Ancianos protegidos, ?o prisioneros en las residencias?
Las asociaciones de familiares plantan cara a la Administraci¨®n mientras los centros siguen restringiendo las visitas. Las empresas gestoras piden cambios garantistas: ¡°Los pol¨ªticos tienen p¨¢nico a tomar decisiones¡±
Teresa, de 84 a?os, aprovecha cuando le toca el turno en la farmacia para charlar con alguien ajeno a su entorno m¨¢s cercano, algo que hace muy de vez en cuando desde que el ¡°maldito bicho¡±, como ella lo llama, apareci¨® y lo cambi¨® todo. ¡°Ay hija, llegar a esta edad y tener que vivir as¨ª lo poco que nos queda es la mayor tristeza¡±, le comenta a la farmac¨¦utica. Y enseguida a?ade: ¡°Pero peor est¨¢ Francisco, ?te acuerdas de ¨¦l?, ah¨ª, casi encerrado en la residencia desde hace m¨¢s de un a?o¡±. Francisco, el amigo que menciona Teresa delante de los clientes del establecimiento de Madrid en el que se produjo esta conversaci¨®n, es uno de los ancianos que ocupan una de las 384.251 plazas de las 5.500 residencias en Espa?a, seg¨²n datos del ¨²ltimo informe del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) de septiembre de 2020. Las personas de edad avanzada sufrieron primero el miedo ante los devastadores efectos de la covid-19, despu¨¦s el asombro y la desesperanza cuando quedaron atrapados en las residencias y el coronavirus comenz¨® a acabar con sus vidas sumando m¨¢s de 30.000 muertes, y ahora la indefensi¨®n frente a unas restricciones que les siguen aislando, en un sistema que ya no se sabe si les protege o les recluye. Menos visitas, prohibici¨®n de contacto f¨ªsico en la mayor¨ªa de las comunidades aut¨®nomas o la disminuci¨®n de las actividades dentro de los centros por la dificultad que plantean los grupos burbuja, son algunas de las medidas que se mantienen mayoritariamente y que preocupan a todos porque afectan a un colectivo en el que la interacci¨®n personal es vital para su salud f¨ªsica y mental.
Usuarios de residencias y sus familiares argumentan que, pese a que el 9 de mayo finaliz¨® el estado de alarma, los centros mantienen medidas restrictivas que no tienen en cuenta que son un grupo de edad protegido por la vacuna hace meses. Describen un escenario en el que cada comunidad aut¨®noma establece sus propias normas y en el que, dicten estas lo que dicten, parece que volver a la situaci¨®n anterior a la pandemia depende m¨¢s de la voluntad de cada centro que de la evoluci¨®n de la situaci¨®n epidemiol¨®gica. ¡°En este momento las residencias son una prisi¨®n porque nuestros familiares se sienten encerrados¡±, sentencia Mar¨ªa Jos¨¦ Carcel¨¦n, presidenta de la Coordinadora de Familiares de Residencias 5+1. Y a?ade: ¡°Los derechos de los ciudadanos no se acaban cuando entran en una residencia. Las autoridades los est¨¢n vulnerando al dejar la ¨²ltima decisi¨®n en manos de las empresas privadas que gestionan el 95% de ellas. ?C¨®mo se puede entender que aqu¨ª, en Catalu?a, se autorice el ocio nocturno hasta las tres de la madrugada y pongan tantas limitaciones en los centros en los que viven nuestros mayores?¡±.
Fernando Rodr¨ªguez Artalejo, catedr¨¢tico de Salud P¨²blica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, no entra en la aplicaci¨®n de las normas, pero s¨ª en el fondo que deber¨ªa sustentarlas: ¡°En las residencias casi la totalidad de los mayores y de los cuidadores est¨¢n vacunados y, si los familiares acreditan estarlo tambi¨¦n, honestamente no deber¨ªa haber problemas para las visitas. Entre vacunados la probabilidad de infecci¨®n y de contagio es muy baja, como demuestra que los brotes en residencias despu¨¦s de la vacunaci¨®n son relativamente excepcionales. Otra cosa es si se trata de familiares no vacunados, en ese caso hay que ser mucho m¨¢s prudentes, mantener la distancia, el uso de la mascarilla y que los encuentros se realicen al aire libre, porque sabemos que la vacuna no protege al 100%¡±. En esa l¨ªnea, Sanidad acaba de aprobar una nueva normativa por la que los residentes de centros sociosanitarios con m¨¢s de un 80% de vacunaci¨®n (pr¨¢cticamente todos) pueden ir sin mascarilla, aunque s¨ª la deber¨¢n mantener los trabajadores y visitantes.
La Plataforma Estatal de Organizaciones de Familiares y Usuarios de Residencias (La Plataforma), constituida en mayo por 16 colectivos de 10 comunidades aut¨®nomas, ha decidido pasar a la acci¨®n. El pasado 10 de junio emiti¨® un comunicado en el que exige a los gobiernos auton¨®micos que ¡°habiliten la entrada de los familiares en las residencias sin las limitaciones salvajes, inhumanas e ilegales que vienen soportando¡±. Paulino Campos, presidente de Rede (Federaci¨®n Galega de Asociaci¨®ns de Familiares e Usuarias das Residencias e da Dependencia) afirma que en Galicia el r¨¦gimen de visitas sigue estancado en tres a la semana y ampliarlo se deja a la voluntad de las empresas gestoras de las residencias en funci¨®n de la disponibilidad de personal y de espacios¡±. Eso a pesar de que el pasado d¨ªa 16, la Xunta anunci¨® que se levantaban todas las restricciones activadas en el ¨²ltimo a?o y medio y de que su presidente, Alberto N¨²?ez Feijoo, manifest¨® sobre los usuarios de residencias: ¡°Pueden volver a la vida normal prepandemia con un extra de precauci¨®n¡±.
Carmen tiene 96 a?os, movilidad reducida, pero mentalmente est¨¢ a pleno gas. Vive desde hace casi seis a?os en una residencia de Madrid. No entiende de normativas comunitarias ni estatales, pero s¨ª tiene muy claro que antes de la pandemia sus hijos y sobrinos la visitaban con m¨¢s frecuencia y ahora los echa mucho de menos. ¡°Antes hemos llegado a reunirnos en mi habitaci¨®n para celebrar mi cumplea?os y ellos pod¨ªan aparecer en cualquier momento que se lo permitieran sus trabajos. Ahora hay que pedir cita previa, como mucho pueden estar una hora y no les dejan subir a la habitaci¨®n. Si hace bueno, nos vemos en el jard¨ªn; pero si hace malo lo tenemos que hacer en una zona especial habilitada para las visitas y con una mampara de por medio. Esta semana he podido acariciar por primera vez a mi hijo. Te sientes muy desamparada; subiendo la familia es otra cosa, m¨¢s ahora que est¨¢ todo menos organizado que cuando entr¨¦ porque hay menos personal¡±. En el caso de Carmen, tener que moverse en silla de ruedas no facilita las cosas, pero al menos ella puede pedir a quienes van a verla que le traigan ¡°comida rica¡± o algunos de esos cosm¨¦ticos y perfumes a los que era tan aficionada cuando viv¨ªa en su propia casa y paseaba por su barrio a diario.
El peque?o privilegio de Carmen se ha convertido en un gran escollo dif¨ªcil de sortear para afectados por patolog¨ªas m¨¢s limitantes, a los que ahora sus familias ven en contadas ocasiones y sin tener acceso a las habitaciones. As¨ª lo cuenta P. Garc¨ªa, de Valencia, familiar de una mujer de 93 a?os que padece demencia, y que pide figurar as¨ª para evitar problemas. ¡°En la Comunidad Valenciana no se ha aclarado en ning¨²n momento el tema de las visitas y al final dependen totalmente de los centros¡±, explica Garc¨ªa. ¡°No podemos acceder a las habitaciones, ni tener ese contacto directo que antes nos permit¨ªa saber qu¨¦ necesitan nuestros familiares, si comen bien o si hay suficiente personal para atenderlos. Es como haber desaparecido de su d¨ªa a d¨ªa¡±. Una amiga acaba de contarle que su madre le dice que en su residencia no se han recuperado las actividades, que contin¨²an en grupos burbuja y que siente mucha pena porque lo compara a lo que ella llama err¨®neamente ¡°un campo de ¡®reconcentraci¨®n¡±. Mar¨ªa Jos¨¦ Carcel¨¦n a?ade: ¡°Con un inspector por cada 2.000 residentes, las familias suplimos la funci¨®n de vigilancia que deber¨ªa ejercer la Generalitat [la Administraci¨®n en la que se centra la asociaci¨®n que preside]. Si no nos dejan pasar a las residencias, evitan que podamos controlar¡±.
Jos¨¦ Mar¨ªa Toro, presidente de Aerte (Asociaci¨®n Empresarial de Residencias y Servicios de Atenci¨®n a la Dependencia de la Comunidada Valenciana) y secretario de Ceaps (C¨ªrculo Empresarial de Atenci¨®n a las Personas) dibuja un escenario diferente en el que las patronales llevan meses pidiendo a las respectivas administraciones que suavicen las medidas porque ya en el verano de 2020 pudieron constatar el impacto que el aislamiento provoca en la salud f¨ªsica y mental de los ancianos. ¡°La respuesta suele ser no. Los pol¨ªticos tienen p¨¢nico a tomar decisiones y asumir responsabilidades. En Valencia incluso hemos recurrido judicialmente que permitan el contacto f¨ªsico con los residentes. M¨¢s dif¨ªcil, aunque sea complicado de entender por las familias, es poder circular libremente por las instalaciones. Todav¨ªa hay que evitar las aglomeraciones pero seg¨²n avanza la vacunaci¨®n queda poco para la normalidad que todos deseamos¡±.
P. Garc¨ªa mantiene sus argumentos: ¡°El personal de las residencias est¨¢ quemado y agotado, muchos se han ido a la Sanidad en busca de mejores oportunidades y sueldos. No entendemos por qu¨¦ se consiente esta situaci¨®n. Algunas residencias peque?as tienen miedo, pero que las restricciones contin¨²en principalmente lo achacamos a la falta de personal. Preparar a los residentes para salir significa m¨¢s trabajo, dicen que cuando vuelven los tienen que duchar¡ Lo ¨²nico que tenemos claro es que los abuelos est¨¢n sufriendo un baj¨®n impresionante en todos los sentidos y para los que son v¨¢lidos est¨¢ situaci¨®n est¨¢ siendo demoledora¡±.
Andr¨¦s Rueda, miembro de la comisi¨®n de Residencias de la Asociaci¨®n de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, est¨¢ de acuerdo en que recuperar el contacto de los ancianos ¡°es vital y que teniendo baja carga viral se podr¨ªa hacer ya en exteriores manteniendo el uso de mascarillas. Hemos transmitido a las autoridades que los protocolos de actuaci¨®n est¨¢n desfasados y tienen margen de mejora especialmente respecto a la proximidad de las personas¡±. Asegura que se est¨¢ informando de ¡°una manera sesgada¡±. ¡°Primero no se puede generalizar, porque en las residencias nos atenemos a las instrucciones de cada comunidad y no todas van al mismo ritmo¡±, explica. ¡°Lo que pedimos es que los pol¨ªticos y las administraciones sean ¨¢giles a la hora de modificar los protocolos, porque las medidas sanitarias nos las tienen que dar hechas. Estamos en una pandemia, tenemos memoria hist¨®rica y no podemos bajar la guardia. Pedimos comprensi¨®n porque somos el ¨²nico colectivo que est¨¢ desfilando por los juzgados acusados de imprudencias temerarias.¡±
Francisco Javier Mart¨ªnez Peromingo, director general de coordinaci¨®n sociosanitaria de la Consejer¨ªa de Sanidad de Madrid, responde por correo electr¨®nico sobre la pol¨¦mica: ¡°Desde que se inici¨® el proceso de vacunaci¨®n hemos sacado al menos cuatro gu¨ªas con recomendaciones cada vez m¨¢s aperturistas en funci¨®n siempre de lo que hemos ido conociendo sobre el virus. Estas situaciones son complejas de regular porque se trata de medidas que restringen la interacci¨®n en centros que est¨¢n pensados para promoverlas. Pero es importante entender que el hecho de estar vacunado no impide que una persona se infecte y de ah¨ª la necesidad de mantener medidas preventivas en este grupo tan vulnerable¡±.
El hecho es que para los residentes y sus familias la frase ¡°de acuerdo al reglamento de cada residencia¡± se ha convertido en un saco en el que cabe todo pero casi nada tiene que ver con la situaci¨®n prepand¨¦mica, que ya afirman ten¨ªa m¨²ltiples agujeros por los que hac¨ªa aguas la atenci¨®n a los mayores. Ante esta situaci¨®n manifiestan que solo les queda dar la cara por los suyos. La Plataforma solicit¨® formalmente el 21 de junio, una reuni¨®n con la fiscal de sala delegada para la Protecci¨®n y Defensa de los Derechos de las Personas Mayores, Mar¨ªa Jos¨¦ Segarra, y con la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, para reclamar ¡°la vigilancia del respeto a los derechos de las personas mayores¡±. Por ahora no tienen respuesta. Denuncian ¡°la inacci¨®n de las administraciones¡± y afirman que sin riesgos epidemiol¨®gicos graves estas restricciones no se sostienen jur¨ªdicamente. El pr¨®ximo d¨ªa 30 se reunir¨¢n con el Gobierno, a petici¨®n de la Secretar¨ªa de Estado de Derechos Sociales.
Pero, mientras, se mantiene el pulso y contin¨²an el miedo y las interpretaciones particulares de las normas, Carmen, Francisco y todos los que como ellos viven en residencias cuentan los d¨ªas perdidos, los abrazos no dados y se preguntan si llegar¨¢n a tiempo de recuperar la normalidad que les quit¨® la covid-19 y que ahora les escatiman sus gobernantes.
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