Menores y violaciones en grupo: porno, pero no solo
Las ¨²ltimas agresiones m¨²ltiples han generado una alarma agravada por la edad de los atacantes, algunos menores de 14 a?os, y por la de las v¨ªctimas, que llegan a bajar a los 11 a?os. Las cifras para conocer la realidad son incompletas y los factores que pueden explicarla, m¨²ltiples
En una clase de tercero de la ESO, en un recreo, en ...
En una clase de tercero de la ESO, en un recreo, en un jard¨ªn urbano, en los ba?os de un centro comercial. Por la ma?ana, por la tarde o a primera hora de la noche. No parecen, a priori, las coordenadas de una agresi¨®n sexual m¨²ltiple. Pero lo son. Son algunas de las franjas horarias y lugares en los que se han cometido las ¨²ltimas, en grupos de tres, cuatro, cinco y hasta seis atacantes. O al menos las ¨²ltimas conocidas, casi a la vez, con pocas semanas de diferencia. Esa concentraci¨®n, en parte, activ¨® la alarma, pero fue tambi¨¦n una cuesti¨®n que las recrudece a¨²n m¨¢s: la edad. La de quienes atacan ¡ªmenores de 17, de 14, algunos de 13 o de 12, ni siquiera penalmente imputables¡ª, y la de quienes son atacadas: 15, 14, 12 u 11. El horror que supone la idea de agresores y v¨ªctimas de estas edades genera no solo alerta, sino preocupaci¨®n y herida social, preguntas: qu¨¦ est¨¢ pasando, si est¨¢n creciendo las agresiones m¨²ltiples, si son cada vez m¨¢s j¨®venes quienes las perpetran. Y para ninguna de ellas hay una respuesta definitiva ni ¨²nica.
Dice la crimin¨®loga Meritxell P¨¦rez que ¡°aunque la percepci¨®n social sea la de que cada vez hay m¨¢s de estos delitos y cada vez son m¨¢s j¨®venes, no es as¨ª o no exactamente¡±. Hay una diferencia entre lo que ocurre, lo que llega a denunciarse y lo que se hace p¨²blico. P¨¦rez se remite primero a los datos disponibles, los que public¨® por primera vez el Ministerio de Interior en 2019 sobre agresiones en grupo y que recoge cifras solo desde 2016. El ¨²ltimo informe sobre delitos contra la libertad e indemnidad sexual, con n¨²meros de 2016 a 2021, refleja de forma n¨ªtida la subida: los delitos m¨²ltiples han pasado de 371 aquel a?o a 573 hace dos, con un descenso ¨²nicamente en 2020, debido a los confinamientos por la pandemia.
¡°Pero son cifras generales, no hay espec¨ªficas de menores¡±, matiza P¨¦rez, profesora de Criminolog¨ªa de la Universidad Pontificia Comillas y secretaria general de la Fundaci¨®n para la Investigaci¨®n Aplicada en Delincuencia y Seguridad (Fiadys). Interior explica que, aunque las distintas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen esos datos, nunca, hasta el momento, han sido recogidos en una estad¨ªstica oficial. Respecto a los totales, las agresiones m¨²ltiples representan el 4,3% de la delincuencia sexual y, de ellas, el 1,4% son cometidos por tres o m¨¢s. La experta incide en que ¡°la composici¨®n de lugar que la poblaci¨®n puede hacerse de la violencia sexual es a trav¨¦s de los casos que llegan a los medios de comunicaci¨®n, y que pueden ser los m¨¢s llamativos, pero no representan la realidad m¨¢s extendida¡±.
No la representan, pero forman parte de ella. Ocurren. Desde hace varios a?os se mantiene una tendencia al alza estable: entre los menores de edad es donde m¨¢s est¨¢ creciendo la violencia sexual y las menores cada vez representan un porcentaje mayor de estas v¨ªctimas. Solo ellas son la mitad de todas las victimizaciones que se conocen; en 2021 hubo 3.805 v¨ªctimas de delitos sexuales entre los cero y los 13 a?os, y 4.512 de entre 14 y 17 a?os. Ocurren y les cambia la vida a ni?as y adolescentes.
Como la de la chica de 15 a?os que el viernes 24 de marzo fue acorralada por otros tres adolescentes en una zona ajardinada de Petrer, en Alicante: dos tienen 17 y 14 respectivamente y el otro est¨¢ por debajo de esa edad, por lo que no se puede imputar. Entre todos, la arrastraron hasta una zona aislada para agredirla. La chica conoc¨ªa a uno de ellos, del que dio el nombre cuando logr¨® escapar y denunci¨®.
O la de la ni?a de 11 a?os que pas¨® 40 d¨ªas encerrada en su cuarto: m¨¢s tiempo que de costumbre, menos alegre que de costumbre, comiendo menos que de costumbre, y, aun as¨ª, intentando hacer que sus d¨ªas fueran lo m¨¢s normales posible. El s¨¢bado 5 de noviembre del a?o pasado la violaron en un ba?o del centro comercial M¨¤gic de Badalona, y lo grabaron, seis chicos: tres mayores de 14 a?os, dos menores de esa edad, y un sexto que a¨²n no ha sido identificado. Cuando sali¨® de all¨ª, intent¨® dec¨ªrselo a un vigilante de seguridad, pero ¨¦l la ignor¨®, y ella se march¨® a casa. Y call¨®. Hasta el 15 de diciembre, un jueves en el que su hermano lleg¨® del instituto hecho una furia porque le hab¨ªan contado que ella aparec¨ªa en un v¨ªdeo sexual con varios chicos. Solo entonces se desmoron¨® y pudo contar lo sucedido. Aunque muchas no son capaces de hacerlo.
En ellas piensa P¨¦rez: ¡°La cantidad de v¨ªctimas menores que habr¨¢ que nunca lo cuentan, ni?as de 10, 11 o 12 a?os¡±. En Espa?a, el mayor estudio hasta la fecha calcul¨® hace dos a?os que se detecta apenas un 2% de todos los ataques sexuales que se cometen anualmente, unos 400.000, seg¨²n sus an¨¢lisis.
Especialistas como Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno contra la Violencia de G¨¦nero, matizan que este tipo de ataques, con varios agresores, hacen que se reduzcan los estereotipos derivados de la cultura de la violaci¨®n. Aquellos que llevan en muchas ocasiones a no denunciar en las agresiones individuales, como la culpabilizaci¨®n de la propia v¨ªctima o ideas que las responsabilizan de su propia violaci¨®n: ir sola de noche, haber bebido, llevar escote. Pero siempre existe una proporci¨®n de silencio. ¡°Y es terror¨ªfico pensar en que ese silencio lo puedan estar guardando ellas, las m¨¢s peque?as. Y tambi¨¦n lo es pensar en la edad de ellos, cometiendo violaciones con total indolencia, grab¨¢ndolas y difundi¨¦ndolas¡±, dice Gabriela Atencio, la directora de Feminicidio.net, que ha visto en los ¨²ltimos a?os c¨®mo los n¨²meros no paraban de crecer.
Antes de que Interior publicase datos, solo hab¨ªa un lugar donde mirar cifras: GeoViolencia Sexual, una secci¨®n de Feminicidio.net, que iba registrando y sumando todas aquellas que aparec¨ªan en prensa escrita, radio o televisi¨®n. Atencio recuerda qu¨¦ pas¨® cuando Interior hizo oficiales por primera vez sus cifras: ¡°Que la realidad era cuatro veces peor. Las violaciones m¨²ltiples cuadruplicaban lo que nosotras hab¨ªamos podido contabilizar a trav¨¦s de los medios¡±. Entre 2016 y 2021 hubo 2.691 (1.829 cometidas por dos agresores y 862 por tres o m¨¢s). ¡°Cualquiera ve estos n¨²meros y se pregunta qu¨¦ pasa. Y ocurren muchas cosas, porque el porqu¨¦ se debe a una cuesti¨®n multifactorial¡±, dice Atencio.
El combo es amplio: ¡°Una sociedad machista plagada de estereotipos; familias desestructuradas; ausencia de los padres por motivos que pueden ir desde lo laboral a un divorcio mal llevado o a la simple poca implicaci¨®n en la educaci¨®n afectiva; ni?as y ni?os, por lo tanto, ausentes de referencias en este sentido. Y con carencias socioculturales para relacionarse. La forma en la que funciona el machismo es la de una corporaci¨®n, en la que, sin consultarse de antemano, los hombres parecen estar de acuerdo en lo que han de hacer con ese permiso ancestral que ostentan. Tendr¨ªamos que analizar c¨®mo afecta el visionado de los videojuegos en la percepci¨®n de la violencia extrema y en la p¨¦rdida de empat¨ªa; con la resistencia de los hombres a perder privilegios, o el modelo de sexualidad¡±, lanza la directora de Feminicidio, que se deja para el final el factor central siempre que se analiza esta cuesti¨®n: el porno.
¡°En los an¨¢lisis multidisciplinares de los ¨²ltimos seis a?os percibimos, aunque esto no puede demostrarse de forma emp¨ªrica, que la bajada en edad de los agresores sexuales en general y de los m¨²ltiples de forma concreta coinciden en la bajada de edad en el consumo de porno¡±, afirma. Y algunos de sus elementos se repiten en la realidad.
Sobre eso ahonda Llu¨ªs Ballester, doctor en Sociolog¨ªa y uno de los mayores expertos en la relaci¨®n entre j¨®venes y pornograf¨ªa. Lleva a?os estudi¨¢ndola. En 2019, Ballester fue coautor junto a Carmen Orte del estudio Nueva pornograf¨ªa y cambios en las relaciones interpersonales, elaborado por la Red J¨®venes e Inclusi¨®n y la Universitat de las Illes Balears, con entrevistas a 2.500 personas, chicos y chicas de 16 y 29 a?os de siete comunidades aut¨®nomas. ?Los resultados? Ellos consumen m¨¢s que ellas (lo hace un 87%), aunque en los ¨²ltimos cinco a?os hab¨ªa aumentado un 20% las visualizaciones de las chicas. La edad media a la que se inician est¨¢ en los 14 a?os para los chicos y 16 para ellas y la edad m¨¢s temprana se adelanta ya a los ocho a?os.
La pornograf¨ªa, dec¨ªa entonces Ballester, ¡°est¨¢ cambiando las relaciones de los adolescentes y los m¨®viles e internet est¨¢n claramente vinculados con estos cambios. Incluso aunque no lo busques, te lo encuentras¡±. Durante los ¨²ltimos cuatro a?os ha seguido analizando esos cambios y afirma ahora que ¡°se sabe que hay una clara influencia¡± por diversos motivos: ¡°El patr¨®n con el que se agrede (el ritual del porno, filmando la agresi¨®n, distribuy¨¦ndola en redes, alardeando posteriormente en sus comunicaciones), y la planificaci¨®n que existe en muchas de ellas es como una aventura. Los que las preparan y ejecutan quieren emular lo que ven en el porno: agresiones en grupo, pr¨¢cticas violentas¡±. Violencia m¨¢s all¨¢ de la que ya supone una violaci¨®n: la navaja que le sacaron a la ni?a de 11 a?os los seis chicos para llevarla hasta el ba?o y el v¨ªdeo que grabaron y compartieron. O la fuerza que emplearon los tres que agredieron a la chica de 15 para arrastrarla a un lugar en el que no los viera nadie.
Y, m¨¢s all¨¢ del ataque en s¨ª, hay tambi¨¦n cuestiones de contexto: ¡°En las defensas de estos agresores se repite la apelaci¨®n al porno buscando dar a entender que cre¨ªan estar filmando una pel¨ªcula casera¡±. Ballester desliza que son ¡°demasiadas conexiones como para que sean solo casualidades¡±.
Esto, aterrizado en cada ni?o y cada ni?a que ve por primera vez porno y se quedan ah¨ª, aprendiendo de ese modelo durante a?os, supone una ¡°influencia sobre las percepciones¡± que produce una cadena de efectos, explica el soci¨®logo. Se normaliza la violencia, la sumisi¨®n y la cosificaci¨®n de las mujeres, que nunca se oponen al deseo masculino; se produce un ¡°modelado de conductas¡± que pueden ir desde el lenguaje ¡ª¡±uno crudo, como putas, zorras o guarras¡±¡ª, hasta ¡°la aceptaci¨®n de la violencia como opci¨®n: la asfixia, el tir¨®n del pelo, las bofetadas o escupir¡±.
Y las consecuencias de lo anterior: ¡°Cambios en las conductas, el aumento del nivel de esa violencia, la reducci¨®n de la cultura de la protecci¨®n en las relaciones [no usar preservativo], el deterioro del placer sexual al ritualizarlo y al aumentar la habituaci¨®n, generando, por ejemplo, aburrimiento en relaciones sin violencia¡±.
Dice Ballester que ¡°a cualquiera le parece evidente que no se le puede vender una entrada, en un cine, a un adolescente de 12 a?os que quiera ver una pel¨ªcula porno¡±, pero que, sin embargo, ¡°tienen acceso ilimitado a cualquier producto violento en sus pantallas¡±. Millones de im¨¢genes y v¨ªdeos a los que acceden de forma an¨®nima, gratis, pr¨¢cticamente a diario, en alta calidad y variedad infinita, sin veto. Y, a veces, todo ello se replica, no en un estudio de grabaci¨®n, sino en un parque, en un ba?o, en una esquina, a plena luz del d¨ªa, por la tarde, por la noche, a cualquier hora. Ni?os y adolescentes que violan a ni?as y adolescentes, que a veces lo graban, y que a veces lo comparten.