Arizona reactiva la pena de muerte y ejecuta a su primer recluso desde 2014
Clarence Dixon, condenado por el asesinato de una estudiante en 1978, recibi¨® la inyecci¨®n letal despu¨¦s de que la Suprema Corte rechazara la petici¨®n de clemencia
Arizona ha ejecutado la ma?ana de este mi¨¦rcoles al primer recluso desde 2014. Las autoridades del Departamento de Correccionales del Estado informaron que suministraron a Clarence Dixon, de 66 a?os, el c¨®ctel mortal de f¨¢rmacos a las 10.30 de la ma?ana. El presidiario hab¨ªa sido condenado por la violaci¨®n de una mujer y por el asesinato de una estudiante universitaria en 1978. ¡°Siempre he proclamado mi inocencia y lo seguir¨¦ haciendo... Ahora acabemos con esta mierda¡±, fueron las ¨²ltimas palabras de Dixon, quien recibi¨® el torrente de medicamentos mortales a trav¨¦s de una sonda en la ingle.
Esta es la primera ejecuci¨®n en casi ocho a?os en el Estado. En 2014, Arizona se vio obligada a suspender las inyecciones letales despu¨¦s del fiasco sufrido por Joseph Wood. El presidiario estuvo acostado sobre la camilla, boqueando y tragando saliva durante interminables minutos. Las autoridades debieron emplear en ¨¦l 750 miligramos de midazolam e hidromorfona, una cantidad 15 veces mayor a la dosis normal del c¨®ctel mortal. Wood tard¨® casi dos horas en morir. Fue la tercera ejecuci¨®n que present¨® problemas en Estados Unidos aquel a?o.
Dixon, un indio navajo, se desvaneci¨® pocos minutos despu¨¦s de recibir la inyecci¨®n letal. De acuerdo a la prensa local, evit¨® cualquier contacto visual con los presentes. Una reportera que fue testigo de la ejecuci¨®n describi¨® que el prisionero solt¨® una larga exhalaci¨®n y despu¨¦s pareci¨® quedarse dormido.
El fallecido creci¨® en una de las reservas de la etnia en el suroeste de Estados Unidos. Sus abogados aseguraron que su infancia estuvo llena de abusos y problemas de salud. Su padre creci¨® en uno de los pol¨¦micos internados creados por los gobiernos norteamericanos para despojar a los indios de su cultura y adaptarlos a la vida estadounidense. Su relaci¨®n con sus hijos y esposa estuvo marcada por el abuso de sustancias y las agresiones.
Dixon, a su vez, creci¨® con varios problemas de adicciones y de salud mental. Entr¨® a la universidad en 1976, pero su trayectoria como estudiante pronto descarril¨®. Poco despu¨¦s, dos siquiatras le diagnosticaron esquizofrenia en un proceso judicial iniciado despu¨¦s de que el sujeto golpeara a una mujer con una pipa en la cabeza.
Deana Lynne Bowdoin, de 21 a?os, fue encontrada muerta en su apartamento en enero de 1978, en la ciudad de Tempe. El cuerpo, hallado por su novio a las dos de la madrugada, ten¨ªa un cintur¨®n alrededor del cuello y marcas de dientes en la mu?eca derecha. La joven estudiaba en la universidad de Arizona la carrera de Marketing. Su asesinato cimbr¨® a la comunidad universitaria, pero se sum¨® pronto a una larga lista de casos sin resolver despu¨¦s de que los detectives eliminaran al novio de la lista de sospechosos.
Tom¨® m¨¢s de 20 a?os conectar el caso de Bowdoin con Dixon. En 2001, el tel¨¦fono son¨® en el Departamento de polic¨ªa de Tempe, parte de la zona metropolitana de Phoenix. Un an¨¢lisis de laboratorio encontr¨® el ADN de Dixon en las evidencias recogidas en la escena del crimen dos d¨¦cadas antes. Los adelantos tecnol¨®gicos y la creaci¨®n de una base de datos con informaci¨®n gen¨¦tica de la poblaci¨®n carcelaria pudieron resolver finalmente un homicidio que muchos en Arizona creyeron que quedar¨ªa impune.
El laboratorio ten¨ªa el ADN de Dixon entre sus registros porque este hab¨ªa violado a una mujer de 20 a?os en 1985. El hombre recibi¨® un a?o despu¨¦s siete cadenas perpetuas por el delito. En enero de 2003, Dixon se declar¨® no culpable en el juicio por el homicidio de Bowdoin. Hab¨ªa pasado un cuarto de siglo desde la muerte de la joven.
Una encuesta del Centro Pew del a?o pasado revela que la pena de muerte tiene un respaldo del 60% entre los estadounidenses para aquellos criminales que hayan sido declarados culpables de un homicidio. En el pa¨ªs, 27 Estados (de 50) siguen usando la pena capital, adem¨¢s del Gobierno federal. El n¨²mero de ejecuciones, sin embargo, ha ido en descenso. Trece de las entidades que a¨²n la tiene vigenten no han asesinado a ning¨²n recluso en una d¨¦cada o m¨¢s. Hasta finales de 2019, m¨¢s de 2.500 reclusos esperaban en el pabell¨®n de la muerte. El 98% de estos son hombres.
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