La muerte sin duelo: c¨®mo la pandemia ha transformado la percepci¨®n del fallecimiento
Las cifras de decesos por coronavirus han estado presentes a diario durante la crisis sanitaria, aunque la sociedad se ha anestesiado ante la tragedia
Como ocurre durante una guerra, una pandemia obliga a aprender a convivir con la muerte. El primer fallecido oficial por coronavirus en Espa?a fue un viajero proveniente de Nepal, el 13 de febrero de 2020, aunque se descubri¨® bastante tiempo despu¨¦s. Para muchos la enfermedad era todav¨ªa un rumor lejano, que se iba extendiendo desde el otro lado del mundo, pero que no se hab¨ªa convertido a¨²n en una espeluznante realidad que iba a paralizar las vidas. Sin embargo, a partir del 3 de marzo, empieza el conteo oficial y las cifras suben r¨¢pidamente: el n¨²mero de hospitalizados, de ingresados en las UCI y de v¨ªctimas mortales irrumpen en la contidianidad y se convierten en una rutina siniestra, diaria, de n¨²meros.
Las peores jornadas se vivieron entre el 30 de marzo y el 4 de abril cuando, seg¨²n los recuentos oficiales, se superaron los 900 decesos diarios. Eran cifras que llegaban cuando todav¨ªa no hab¨ªa mascarillas disponibles, ni gel hidroalcoh¨®lico, ni respiradores suficientes, ni se conoc¨ªa bien la enfermedad y todos est¨¢bamos encerrados en nuestras casas, pendientes obsesivamente de unas noticias que parec¨ªan provenir de otro tiempo, incluso de otro pa¨ªs. Era como si la realidad le ocurriese a otras personas. El mundo hab¨ªa vivido guerras, desastres, cataclismos y atentados masivos, pero era la primera pandemia de esas dimensiones en un siglo. Seg¨²n los datos oficiales, m¨¢s 80.000 personas han muerto por la covid en Espa?a. Nadie duda de que los datos reales son muy superiores. Desde entonces, solo ha habido un d¨ªa en el que no se notificaron muertos por la covid-19 en Espa?a. Fue el 5 de julio de 2020. Ahora, cuando las cifras de muertes iban bajando conforme avanzaba la vacunaci¨®n, han vuelto a repuntar en agosto, que encadena dos semanas con m¨¢s de 100 fallecidos al d¨ªa de media.
Pese al goteo diario, se ha tratado de una muerte ausente y lejana, salvo para aquellos que la han sufrido directamente en sus familias, un 11,7% de los espa?oles, seg¨²n una encuesta del CIS de febrero. ¡°Las pandemias, y en general las cat¨¢strofes naturales, se viven de forma diferente a atentados como el 11-M o el 11-S¡±, explica V¨ªctor P¨¦rez, psiquiatra del Hospital del Mar de Barcelona y presidente de la Sociedad Espa?ola de Psiquiatr¨ªa Biol¨®gica, adem¨¢s de investigador principal de Cibersam. ¡°Los primeros d¨ªas nos atorment¨¢bamos por 100 fallecidos y, poco tiempo despu¨¦s, mor¨ªan casi 1.000 personas al d¨ªa y llegamos a acostumbrarnos. Hab¨ªa jornadas que eran como si se hubiesen estrellado varios aviones y, de alguna manera, esos golpes no te cruj¨ªan como al principio. Cuando las causas son naturales, la tolerancia es bastante mejor. Cuando es por la mano del hombre puedes generar odio, ver un culpable, pero en las cat¨¢strofes naturales es muy dif¨ªcil¡±.
Rituales funerarios
La muerte, en todas las culturas del mundo, est¨¢ codificada a trav¨¦s de rituales m¨¢s o menos complejos, en los que la sociedad se reconoce y consuela. En algunos lugares, de forma muy radical, como entre los Toraja de Indonesia, que sacan a pasear a sus fallecidos y les dejan secarse al sol en sus ata¨²des y se fotograf¨ªan con ellos a?os despu¨¦s de su fallecimiento. En muchos pa¨ªses occidentales, ser acompa?ados en el duelo es un ritual esencial para los allegados en su despedida. La prohibici¨®n, por miedo al contagio, de los funerales y velatorios durante la primera ola fue, para V¨ªctor P¨¦rez, el error que lamenta m¨¢s profundamente de aquellas primeras semanas de pandemia.
¡°Fue una l¨ªnea roja que no debimos cruzar¡±, explica el psiquiatra del Hospital del Mar, sobre la prohibici¨®n de funerales y velatorios durante el estado de alarma. ¡°Asustados por el contagio, por la falta de trajes de protecci¨®n, el comit¨¦ de crisis del hospital decidi¨® que no se permit¨ªa algo que culturalmente es sagrado, como es el duelo y el hecho de que la familia pueda estar cerca. Es lo que m¨¢s me ha quitado el sue?o, a m¨ª y a los que est¨¢bamos en ese comit¨¦. No murieron solos, porque el personal de enfermer¨ªa hizo un trabajo espectacular, pero pagaba un precio enorme. Algo no est¨¢bamos haciendo bien cuando nos saltamos una de las cosas m¨¢s sagradas que tenemos en la sociedad. Ahora estamos intentando evaluar qu¨¦ repercusiones tuvo en el duelo poder despedirse o no¡±.
Las cifras de v¨ªctimas difundidas a diario, mezcladas con la falta de duelos p¨²blicos durante meses y con la casi total ausencia de im¨¢genes de fallecidos han producido un efecto de anestesia. Parad¨®jicamente, la muerte ha estado m¨¢s presente que nunca en los ¨²ltimos tiempos y, a la vez, socialmente ausente salvo para aquellos que no la han sufrido en su primer c¨ªrculo.
Mar¨ªa ?ngeles Dur¨¢n, catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa y profesora de Investigaci¨®n del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) que ha publicado trabajos sobre la sociolog¨ªa de la muerte, se?ala: ¡°Parte de la anestesia se ha producido porque se trata de cifras muy concentradas en gente mayor y con patolog¨ªas. Mucha gente pensaba ¡®yo no soy como los que se est¨¢n muriendo, no corro tanto peligro¡¯. S¨ª hubo algunos momentos de mucho miedo al principio, sobre todo en los primeros momentos cuando no hab¨ªa respiradores y se llenaron las UCI¡±. ¡°La pandemia ha tra¨ªdo un cambio no tanto en nuestra relaci¨®n con la muerte¡±, prosigue Dur¨¢n, ¡°como con la vulnerabilidad y la fragilidad: de nuestros empleos, en la capacidad de la ciencia, en nuestras organizaciones pol¨ªticas y sociales. Aunque la fe casi religiosa en la ciencia se ha recuperado en parte con las vacunas, ha quedado la sensaci¨®n de que la medicina no nos protege de todo¡±.
¡°Una sociedad se puede acostumbrar a que muera tanta gente¡±, explica esta soci¨®loga, que recuerda que el gran escritor portugu¨¦s Miguel Torga relataba que, en su juventud, hab¨ªa dos tipos de toques a muerte: por una persona adulta, y se paraba el trabajo en el campo, y por un ni?o, y entonces se segu¨ªa laborando como si nada, porque la mortalidad infantil era muy elevada.
La pandemia ha roto una tendencia que, desde hace m¨¢s de medio siglo, se hab¨ªa asentado en Occidente: el alejamiento de la muerte. Vivimos en una sociedad que, como escribi¨® el historiador franc¨¦s Philippe Ari¨¨s en su cl¨¢sico Historia de la muerte en Occidente (Acantilado), ha intentado ¡°domesticar¡± a la muerte y que prefiere no hablar de este tema. En ingl¨¦s, es casi una groser¨ªa incluso nombrarla y se utiliza la expresi¨®n ¡°pass away¡±, algo as¨ª como ¡°pasar m¨¢s all¨¢¡±, para no recurrir a la palabra maldita.
¡°Es morboso, hacemos como si no existiese¡±, escribe Arri¨¨s. ¡°Solo hay personas que desaparecen y de las que no hablamos. Hablaremos m¨¢s tarde, cuando hayamos olvidado que est¨¢n muertos¡±, prosigue. Por otro lado, la muerte tambi¨¦n provoca una mezcla de miedo y fascinaci¨®n: casi siempre se cuela en las listas de libros m¨¢s vendidos y est¨¢ presente en los cuentos y pel¨ªculas infantiles (de Bambi a El rey Le¨®n). Pero se trata de fallecimientos individuales e identificados con accidentes, ataques o enfermedades que todav¨ªa siguen derrotando a la medicina. La pandemia, sin embargo, nos ha arrastrado a unos tiempos en los que la muerte formaba parte de la vida cotidiana: con el coronavirus irrumpi¨® con una presencia desconocida en Occidente desde hace d¨¦cadas.
Actitud ante la muerte
¡°Durante la anterior pandemia, la actitud ante la muerte era muy diferente¡±, sostiene la escritora y periodista Laura Spinney, autora de El jinete p¨¢lido, un libro sobre la mal llamada gripe espa?ola, que caus¨® entre 50 y 100 millones de muertos entre 1918 y 1920, justo despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial. ¡°Se trataba de una ¨¦poca anterior a los antibi¨®ticos, cuando las infecciones mataban a much¨ªsima gente. Las enfermedades mortales son ahora muy diferentes y la esperanza de vida es mucho m¨¢s elevada. La gente estaba entonces muy acostumbrada a la muerte, incluso a la de sus hijos. No es que fuese menos tr¨¢gica, pero ocurr¨ªa mucho. Exist¨ªa menos temor a la muerte, porque formaba parte de la vida¡±.
Todo esto no quiere decir que el miedo a la muerte no haya estado muy presente en la sociedad durante los largos meses de la covid-19. La citada encuesta del CIS sobre la salud mental de los espa?oles durante la pandemia revelaba que el 23,4% de la poblaci¨®n hab¨ªa sentido mucho o bastante ¡°miedo a morir debido al coronavirus¡±, un 18,4% entre los hombres y un 28,3% entre las mujeres. Por edad, los que m¨¢s miedo han sentido a morir fueron las personas de 55 a 64 a?os (un 26,2%). En cambio, una encuesta del CIS de 2002 se?alaba que la muerte no estaba entre los principales pensamientos de los espa?oles: solo el 14,1% de la poblaci¨®n pensaba en ella de manera muy frecuente y el 18,6% nunca pensaban en ella.
La pandemia ha roto no solo un tab¨², sino una falsa sensaci¨®n de seguridad, que alejaba cada vez m¨¢s a la muerte de la mayor parte de nuestra vida. La escritora y ensayista francesa Simone de Beauvoir dedic¨® un libro al fallecimiento de su madre, Una muerte muy dulce, en el que reflexiona sobre c¨®mo siempre hab¨ªa pensado que el fallecimiento de las personas mayores formaba parte de la vida y no entend¨ªa el dolor de amigos suyos cuando fallec¨ªan sus padres en la vejez. Sin embargo, explica Beauvoir, todas sus teor¨ªas se derrumbaron cuando fue su madre la que muri¨®. La pandemia ha obligado a miles de familias a pasar por esa experiencia brutal. ¡°No morimos de haber nacido, ni de haber vivido, ni de vejez. Morimos de algo¡±, escribe Beauvoir. ¡°No hay una muerte natural: nada de lo que ocurre al hombre es natural porque su sola presencia pone la naturaleza en cuesti¨®n. Todos los hombres son mortales, pero para cada uno su muerte es un accidente e, incluso si la conoce y consiente, una violencia inusitada¡±. Pese al ¨¦xito de la campa?a de vacunaci¨®n, esa violencia no se ha detenido.
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