amiga internista desde Le¨®n por Zoom. Luego march¨® a la guerra con una mascarilla para dos d¨ªas y batas de quir¨®fano desechables reesterilizadas que eran pura arruga. Vio morir a pacientes d¨¦biles, solos, inmunes a la medicaci¨®n. Lloraba. ¡°Cuando iba a dar el alta a un enfermo, se me iba quebrando la voz¡±, recuerda, ¡°y sal¨ªa corriendo¡±. La psiquiatra Carmen Loeck volvi¨® a usar el fonendo a a las ¨®rdenes primero de una neum¨®loga y luego de un geriatra. Le encargaron, claro, llamar a las familias. ¡°Cuidad de ¨¦l¡¯, me dec¨ªan, ¡®no dej¨¦is que se muera¡±.
Eran los d¨ªas del silencio en un hospital atestado. Del miedo a contagiarse por contagiar a los suyos. Del insomnio que las t¨¦cnicas auxiliares de enfermer¨ªa trataban de aliviar en un grupo de WhatsApp. De juntarse a llorar en el vestuario. Y de las im¨¢genes que permanecen. La de Sergio Montero, un enfermero reci¨¦n contratado que llevaba a?os sin pisar una unidad de cr¨ªticos, fue esta: ¡°Mis primeros dos pacientes compart¨ªan box en la UCI. Uno de ellos era obeso, ten¨ªa todas las papeletas para fallecer. Pero no, ese d¨ªa muri¨® el compa?ero¡±. La de Teresa Urdiales, celadora de urgencias: ¡°La gente se iba de un momento para otro. Sal¨ªas y los familiares te preguntaban. Y t¨² no pod¨ªas decir nada¡±. La de Carmen, auxiliar, que no pensaba. Solo actuaba: ¡°En medio del caos y de las ¨®rdenes contradictorias, te quitabas el EPI [equipo de protecci¨®n individual] muerta de miedo por si te hab¨ªas contagiado¡±.
Pero tambi¨¦n fueron los d¨ªas en los que todos los enfermos recib¨ªan notas de colores manuscritas pegadas al yogur de la cena: ¡°Fuerte. Eres el mejor. T¨² puedes¡±. ¡°Despu¨¦s de la tormenta siempre sale el sol¡±. Antonia Muriel, coordinadora de gobernantas de cocina, ten¨ªa una amiga con un t¨ªo ingresado y le pidi¨® que se comunicase con ¨¦l. ¡°Le dije que podr¨ªa enviarle una nota en la bandeja. Luego lo coment¨¦ con los compa?eros. Al d¨ªa siguiente un pinche trajo 100 frases de ¨¢nimo que hab¨ªa escrito junto a su mujer y as¨ª empezamos¡±.
En aquella primavera confinada Carmen ve¨ªa aplaudir a su nieto de cuatro a?os a muchos kil¨®metros de distancia. ¡°?Por mi abu!¡±. Entonces ¨Della llora al recordarlo, siempre llora cuando habla de la primera ola¨D una amiga de su madre, de 85 a?os, inundaba su tel¨¦fono de mensajes de cari?o y de apoyo. ¡°Y mientras¡±, solloza, ¡°se me mor¨ªa gente de 70¡å. La psic¨®loga Patricia Fern¨¢ndez llamaba a 40 familias de pacientes al d¨ªa para ayudarles a enfrentar el dur¨ªsimo golpe de estar lejos. ¡°Al final me daba vueltas la cabeza¡±, recuerda. ¡°Y despu¨¦s piensas que no sabes c¨®mo, pero el trabajo sal¨ªa adelante¡±.
Una de esas familias fue la de Jos¨¦ Manuel Diego, un comercial de 54 a?os sujeto a la vida por un respirador. Mientras ¨¦l dorm¨ªa, su esposa falleci¨®. Tambi¨¦n su suegra. ¡°Cuando despert¨®¡±, cuenta Daniel, el hijo de Juan Manuel, ¡°su vida se hab¨ªa derrumbado. Y hab¨ªa que dec¨ªrselo. Lo hicieron en el hospital y Patricia nos acompa?¨®¡±. Hoy el padre, con su fatiga, sus cinco meses en rehabilitaci¨®n, a¨²n abatido, ha podido volver al trabajo.
Macrocovid crec¨ªa a medida que los ciudadanos llegaban ahog¨¢ndose a urgencias, ocupando todo ¡ªhasta 104 sillones se instalaron adem¨¢s de las camas¡ª. Los quir¨®fanos, donde se hab¨ªan practicado casi 1.500 operaciones en enero, se volvieron UCI. En las cinco salas que quedaron solo se operaban urgencias. El 18 de marzo se doblaron las camas de cr¨ªticos. Los gimnasios de rehabilitaci¨®n se trocaron de la noche a la ma?ana en unidades de cuidados intermedios, una especie de puente entre la habitaci¨®n y la UCI. El conocimiento flu¨ªa r¨¢pido por correo electr¨®nico y por WhatsApp. ¡°Me maravillaba c¨®mo todo el mundo sacaba lo mejor de s¨ª, incluyendo los sabios, en su carrera acelerada para saber m¨¢s¡±, dice Jaime Masju¨¢n, el jefe de neurolog¨ªa, director de Macrocovid. Se doblaron los proyectos de investigaci¨®n. Hicieron las primeras autopsias de Madrid. Y la primera serolog¨ªa masiva: hallaron que uno de cada cuatro empleados se hab¨ªa contagiado.
¡°Lo peor fue cuando ya no ten¨ªamos camas: me refiero a los muebles¡±, dice Masju¨¢n. ¡°Un hotel nos cedi¨® las suyas. Las habitaciones individuales pasaron a ser dobles y las dobles, triples. Hac¨ªa 10 a?os que no exist¨ªan¡±. Esos cambios dr¨¢sticos ocurr¨ªan en otros hospitales: ¡°Siempre nos hemos considerado estructuras burocr¨¢ticas, lentas en los procesos de adaptaci¨®n y, sin embargo, esta pandemia nos ha obligado a reestructurar, tanto procesos como equipos¡ y se ha hecho de una forma muy ¨¢gil¡±, expone Patricia Alonso, m¨¦dica del Cl¨ªnico y vocal de la junta directiva de la Sociedad Espa?ola de Directivos de la Salud (Sedisa). Juan Antonio Marqu¨¦s, director del hospital Reina Sof¨ªa de Murcia, tambi¨¦n de Sedisa, apunta: ¡°Lo que parec¨ªa imposible en tiempos de normalidad, lo ha sido ahora, bien es verdad que con un esfuerzo colosal de muchos profesionales¡±.
La noche m¨¢s negra
31 de marzo. Hay 1.003 enfermos covid ingresados. El m¨¢ximo. 103 en la UCI. Y 21 fallecidos. Los ni?os y los pacientes psiqui¨¢tricos han sido enviados a otros hospitales. El director Utrilla est¨¢ en casa, solo. No para de toser. Contacta con la UME: ¡°Les ped¨ª que vinieran a sacar los f¨¦retros. No hab¨ªa sitio en los mortuorios¡±. Los cad¨¢veres se quedaban en las habitaciones durante horas.
Pero no colapsaron. En parte, dice Masju¨¢n, porque se iban adelantando en preparar nuevos espacios para acoger enfermos ¨Dhasta equiparon de tomas de ox¨ªgeno las salas de espera de las consultas, que no llegaron a ocupar¨D y porque los fines de semana el hospital funcionaba a todo gas, con m¨¢s m¨¦dicos. Se daban altas con mucha agilidad. ¡°Nunca falt¨® material, ni camas, ni personal¡±, recuerda la subdirectora de enfermer¨ªa Beatriz Mart¨ªn, a cargo de los cr¨ªticos, que hac¨ªa malabares para sortear las bajas de sus compa?eras contagiadas y combinar equipos de diferente nivel de destreza. La irrupci¨®n descarnada de la primera ola, en la que los sanitarios tuvieron que convertirse en la ¨²nica compa?¨ªa de los hombres y mujeres que luchaban por su vida, humaniz¨® el hospital, dice. ¡°Nos ha cambiado el prisma. Nos ense?¨® a tener m¨¢s respeto al paciente y a darle m¨¢s valor a la familia. A dar importancia a su intimidad, cuidar cosas como la luz o el ruido al que est¨¢n sometidos en lugares como la UCI¡±.
Vuelve el embate
Macrocovid resucita en agosto, cuando se vislumbra la segunda ola. Como un acorde¨®n, se expande y se contrae, hasta ahora. Cuando vuelve de vacaciones, Carmen, la auxiliar, se pasa un d¨ªa entero llorando: ¡°Me repet¨ªa: ¡®No puedo volver all¨ª, no puedo¡¯. Pero luego vas, porque es tu profesi¨®n¡±, dice. La psic¨®loga Patricia Fern¨¢ndez y la psiquiatra Carmen Loeck atienden a sanitarios. Enfermeras y auxiliares, sobre todo. ¡°Sufr¨ªan pesadillas, flashbacks e im¨¢genes intrusivas. De sus pacientes. De sus caras. De cuando sal¨ªan un momento de la habitaci¨®n y los encontraban muertos¡±, rememora la primera. Estr¨¦s postraum¨¢tico puro y duro, fruto del primer embate. Mujeres deca¨ªdas, ap¨¢ticas, sinti¨¦ndose culpables por creer que no han podido dar la mejor atenci¨®n. Que llegan a perder la vocaci¨®n. La psiquiatra lo recuerda as¨ª: ¡°Llegaban con ansiedad e insomnio, el ¨¢nimo apagado, repitiendo, ¡®no me interesa nada, no disfruto con nada, me da rabia lo que hace la gente, lo que hacen las autoridades¡±.
Tras el verano se retoman las sesiones cl¨ªnicas. Pero son semipresenciales. ¡°Echo de menos eso de estar 50 m¨¦dicos metidos en un cuartucho, hablando. Bull¨ªa la ciencia¡±, dice la internista M¨®nica L¨®pez. ¡°Es una r¨¦mora para los residentes que se est¨¢n formando¡±, a?ade. Con el paso de los meses, de las olas, los doctores se frustran ante cada nuevo crecimiento del covid. ¡°Tenemos sensaci¨®n de desesperanza, de que dejamos de ver a los pacientes que nos necesitan¡±, apunta el neur¨®logo Masju¨¢n. ¡°y los nuestros han sufrido m¨¢s deterioro cognitivo, son los grandes damnificados¡±.
En diciembre, el hospital se cierra de nuevo a los familiares porque infectan a sus allegados encamados. Pero las enfermeras alertan a la cocina si un paciente cumple a?os. Le mandan una tortilla con un tomate cortado en forma de rosa. Y la felicitaci¨®n escrita en chocolate.
Por Nochebuena, las tabletas conectan al paciente con los suyos. Pero lloran todos. El celador, la auxiliar, la enfermera y el m¨¦dico. En su casa, Carmen, la t¨¦cnica auxiliar, estalla en l¨¢grimas al ver la mesa puesta para ella sola. Ha perdido 14 kilos. Decide pedir ayuda para intentar deshacer el nudo que ha parasitado su pecho.
Marzo 2021
El nuevo Ram¨®n y Cajal tiene celadores en la puerta que preguntan al que entra d¨®nde va y le empapan las manos de gel. La entrada parece la salida de un ba?o, los enfermos embozados frot¨¢ndose las manos. La cafeter¨ªa de personal es el centro de vacunaci¨®n. Como todos se quitan la ropa de calle, hay m¨¦dicos que van vestidos de amarillo, con chaquetas de celadores, o de morado, que es el uniforme de los t¨¦cnicos de rayos. Hay m¨¦dicas que llevan pijamas tres tallas m¨¢s grandes. Les dan lo que hay disponible. ¡°Vamos como los colores del parch¨ªs¡±, dice la internista, ¡°es tremendo el trabajo que tiene la lencer¨ªa¡±.
El viernes 12 de marzo quedan 103 enfermos de coronavirus. Las plantas en las que est¨¢n ingresados se distinguen por las bolsas rojas donde se guardan sus deshechos, que siguen un circuito especial. Por los pasillos de la 3? derecha, entre sanitarios protegidos con monos y pantallas transparentes de pl¨¢stico, el internista Sergio Diz camina vestido solo con un pijama blanco. Ha visto morir en un d¨ªa lo que antes en un mes. ¡°Y hab¨ªa pacientes que te dec¨ªan: ¡®S¨¦deme. No quiero seguir con esto¡±. Cree que profesionalmente ha crecido. ¡°Pero humanamente esto me ha penalizado. Las medidas de aislamiento son un castigo. Quiero volver a la cercan¨ªa con los pacientes y las familias, porque para m¨ª siempre ha sido lo primero¡±.
En la 5? planta, un respirador asiste a un hombre tumbado boca abajo. Enfrente hay otro, tambi¨¦n dormido, que recibe ox¨ªgeno a trav¨¦s de una traqueotom¨ªa. Si estuvieran despiertos sabr¨ªan que no hace sol. Sus boxes tienen ventana, dos enormes monitores por los que serpentean las constantes, una c¨¢mara que les vigila y una ventilaci¨®n modern¨ªsima. No se oyen pitidos. Ra¨²l de Pablo es el jefe de la nueva UCI, cuya construcci¨®n aceler¨® la pandemia. Anda como un ni?o con zapatos nuevos entre colegas en pijamas azules de papel. Todo es azul y reluciente. Pero las 24 camas ¨D10 m¨¢s que la UCI antigua¨D est¨¢n ocupadas por enfermos covid. Y hay siete m¨¢s en otras unidades. ¡°Ha sido muy emocionante. Son pacientes muy graves, nos gusta ese desaf¨ªo. Pero nos hemos visto superados¡±, dice. No puedes superar esas paradas card¨ªacas s¨²bitas. Ver irse a una chica jovenc¨ªsima por una embolia. Tener a familias enteras ingresadas. La UCI, cualquier UCI, tambi¨¦n ha cambiado. Ahora hay fisioterapeutas. Y psic¨®logos. Enfermos que ven a sus familias por Zoom.
Un piso m¨¢s abajo, se ultima a martillazos la Unidad de Cuidados Intermedios. Es donde los pacientes reciben sofisticados apoyos a su respiraci¨®n. Algo crucial en la covid y que libera camas de UCI. Este tipo de unidades se han triplicado en los centros espa?oles durante la pandemia, seg¨²n un estudio reciente. Sus camas se han multiplicado por cinco.
¡°Deber¨¦ ausentarme del hospital el mismo d¨ªa que ten¨ªa tres pacientes citados. Antes les retrasaba la consulta. Ahora los atender¨¦ por tel¨¦fono¡±, dice Santiago Moreno, jefe de enfermedades infecciosas. El hospital ha logrado mantener el n¨²mero de consultas. Pero una de cada cinco ha sido telem¨¢tica. Es otro de los cambios que se quedar¨¢n: ¡°Se gana en eficiencia y se pueden evitar muchos desplazamientos para revisiones o reajustes de medicaci¨®n, por ejemplo¡±, dice Juan Antonio Marqu¨¦s, de Sedisa.
¡°Estoy muy orgulloso de lo que ha hecho el hospital. La autogesti¨®n ha sido un ¨¦xito¡±, asegura Masju¨¢n, con un a?o de trabajo en perspectiva, ¡°recibimos muy poquita ayuda de fuera¡±. Hay menos miedo ¡ªla inmensa mayor¨ªa se ha vacunado completamente¡ª y m¨¢s cansancio. El jefe de infecciosas pas¨® en la UCI parte del primer embate. Despu¨¦s, dice, ¡°todo ha sido una cuesta arriba permanente, una prueba de resistencia, con pendientes m¨¢s o menos empinadas¡±. La sombra de esos otros enfermos que no han podido atender siempre est¨¢ presente. Los profesionales est¨¢n tristes, cree el director. ¡°Desguazados, con la cabeza al 120%¡±.
Tambi¨¦n lo cree la psic¨®loga Patricia Fern¨¢ndez, a trav¨¦s de los ojos de sus pacientes, las enfermeras y auxiliares: ¡°Al principio se sintieron muy respaldadas y ahora muy solas. Sienten ira por lo que sucede alrededor, por todo lo que no se est¨¢ evitando. Incluso se han aislado de los suyos. Llevan un a?o alejadas del disfrute y del placer. Se han acostumbrado al dolor¡±.
Ep¨ªlogo
En este a?o que fue otro, el hospital Ram¨®n y Cajal:
Ha visto morir a 1.111 enfermos de coronavirus y ha ingresado a m¨¢s de 6.000. Recibi¨® a 33.000 personas menos en urgencias que en 2019, pero llegaban m¨¢s graves.
Tambi¨¦n llegaron incontables aplausos, pizzas, 300 almohadas, 60 tabletas y mascarillas, algunas caseras, cosidas en casa, y otras donadas por la comunidad china.
1.545 trabajadores se contagiaron, de los 6.195 que tiene. Otros 876 tuvieron que guardar cuarentena. No ha muerto ninguno.
El centro sigue enviando a casa la medicaci¨®n a los enfermos cr¨®nicos que antes de la pandemia deb¨ªan acudir a retirarla. El horario para an¨¢lisis de sangre se ha extendido para evitar aglomeraciones.
Los psiquiatras y psic¨®logos han atendido a 717 familias de enfermos covid, a 294 pacientes y a 180 profesionales. 400 han estado de baja.
Ha contratado a 741 personas, la inmensa mayor¨ªa sanitarios, como refuerzo. Pretenden que todos se queden.
Conceptos m¨¢s repetidos: Silencio. Solidaridad. Soledad. Orgullo. Muerte. Pertenencia. Cansancio. Todos los consultados creen que ahora se conocen mejor entre ellos. Que se han sentido parte del mismo equipo.