La loci¨®n para las hemorroides que escond¨ªa la receta de la abuela y se gestiona desde un garaje
Dos veintea?eros de la localidad conquense de Villanueva de la Jara triunfan con un cosm¨¦tico contra las almorranas que su abuela cocin¨® en secreto durante a?os
Tras finalizar un doble grado en Periodismo y Comercio Internacional en la Universidad de Valencia, Carmen Manzano, de 22 a?os, decidi¨® llevar la contraria a las expectativas familiares y emprender el ¨²nico camino que no estaba en la lista de oportunidades de futuro: volver al pueblo. Un regreso a los or¨ªgenes para lanzarse al vac¨ªo y convertirse en empresaria gracias a la receta secreta de su abuela Carmen Serrano (Villanueva de la Jara, Cuenca; 1923-2018): un ung¨¹ento casero y natural que, supuestamente, alivia las hemorroides.
La abuela Carmen se crio entre ganado, recorriendo junto a su padre los pastos y campos de cultivo que rodeaban el pueblo, ubicado en la comarca de la Manchuela, entre la llanura de La Mancha y la serran¨ªa de Cuenca. Apenas pis¨® la escuela, lo suficiente para leer, escribir y que el ansia de conocimiento la convirtiera en una mujer insaciable. A los 12 a?os comenz¨® a servir en las casas de los terratenientes. Tras el inicio de la Guerra Civil espa?ola, en Villanueva de la Jara se instal¨® un hospital de campa?a. El m¨¦dico, hospedado en la casa donde la joven trabajaba, pronto se fij¨® en ella por su esp¨ªritu inquieto. ¡°Carmencita, ?t¨² sabr¨ªas encontrarme algunas plantas en el campo?¡±, le dijo. Ella no lo dud¨® ni un segundo.
Las plantas a las que el m¨¦dico se refer¨ªa eran rabo de gato y otra m¨¢s que los Manzano prefieren no revelar. Se trata de unos cultivos de peque?o tama?o con propiedades para uso medicinal que crecen sobre todo en Valencia, Catalu?a y alrededores. Ante la insistencia del doctor, Carmen Serrano se neg¨® a traerle m¨¢s si no le contaba el motivo de tanto empe?o. El hombre no tuvo m¨¢s remedio que claudicar ante la joven, haci¨¦ndole prometer que guardar¨ªa el secreto de la receta con la que obten¨ªa un remedio contra las almorranas.
Durante toda su vida, la abuela cocin¨® a escondidas el producto. Marchaba al campo sin avisar a nadie y aprovechaba los momentos en los que se quedaba sola en casa para encerrarse en la cocina. ¡°Al principio lo usaba para ella, que padeci¨® de esta dolencia. Pero luego, al enterarse de que alg¨²n familiar o vecino tambi¨¦n la sufr¨ªa, se lo dio a probar¡±, recuerda Enrique Manzano, de 61 a?os, el menor de sus cinco hijos. Mujer devota y servicial, encomendada a la Virgen de las Nieves y a Santa Teresa de Jes¨²s, Carmen nunca supo decir no. La noticia del milagro corri¨® como la p¨®lvora y el telefonillo del n¨²mero 34 de la calle Jos¨¦ Agraz no dej¨® de sonar. Desesperados por el dolor, cada d¨ªa y a cualquier hora llegaba alg¨²n desconocido en busca de auxilio. Siempre hab¨ªa en la casa varias botellas de dos litros disponibles que la mujer regalaba a quien acud¨ªa hasta ella. ¡°Mi madre nunca pidi¨® nada a cambio, lo hac¨ªa por satisfacci¨®n personal¡±, explica Enrique. La mujer fue una tumba y nunca cont¨® el secreto. ¡°Quer¨ªa ser ella quien repartiera la felicidad. Mucha gente intent¨® convencerla, incluso los farmac¨¦uticos de la zona, pero era imposible. Si desvelaba la receta se perd¨ªa la magia¡±, sentencia.
Los a?os pasaron y al igual que a su inseparable reloj de plata, a Carmen se le agotaban las pilas. Consciente de la labor social que hab¨ªa desempe?ado, decidi¨® por fin confesarle en exclusiva a Enrique d¨®nde estaban los rodales de las plantas y c¨®mo cocinarlas. ¡°?No me deje cargos, madre!¡±, respondi¨® ¨¦l en un principio. Pero cuando una vez fallecida en 2018 son¨® de nuevo el telefonillo, su hijo tampoco supo negarse. ¡°La avalancha era tal que me desesperaba. Yo quer¨ªa quitarme de encima a la gente, que me buscaba hasta en la f¨¢brica donde trabajo¡±, afirma el hombre.
El momento de profesionalizarse
Fue entonces, una tarde cualquiera, cuando se le encendi¨® la bombilla mientras tomaba el fresco en el patio junto a Alberto ¡ªsu hijo¡ª y su sobrina Carmen. ¡°?Por qu¨¦ no profesionalizamos la receta de la abuela y creamos una marca?¡±, propuso. Ambos aceptaron, pero desconoc¨ªan la dificultad que entra?a crear una empresa propia en un pueblo de la Espa?a vac¨ªa, sin ning¨²n tipo de experiencia profesional en el sector.
La nieta compagin¨® sus estudios universitarios y el conservatorio de m¨²sica con la burocracia y el papeleo mientras a¨²n viv¨ªa en Valencia. ¡°Me pasaba el d¨ªa en el metro rellenando cosas, pidiendo permisos y solucionando problemas¡±, explica. ¡°Me convert¨ª de golpe en una persona mayor, con una vida de adulto que nada ten¨ªa que ver con la de mis amigos. En 2020, despu¨¦s de pasar el verano en el pueblo, decid¨ª quedarme aqu¨ª en contra de la voluntad de mis padres, que casi dejan de hablarme porque prefer¨ªan que estudiara unas oposiciones¡±.
Bajo el nombre de AlmoStop, la receta de la abuela se convirti¨® en un producto cosm¨¦tico homologado despu¨¦s de un largo proceso con varios momentos de crisis. No es un medicamento cl¨ªnicamente probado: al ser cosm¨¦tico libre de prescripci¨®n, no est¨¢ obligado a ello y est¨¢ aprobado como una loci¨®n para el cuidado de la piel. Pero ya trabajan en un ensayo cl¨ªnico con la Universidad de Albacete y el Hospital Universitario Infanta Leonor de Madrid para tratar de demostrar cient¨ªficamente su eficacia.
Hasta este punto, lo m¨¢s dif¨ªcil, cuenta Alberto, ha sido encontrar un vivero 100% ecol¨®gico que cultivara estas plantas y un laboratorio que produjera el ung¨¹ento respetando la normativa sanitaria sin que el producto final fuera distinto del que cocinaba su abuela de forma casera. Con 23 a?os, ¨¦l est¨¢ focalizado en las tareas de contabilidad de la empresa. ¡°Estuvimos meses hasta encontrar la f¨®rmula, siempre hab¨ªa alg¨²n par¨¢metro que fallaba. Les tuvimos que ense?ar la receta, bajo unos contratos de confidencialidad¡±.
En julio de 2021, obtuvieron el C¨®digo Nacional ¡ªel DNI del producto¡ª, que otorga el Colegio de Farmac¨¦uticos, y con ello tuvieron luz verde para comercializar y distribuir el cosm¨¦tico. Puerta por puerta, Carmen y Alberto se presentaban en las farmacias de los pueblos de la comarca mientras sus due?os no daban cr¨¦dito. ¡°Se re¨ªan de nosotros, o pensaban que les intent¨¢bamos enga?ar¡±, recuerda ella. Decidieron dejar algunas unidades y publicar en sus redes d¨®nde pod¨ªan comprarse f¨ªsicamente. Pronto se agotaron y los farmac¨¦uticos comenzaron a confiar.
Carla Dom¨ªnguez, de 27 a?os, es farmac¨¦utica y ¨®ptica optometrista en Motilla del Palancar (tambi¨¦n en Cuenca). ¡°Recuerdo cuando aparecieron, son tan cr¨ªos que al principio no les crees¡±, rememora. ¡°Pero nos ense?aron el C¨®digo Nacional y comprobamos que ten¨ªan el registro del Ministerio de Sanidad. Las hemorroides son todav¨ªa un tab¨², sobre todo en pueblos peque?os como estos. Sin embargo, es una enfermedad muy corriente que puede afectar a cualquiera. El producto que ellos ofrecen tiene la ventaja de que es apto para todos los p¨²blicos y no provoca efectos secundarios por ser 100% natural¡±, afirma.
Repoblar el pueblo
Villanueva de la Jara, como tantas otras localidades de Espa?a, sufre un grave problema de despoblaci¨®n. Actualmente, cuenta con 2.300 habitantes, la cifra m¨¢s baja desde 1899. ¡°Somos conscientes de que el talento emigra. Aqu¨ª solo hay champi?¨®n y cereal, los j¨®venes se marchan cuando pueden¡±, asegura Alberto. ¡°Nuestro objetivo es crecer hasta tal punto que podamos instalar aqu¨ª el laboratorio y el almac¨¦n, de esa forma generar¨ªamos empleo directo en la comarca. Que la receta de la abuela no solo sirva para curar las hemorroides, sino para evitar que el pueblo desaparezca¡±, a?ade Carmen.
Desde el a?o pasado, el crecimiento en volumen de ventas ha superado las expectativas y en ocasiones se sienten sobrepasados. Cada ma?ana llegan los botes del laboratorio que tienen que empaquetar y sellar manualmente en la cochera, uno a uno, para luego distribuir a las farmacias o realizar los env¨ªos de la venta online tanto por Espa?a como a algunos pa¨ªses de la Uni¨®n Europea.
Reunidos alrededor de una mesa del ¨²nico bar abierto del pueblo, Carmen, Alberto y Enrique reflexionan sobre el futuro que les espera mientras degustan un sanjacobo con patatas cocidas. ¡°Nos hemos dado cuenta de que el sector farmac¨¦utico es una selva. El dinero est¨¢ repartido entre unas pocas empresas y nosotros empezamos a molestar porque queremos mantener nuestra independencia¡±, apunta Alberto. Su padre se muestra confiado y les advierte: ¡°Hay que estar preparados para que nos pisen¡±. ¡°Somos la almorrana de sus culos¡±, sentencia Carmen. ¡°Pero ellos no tienen la receta de la abuela¡±, a?ade.
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