Cuando un cura pederasta se hace amigo de la madre: ¡°?ramos seis hermanos y abus¨® de cuatro¡±
Varios miembros de distintos sexos de una misma familia acusan al sacerdote claretiano Hilario Apodaca, promotor de la causa de beatificaci¨®n de la ni?a de la pel¨ªcula ¡®Camino¡¯ y p¨¢rroco en el centro de Madrid durante los a?os setenta
EL PA?S puso en marcha en 2018 una investigaci¨®n de la pederastia en la Iglesia espa?ola y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce alg¨²n caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en Am¨¦rica Latina, la direcci¨®n es: abusosamerica@elpais.es.
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Dos ni?as y cuatro ni?os peque?os, hijos de una madre cegada por la religi¨®n y un padre con poca autoridad incapaz de contradecirla, que viv¨ªan en el clima de impunidad que rodeaba a la Iglesia Cat¨®lica espa?ola a principios de los a?os 70. As¨ª describen los hermanos Sans ¡°el caldo de cultivo¡± que permiti¨® que ¡°el cura amigo de mam¨¢¡± abusase de cuatro de ellos. De los seis hermanos, tres han contactado con EL PA?S para denunciar al sacerdote claretiano Hilario Apodaca, fallecido en Madrid el 21 de junio de 1995, por aprovecharse sexualmente de ellos en su despacho de la parroquia del Inmaculado Coraz¨®n de Mar¨ªa, en la calle madrile?a de Ferraz. ¡°Cuando ¨¦ramos peque?os no sab¨ªamos nada de lo que les hab¨ªa pasado a los otros. Un d¨ªa, ya de adultos, uno de nosotros dijo que Apodaca era un cerdo, que lo manoseaba. Nos miramos y nos dimos cuenta de que lo hab¨ªa hecho con casi todos¡±, declara Cristina, la mayor, que relata que sufri¨® los abusos entre los 12 y los 15 a?os. El hermano m¨¢s peque?o que afirma haber sufrido abusos, ten¨ªa cinco. ¡°?ramos seis y abus¨® de cuatro¡±, lamenta Cristina.
Apodaca es conocido por promover, en 1986, la causa de beatificaci¨®n de Alexia Gonz¨¢lez-Barros, ni?a de 14 a?os perteneciente a una familia numeraria del Opus Dei, que falleci¨® en 1985 a causa de un tumor maligno. Gonz¨¢lez-Barros, en parte gracias al impulso de Apodaca, fue proclamada como venerable por la Iglesia cat¨®lica en 1994. Actualmente, sigue abierto el proceso de beatificaci¨®n. Es la chica que inspir¨® la pel¨ªcula Camino, de Javier Fesser, premiada con seis premios Goya en 2009 y controvertida por su visi¨®n cr¨ªtica del Opus Dei.
Los hermanos Sans forman parte de los cientos de personas que han escrito a EL PA?S desde 2018 para sacar a la luz los abusos que sufrieron a manos de un miembro de la Iglesia. Sus denuncias est¨¢n incluidas en los tres informes con 500 casos in¨¦ditos de pederastia que este diario ha entregado a la Conferencia Episcopal Espa?ola, al Vaticano y al Defensor del Pueblo en los ¨²ltimos 12 meses.
Los abusos, asegura Cristina, ocurr¨ªan en la oficina de Apodaca, adyacente a la iglesia, durante las confesiones. ¡°Para mam¨¢, tan devota, era un privilegio que el sacerdote nos confesara en su despacho, en lugar de en la parroquia¡±, explica. La tercera hermana, T., que prefiere mantener el anonimato, ten¨ªa entre nueve y 10 a?os en el momento de los supuestos abusos. Describe el espacio como ¡°muy luminoso, con muchas plantas, mejor que el l¨²gubre y oscuro confesionario¡±. As¨ª narra c¨®mo suced¨ªa todo: ¡°Esper¨¢bamos en la puerta, e ¨ªbamos entrando de uno en uno. Est¨¢bamos mucho tiempo dentro. A m¨ª, cuando me tocaba pasar, me sentaba en sus rodillas. Yo era una ingenua y nunca lo asoci¨¦ con algo sexual. Solo s¨¦ que era muy desagradable. Se acercaba a m¨ª de una manera inapropiada. Me besuqueaba en el cuello y en la mejilla, acerc¨¢ndose mucho a los labios, me tocaba el pecho, me sobaba la mano, era pegajoso. Pr¨¢cticamente, se masturbaba contra m¨ª, pero conmigo nunca pas¨® a los genitales¡±.
T. sab¨ªa que aquello no estaba bien, y cuando llegaba el momento de la ¡°confesi¨®n¡± no ten¨ªa ¡°ningunas ganas¡± de confesarse. ¡°Le dec¨ªa a mi madre que no quer¨ªa ir, pero me obligaba. Era lo que ten¨ªa que hacer¡±, lamenta. ¡°Entre tanto, mi padre, que algo intu¨ªa, compr¨® una casa lejos de la calle Ferraz para alejarnos de la iglesia y del sacerdote, pero no sirvi¨® de mucho. Nuestra madre cog¨ªa el 600 y nos llevaba a confesarnos con el Padre Apodaca¡±, narra. Su hermana mayor, Cristina, concuerda: ¡°Mam¨¢ era muy inteligente, se sac¨® las carreras de Filosof¨ªa y Letras y Psicolog¨ªa. Pero tambi¨¦n era muy religiosa, una cat¨®lica apost¨®lica romana de las fan¨¢ticas. Recuerdo que met¨ªa agua bendita del acetre en una botella y luego nos la pon¨ªa en nuestros vasos, nos cos¨ªa medallas de v¨ªrgenes en los bajos del pantal¨®n, y nos obligaba a rezar el rosario antes de hacer cualquier cosa. Por supuesto, iba a misa diaria¡±, recuerda. Cristina reconoce que ahora le es m¨¢s f¨¢cil contar su caso, pues su madre falleci¨® en 2020. ¡°Apodaca la manipulaba¡±, afirma.
Tanto Cristina como T. consideran que los abusos que sufrieron no son tan graves como los que padeci¨® el quinto hermano. Seg¨²n ellas, fue el que m¨¢s ¡°destrozado¡± y ¡°destruido¡± qued¨®. ¡°Con ¨¦l se masturbaba, pero nunca he sabido hasta donde le met¨ªa mano. Lo que s¨ª s¨¦ es que lo sufri¨® much¨ªsimo y se qued¨® traumatizado. Luego, ha tenido una vida muy dif¨ªcil¡±, detalla la mayor.
¡°Que abusen de ti y que no te crean es una doble pena¡±
Ya de adultos, con 40 o 50 a?os, y una vez desvinculados de la parroquia, los hermanos Sans se lo contaron todo a su madre. ¡°Cada uno de nosotros se lo fuimos diciendo y a todos y cada uno de nosotros nos tach¨® de mentirosos¡±, dice T., indignada. ¡°Nuestra madre estaba cegada por la religi¨®n, y convencida de que este cura pose¨ªa la verdad¡±, a?ade la hermana mayor, que ahora tiene 60 a?os y vive en el suroeste de Francia, donde trabaja como psicoterapeuta especializada en trauma ps¨ªquico. Acompa?a, especialmente, a personas v¨ªctimas de violencia sexual. ¡°Que abusen de ti y que no te crean es una doble pena¡±, subraya.
R., el segundo hermano de los seis, que dice no haber sufrido abusos por parte de Apodaca, afirma que la rabia le inunda cuando piensa que su madre pudiera ¡°ponerle en bandeja¡± a sus hermanos. ¡°A m¨ª el Padre Apodaca nunca me toc¨®, pero me resultaba repulsivo. Por su forma de ser, por su forma de hablar. Si yo me llego a enterar de todo esto, le parto la cara¡±, se lamenta. De su madre, comenta que estaba ¡°abducida¡± por el sacerdote. ¡°Padre Apodaca por aqu¨ª, Padre Apodaca por all¨ª. Hasta en la sopa. Estaba bajo su influencia, depend¨ªa absolutamente de ¨¦l. Era algo obsesivo¡±.
Sobre las consecuencias psicol¨®gicas, Cristina explica que en su vida siempre han estado presente las agresiones. ¡°No lo he olvidado nunca. Cuando lo recuerdo, me entran ganas de vomitar. Lo grave de la violencia sexual es que, adem¨¢s de f¨ªsico, es un da?o ps¨ªquico. Te hacen sentir como un objeto. Ese es el da?o, y es muy destructivo. A m¨ª me ha afectado en mis relaciones sexuales y en mi relaci¨®n con la comida. Siempre he sentido una verg¨¹enza enorme respecto a mi propio cuerpo. Son los s¨ªntomas que vienen despu¨¦s de haber sido tratado como un objeto¡±, detalla.
Cristina puntualiza que ¡°quien m¨¢s peligro corre de padecer violencia sexual es quien ya la ha vivido¡±. Ella, dice, volvi¨® a sufrirla con 16 a?os por parte de su profesor de piano. ¡°Ante un peligro, los seres humanos normalmente escapamos, nos escondemos o nos enfrentamos, mediante la generaci¨®n de hormonas como la adrenalina o el cortisol. Sin embargo, hay momentos en los que no puedes ni escapar, ni esconderte, ni enfrentarte. Como cuando te besuquea, te manosea el cura adorado de tu madre o el profesor que te va a convertir en pianista profesional¡±, lamenta.
Consultados por EL PA?S, los claretianos han declarado que abrieron una investigaci¨®n, pero no encontraron ¡°ninguna rese?a ni informaci¨®n¡± en sus archivos que vincule al padre Apodaca con denuncias de pederastia. ¡°Como parte de la investigaci¨®n, hemos entrevistado a algunas de las pocas personas vivas que hubieran podido conocer los hechos por coincidir en el tiempo y en el lugar donde se?alan. Ninguna de las esas personas ten¨ªa noticia sobre la acusaci¨®n ni sobre hechos semejantes¡±.
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