La invenci¨®n de los n¨²meros
Si fuera cierto que un hueso hallado en Francia representa un sistema num¨¦rico, habr¨ªa que ceder la patente de los guarismos a los neandertales
No todos los grandes inventos son obra de nuestra especie. La rueda y el alfabeto s¨ª lo son, obviamente, puesto que ya ¨¦ramos los ¨²nicos humanos sobre la Tierra cuando se inventaron. Pero el fuego no lo podemos patentar, porque se domestic¨® en la ¨¦poca del Homo erectus, cuando nosotros no ¨¦ramos ni siquiera un lejano proyecto. Y ahora los neandertales nos amenazan con expropiarnos otra de las grandes invenciones de todos los tiempos, los n¨²meros.
La raz¨®n es un f¨¦mur de hiena desenterrado hace medio siglo en el sitio arqueol¨®gico de Les Pradelles, cerca de Angulema, en el suroeste de Francia. El hueso exhibe nueve muescas paralelas y casi id¨¦nticas, y seduce al ojo como alg¨²n tipo de s¨ªmbolo num¨¦rico. Como ha sido datado en 60.000 a?os atr¨¢s, y en esa ¨¦poca no hab¨ªa en Europa m¨¢s que neandertales ¡ªlos humanos modernos tardar¨ªamos a¨²n 20 milenios en aparecer por all¨ª¡ª, debemos concluir que lo grab¨® un neandertal. Si fuera cierto que el hueso representa un sistema num¨¦rico, habr¨ªa que ceder la patente de los n¨²meros a los neandertales. Imaginen la pasta que les deber¨ªamos. M¨¢s nos vale no resucitarlos, sobre todo si saben hacer las cuentas.
Cualquier comportamiento c¨ªclico de la naturaleza constituye la ra¨ªz remota de un sistema num¨¦rico. El ciclo de los d¨ªas y las noches, las fases de la Luna, la sucesi¨®n de las estaciones, no hablemos ya de las cigarras que emergen cada 17 a?os por las am¨¦ricas, llevan condicionando la evoluci¨®n biol¨®gica desde el origen de los tiempos, y no es extra?o que llevemos incorporados de serie varios tipos de relojes que van ¡®contando¡¯ los picos y valles de esos ciclos. Siendo estrictos, cada una de nuestras c¨¦lulas es un reloj. A la escala de los genes y las prote¨ªnas, somos ritmo sobre ritmo en una regresi¨®n infinita como tu imagen en un armario de dos espejos. Pero eso no alcanza ni de lejos la categor¨ªa de sistema num¨¦rico, un artefacto que debe servir para contar cosas y manipular los s¨ªmbolos que significan cantidades.
Los estudiosos han dado por hecho tradicionalmente que nuestra especie es la ¨²nica que posee un sentido innato de la numerosidad, o de la cuantificaci¨®n de los objetos. Ese prejuicio se ha revelado en los ¨²ltimos tiempos como un error garrafal. Los peces, las abejas y los pollos reconocen de inmediato los n¨²meros del 1 al 4. Tambi¨¦n disciernen entre dos cantidades grandes, siempre que sean lo bastante diferentes. Como dice Colin Barras en Nature, distinguen de un vistazo 10 objetos de 20 objetos, pero no 20 de 21. Este sentido de la numerosidad es casi id¨¦ntico al que revela un beb¨¦ de seis meses, y no es dif¨ªcil imaginar por qu¨¦ en t¨¦rminos evolutivos. Como dijo alguien, quien cofunda a 2 predadores con 20 predadores se extingue en forma de chuletas.
Pero el sentido de la numerosidad tampoco basta. Un sistema num¨¦rico que merezca tal nombre se basa en s¨ªmbolos que pueden manipularse. Esta es la forma de avanzar m¨¢s all¨¢ del 4 que nos ofrece el instinto, y tambi¨¦n de distinguir 20 de 21. Y aqu¨ª s¨ª que los humanos somos genuinamente ¨²nicos en la Tierra. Ning¨²n otro animal utiliza s¨ªmbolos para representar los n¨²meros, ni por tanto puede transmitir a sus hijos ese conocimiento. Pero entonces, ?qu¨¦ hay de los neandertales? La verdad es que el hueso con nueve muescas de aquella pobre hiena es un argumento flojo. Necesitamos mucho m¨¢s que eso antes de ceder la patente a nuestros primos.
Pese a que mucha gente prefiere pensar que los neandertales eran tan inteligentes y creativos como nosotros, los argumentos cl¨¢sicos en contra siguen vigentes. Los neandertales vivieron en Europa y Asia occidental durante 300.000 a?os, pese a lo cual los yacimientos arqueol¨®gicos que dejaron son pr¨¢cticamente id¨¦nticos a lo largo del espacio y el tiempo. Los asentamientos creativos de Europa, que difieren en pocos kil¨®metros o en pocos a?os, y muestran herramientas avanzadas e innovadoras, coinciden con la llegada del Homo sapiens al continente. Y los datos recientes a?aden dudas a la capacidad intelectual de los neandertales.
Los genes asociados a la autoconsciencia eran menos comunes en los neandertales que en nuestra especie. Los genetistas y los cient¨ªficos cognitivos han definido tres redes cerebrales esenciales para el aprendizaje y el pensamiento creativo. En total son 972 genes, y su comparaci¨®n entre sapiens, neandertales y chimpanc¨¦s deja bastante mal a los dos ¨²ltimos. No se trata de antropocentrismo, sino de datos duros. Los neurocient¨ªficos no creen que el repertorio gen¨¦tico del neandertal le hubiera permitido un comportamiento orientado a la sociedad, una interacci¨®n aceptable con los extra?os ni un arte narrativo siquiera incipiente. Emocionalmente s¨ª ¨¦ramos muy parecidos, pero ?qui¨¦n no? La verdad es que nuestro miedo es muy dif¨ªcil de distinguir del de una rata. Los n¨²meros son otra historia.
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