La covid les parti¨® la vida y ahora ven el final: ¡°Todav¨ªa tengo pesadillas¡±
La OMS ha decretado el fin de la emergencia sanitaria que ha marcado al mundo desde enero de 2020. Cinco personas a las que afect¨® con especial intensidad relatan a EL PA?S c¨®mo conviven con el recuerdo y las secuelas
Hace meses que la mayor¨ªa de la sociedad pas¨® p¨¢gina de la covid. Despu¨¦s de dos a?os con las vidas puestas del rev¨¦s por un virus nuevo y las restricciones sociales que trajo aparejadas, hace ya uno en el que pr¨¢cticamente no quedan medidas en la mayor¨ªa de los pa¨ªses. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud ha certificado esa vuelta a la normalidad este viernes, dando por finalizada la emergencia sanitaria internacional que inici¨® el 30 de enero de 2020.
En Espa?a han fallecido, oficialmente, 120.000 personas por culpa del coronavirus. Los estudios de seroprevalencia muestran que la pr¨¢ctica totalidad de la poblaci¨®n se ha contagiado en este tiempo, muchos, en m¨¢s de una ocasi¨®n. Hay tantas vivencias de la pandemia como ciudadanos, pero a algunos les ha impactado m¨¢s que a otros. EL PA?S recoge las historias de cinco personas a las que la covid les atraves¨® la vida de una u otra forma: Julio Lumbreras, uno de los primeros ingresados en una UCI; Helene Ugarte Gantxegi, una beb¨¦ nacida durante el confinamiento; Almudena Luengo, una paciente de covid persistente; Concha Quir¨®s, hija de una de las personas mayores que viv¨ªan en residencias y murieron a causa del virus, y Silvia G¨®mez-Zorrila, m¨¦dica del Hospital del Mar de Barcelona.
Uno de los primeros ingresados en una UCI
¡°Todav¨ªa tengo pesadillas¡±
Por PABLO LINDE
Julio Lumbreras sue?a que est¨¢ encerrado, que no puede respirar. ¡°Todav¨ªa tengo pesadillas¡±, lamenta. Desde que sali¨® del hospital, hace justo tres a?os, ha desarrollado claustrofobia, adem¨¢s de muchas otras secuelas. Fue uno de los primeros pacientes en Espa?a que ingres¨® en la UCI con covid, aunque cuando lo hizo, el 28 de febrero de 2020, los m¨¦dicos no lo sab¨ªan. Sali¨® de ella 57 d¨ªas despu¨¦s, lo que por entonces fue la estancia m¨¢s larga en cuidados intensivos como consecuencia del coronavirus.
A punto de cumplir 69 a?os, cuando se le pregunta c¨®mo est¨¢, responde: ¡°Estoy, que es lo importante¡±. Lamenta que su voz, que le ayud¨® a ganarse la vida vendiendo coches durante muchos a?os, ya no le acompa?a como quisiera por una permanente carraspera, fruto de la intubaci¨®n. Los pulmones est¨¢n llenos de heridas y funcionan al 20% de su capacidad: camina 100 metros y se ahoga, aunque da paseos m¨¢s largos ¡°poco a poco¡±. Hasta hace unos d¨ªas dorm¨ªa conectado a una m¨¢quina de ox¨ªgeno que le han retirado para ver c¨®mo evoluciona, y ahora mantiene un dispositivo para evitar las m¨²ltiples apneas del sue?o que padece.
¡°Aunque quiz¨¢s, lo peor son las consecuencias psicol¨®gicas¡±, confiesa. Estuvo en terapia y sigue con varias pastillas para la depresi¨®n y para controlar en la medida de lo posible sus recurrentes pesadillas. ¡°Pero sobre todo, lo que me ayuda es una familia muy unida y unos nietos que le dan sentido a mi vida¡±.
Cuando cerr¨® los ojos en el hospital de Torrej¨®n de Ardoz, no sab¨ªa que ten¨ªa covid. Y los abri¨® en un mundo completamente diferente. ¡°Quer¨ªan contarme poco a poco todo lo que hab¨ªa pasado, pero no se daban cuenta de que me dejaban la tele puesta para entretenerme y yo ve¨ªa cosas que no eran normales. Las calles vac¨ªas, toda la gente tapada¡±, recuerda. Pens¨® que hab¨ªa estallado una guerra qu¨ªmica. ¡°Porque los edificios estaban en pie, as¨ª que fue la explicaci¨®n que m¨¢s me cuadraba. Cuando me contaron todo fue atroz, un shock muy grande. Porque la gente lo vio todo poco a poco, pero yo me enter¨¦ de golpe¡±, reflexiona.
El camino desde que sali¨® del hospital ha sido duro: una rehabilitaci¨®n larga y lenta le ha dejado en una forma f¨ªsica que no le permite toda la actividad f¨ªsica que le gustar¨ªa. Con toda esa carga, lleva muy mal a los negacionistas de la covid: ¡°Me ponen enfermo. ?No tienen ning¨²n familiar que lo haya sufrido? Parece que viven en otro planeta¡±.
Pero tambi¨¦n ve el lado positivo. Su historia dio lugar a un corto documental, 57 d¨ªas, que ha cosechado decenas de premios internacionales y que ha servido a muchas familias a lidiar con las consecuencias m¨¢s graves del coronavirus. ¡°Muchas nos llaman y escriben y les ayudamos en la medida de lo posible¡±, dice desde su casa en Paracuellos del Jarama (Madrid). ¡°Al menos mi experiencia es ¨²til para echar una mano a otras personas que lo est¨¢n pasando mal¡±.
Una beb¨¦ nacida durante el confinamiento
¡°El mejor regalo que pod¨ªan hacernos los que nos quer¨ªan era no visitarnos¡±
Por LUC?A FORASTER GARRIGA
La masa madre que se utiliza en casa de Irene Gantxegi (O?ati, Gipuzkoa, 34 a?os) para hacer pan casero tiene la misma edad que su hija Helene. Tres a?os y un mes. Ambas nacieron el 21 de marzo de 2020, siete d¨ªas despu¨¦s de decretarse el estado de alarma y el confinamiento domiciliario en Espa?a. ¡°Vivimos lo m¨¢s maravilloso en una ¨¦poca horrible¡±, resume Gantxegi, que dio a luz en plena pandemia de covid-19 en el Hospital de Basurto de Bilbao.
¡°El 20 de marzo sal¨ªa de cuentas y el 21 me puse de parto. Recuerdo que pedimos un taxi para ir al hospital y el taxista nos pregunt¨® si sacaba el pa?uelo blanco por la ventanilla. Pero es que no hab¨ªa nadie en las calles, parec¨ªa un escenario dist¨®pico. No hac¨ªa falta el pa?uelo¡±, relata Gantxegi, que en ese momento era madre primeriza. ¡°Ya en Basurto, par¨ª sin mascarilla, con mi marido all¨ª y compartiendo habitaci¨®n con otra familia, porque todav¨ªa no hab¨ªa un protocolo claro. Pero al d¨ªa siguiente me dieron el alta, pues dec¨ªan que era mucho m¨¢s seguro estar en casa que en el hospital¡±, contin¨²a.
Naturalmente, la pareja se hab¨ªa imaginado el nacimiento de otra forma. Acompa?ados de sus familiares, de sus amigos. Como fue, hace 10 meses, el de su segunda hija, Berta. ¡°Pero la m¨¦dica nos dijo que el mejor regalo que pod¨ªan hacernos los que nos quer¨ªan era no visitarnos¡±, recuerda Gantxegi. ¡°Mis padres conocieron a su nieta f¨ªsicamente ¡ªhabl¨¢bamos cada d¨ªa por videollamada¡ª cuando ya ten¨ªa dos meses, porque conseguimos un permiso. Cuando la vieron, tanto a ellos como a mis suegros les hizo mucha ilusi¨®n que siguiera siendo peque?ita, porque en v¨ªdeo la ve¨ªan m¨¢s grande de lo que era y les daba pena estarse perdiendo su crecimiento¡±, rememora.
Ahora, sin embargo, la pareja recuerda aquella ¨¦poca con nostalgia. ¡°Ese v¨ªnculo que creamos Carlos, Helene y yo, pienso que habr¨ªa sido dif¨ªcil crearlo sin estar confinados. Mi marido hac¨ªa pan, me alimentaba a m¨ª y yo alimentaba a mi hija. Era como una cadena. Est¨¢bamos solos, sin redes de apoyo, pero juntos todo el tiempo, y viviendo en el presente, centrados en lo que ten¨ªamos delante¡±, celebra. Y hace una reflexi¨®n, sobre el dif¨ªcil y dist¨®pico contexto en el que naci¨® su primera hija: ¡°Est¨¢bamos en medio de algo tan grande, como es la maternidad, que nos olvid¨¢bamos un poco de lo de fuera, de la realidad. Ten¨ªamos una mezcla de sentimientos. Uno de los momentos m¨¢s importantes de nuestras vidas no estaba siendo c¨®mo hab¨ªamos imaginado, pero hab¨ªa tant¨ªsima gente pas¨¢ndolo mal, muriendo, que no nos pod¨ªamos quejar¡±.
Una paciente de covid persistente
¡°Aunque la pandemia termine, nosotros seguimos aqu¨ª¡±
Por ANDREA GARC?A BAROJA
Almudena Luengo pas¨® dos veces el covid. La primera, en enero de 2021, de manera leve. La segunda, justo un a?o despu¨¦s, va para largo. ¡°Si alguien me hubiera advertido que cogerlo de nuevo iba a agravar los s¨ªntomas para tanto tiempo, quiz¨¢s hubiera tenido m¨¢s cuidado¡±, asegura la joven madrile?a de 36 a?os.
Luengo recuerda que llevaba una vida completamente normal. ¡°Era sana, estaba en forma, no he fumado nunca¡±, dice. Cuando pas¨® el virus por primera vez durante las vacaciones solo tuvo un poco de fiebre, que se fue al cabo de unos d¨ªas. Lo que no se march¨® fue la niebla mental. ¡°Cuando me reincorpor¨¦ al trabajo not¨¦ que me faltaban mucho las palabras, no pod¨ªa continuar las frases, no me acordaba de los nombres de los compa?eros, no pod¨ªa escribir¡±, prosigue la joven. En el m¨¦dico le dijeron que no era nada y ella mantuvo la calma.
Hasta enero de 2022, despu¨¦s de tres semanas seguidas de fatiga, dolores corporales y ahogo. Su m¨¦dica de cabecera le aconsej¨® que se aislara en casa, porque respiraba bien y era joven. ¡°Era como si me hubiera atropellado un cami¨®n¡±, asegura Luengo ahora. Pasaron meses de incertidumbre y dolores hasta que escuch¨® las palabras covid persistente en un diagn¨®stico: ¡°Fue un alivio. Pensaba que me estaba volviendo loca¡±.
Su vida ha dado un giro de 180 grados, y tiene identificados 18 s¨ªntomas, entre los que se encuentran problemas de memoria, falta de aire, dolor y temblores en las extremidades, incontinencia y disautonom¨ªa, entre otros. Tambi¨¦n sufre problemas derivados de los s¨ªntomas, como la p¨¦rdida de masa muscular y el aumento de peso. Si se esfuerza al l¨ªmite, se agota: ¡°Cuando friego los platos me tiemblan los brazos, me ahogo en el camino hasta el supermercado. Mi cuerpo colapsa, me entran n¨¢useas, diarreas, me tengo que hacer un ovillo en la cama¡±. No existe tratamiento para el covid persistente, de momento no hay cura, pero Luengo acude al Hospital Carlos III para recibir pautas y medicaci¨®n, que alivian un poco sus s¨ªntomas.
A veces, sus amigos no entienden por qu¨¦ cancela los planes en el ¨²ltimo momento. Muchas personas le preguntan que si el s¨ªndrome poscovid es ¡°eso del cansancio¡±. Pero con lo que se muestra especialmente cr¨ªtica es con el desconocimiento sobre la enfermedad: ¡°El negacionismo dentro de los profesionales de la medicina es muy peligroso, he dado con personas desesperadas porque han dado con m¨¦dicos as¨ª y llevan a?os sin soluci¨®n. Yo me estar¨¦ tomando miles de pastillas que nunca pens¨¦ que tendr¨ªa que tomar, pero al menos me siento escuchada¡±.
Con todo, Luengo se siente optimista y agradecida. Cuenta que ha podido conservar su trabajo como asistente de direcci¨®n en una Big Four, a diferencia de otros afectados que han perdido sus empleos y recursos econ¨®micos. El pasado lunes le concedieron la baja para que pudiera seguir la recomendaci¨®n de sus m¨¦dicos y descansar. ¡°No todo el mundo tiene esta suerte. Por eso es importante concienciar de que, aunque la pandemia termine, nosotros seguimos aqu¨ª. Hay decenas de asociaciones, miles de pacientes, y puede ser mucha m¨¢s gente. Existimos¡±.
El drama en las residencias
¡°Fue una muerte indigna¡±
Por MAR?A SOSA TROYA
Concha Quir¨®s recita de memoria aquella conversaci¨®n. ¡°?Familiares de Josefa V¨¢zquez?¡±, dice que escuch¨® al otro lado del tel¨¦fono a las ocho de la ma?ana. Era de la residencia. ¡°Es para decirle que su madre est¨¢ muy mal y la bajamos al s¨®tano -1 para su extinci¨®n¡±. Cuenta que hasta aquel d¨ªa no supo que estaba contagiada, y que tuvo que volver a preguntar para asegurarse de lo que estaba escuchando. ¡°A las personas desahuciadas se las bajaba all¨ª, les dije que para nada, que la llevaran al hospital¡±, cuenta. Y sigue: ¡°El director me dijo que ten¨ªan una orden de la Comunidad de Madrid para no sacar a ning¨²n paciente de la residencia¡±.
Era abril de 2020, en los peores d¨ªas de la pandemia. En solo tres meses murieron en Espa?a m¨¢s de 19.000 personas que viv¨ªan en residencias con covid o con s¨ªntomas compatibles, una cifra que se eleva a cerca de 35.000 si se cuenta hasta 2023. Una de ellas, Josefa V¨¢zquez.
A Quir¨®s, que tiene 68 a?os y est¨¢ jubilada, la inundan las dudas sobre c¨®mo fue la vida de su madre aquellos d¨ªas en la residencia de Manoteras, un centro p¨²blico de 300 plazas cuya gesti¨®n depende de la Agencia Madrile?a de Atenci¨®n Social, y su hija es muy cr¨ªtica con la atenci¨®n. ¡°No s¨¦ si estuvo sola en la habitaci¨®n, si le toc¨® esperar con un cad¨¢ver al lado hasta que fueran a buscarlo los servicios funerarios, si alguien la acompa?¨® [en aquellos d¨ªas]¡±, afirma. Ten¨ªa deterioro cognitivo.
¡°S¨¦ que el 8 de marzo [¨²ltima vez que la pudo visitar all¨ª] estaba como una rosa y el 20 de abril falleci¨®, y entre medias me enga?aron, me maltrataron, ah¨ª es donde exijo que alguien diga algo¡±. Asegura que a pesar de sus llamadas, ¡°nunca¡± se la pusieron al tel¨¦fono. ¡°Ni siquiera el d¨ªa de su 92 cumplea?os, me dec¨ªan que no daban abasto¡±. ¡°El d¨ªa en que me dijeron que no la derivar¨ªan al hospital, llam¨¦ muy angustiada a su geriatra del Ram¨®n y Cajal y me dijo que la llevara a urgencias. Despu¨¦s de mucho insistir, el director de la residencia me dijo que si yo me encargaba de que una ambulancia fuera a recogerla, pod¨ªa llev¨¢rmela¡±.
As¨ª que Quir¨®s logr¨® lo que miles de pacientes no pudieron: llegar al hospital. Seg¨²n datos de la Comunidad de Madrid obtenidos por EL PA?S, el 73% de los 11.389 mayores que viv¨ªan en residencias y murieron entre el 8 de marzo y el 7 de julio (por cualquier causa, no solo por covid) fallecieron en los propios centros, sin ser derivados al hospital. En la Comunidad, aquellos d¨ªas se hab¨ªan aprobado unos protocolos que restring¨ªan la derivaci¨®n de ancianos de residencias en situaci¨®n de dependencia. ¡°Cuando la vi, hab¨ªa perdido como 10 kilos, estaba en los huesos, iba en bata, no llevaba ni zapatillas¡±, recuerda ahora. ¡°Me dijeron que ya ten¨ªa los pulmones muy mal¡±. Solo unos d¨ªas despu¨¦s falleci¨®. ¡°Yo saqu¨¦ a mi madre de entre los muertos, pero ya era tarde¡±.
Con el apoyo de Marea de Residencias, denunci¨® al director de la residencia y, adem¨¢s de a varios consejeros, a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel D¨ªaz Ayuso. El caso fue sobrese¨ªdo y ella ha recurrido al Tribunal Constitucional. Fuentes de Pol¨ªticas Sociales de la Comunidad afirman que est¨¢n colaborando con los requerimientos judiciales, y aseguran que en las residencias se enfrentaron ¡°a una situaci¨®n desconocida¡± y que el ¡°personal trabaj¨® sin descanso, haci¨¦ndolo lo mejor que pudo¡±.
Quir¨®s dice que ha pasado tres a?os terribles. En 2020 muri¨® su madre, en 2021 su padre y en 2022 a ella le descubrieron un aneurisma. ¡°Pero lo peor de todo es o¨ªr por parte de los dirigentes de la Comunidad de Madrid que hay que pasar p¨¢gina¡±. Se queja de que nadie le ha pedido perd¨®n. Habla con rabia. ¡°Puedes estar preparada para que tu madre fallezca, pero no para que sea as¨ª, no para una muerte indigna¡±.
Una m¨¦dica en primera l¨ªnea contra el virus
¡°Lloraba un rato en el rellano antes de abrir la puerta de casa¡±
Por ORIOL G?ELL
La puerta de casa era el muro que separaba los dos mundos entre los que cada d¨ªa saltaba durante los primeros meses de la pandemia Silvia G¨®mez-Zorrilla, m¨¦dica que ahora tiene 41 a?os del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital del Mar (Barcelona). A un lado, un centro sanitario desbordado por la peor crisis del ¨²ltimo siglo. En el otro, un hogar formado por su pareja y dos ni?os peque?os. ¡°Muchos d¨ªas lloraba un rato en el rellano antes de abrir la puerta. Ven¨ªas de vivir situaciones dram¨¢ticas en el hospital y no quer¨ªas llevar el miedo ni el virus a casa. Tratabas de protegerlos como pod¨ªas y llorar era la ¨²nica v¨¢lvula de escape para tranquilizarte un poco¡±, recuerda.
Incluso para los facultativos formados en medicina interna como ella, acostumbrados a ver la muerte de cerca por su trato con pacientes de edad avanzada y varias patolog¨ªas de base, lo ocurrido durante las primeras olas de la pandemia fue complicado de vivir: ¡°Vimos morir a gente a la que no le tocaba. Me refiero a pacientes de 60, 70 o incluso 80 a?os con buena salud. Son personas que antes de la pandemia estabas acostumbrada a mandar de vuelta a casa tras unos d¨ªas de ingreso. Pero, con el virus, muchas no se recuperaban. Adem¨¢s, ve¨ªas lo solas que estaban. Las familias no pod¨ªan acompa?arlas por las restricciones y los trabajadores ¨¦ramos su ¨²nico contacto humano. Todo esto hac¨ªa que cada muerte fuera m¨¢s dolorosa¡±.
El fin de la emergencia internacional decretado ahora por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) ha encontrado a los profesionales sanitarios que lucharon contra el virus en las primeras l¨ªneas del sistema sanitario pasando p¨¢gina. ¡°Cada uno como ha podido o ha sabido, pero las secuelas emocionales de todo lo vivido est¨¢n todav¨ªa muy presentes¡±, afirma esta facultativa.
Los episodios m¨¢s extremos, a?ade, se vivieron en las primeras olas. La mortalidad era mucho m¨¢s elevada, los medios a veces escasos y todo lo que estaba sucediendo era nuevo. Quiz¨¢ por eso, la reacci¨®n de todos fue m¨¢s automatizada. ¡°Como sistema sanitario, reaccionamos en bloque y casi sin pensar. No hab¨ªa otra alternativa¡±, relata.
Pasados los meses y los primeros picos de la pandemia, los centros sanitarios fueron poco a poco recuperando una cierta calma. Fue entonces cuando muchos trabajadores sanitarios descubrieron que la llamada ¡°nueva normalidad¡± era muy diferente a los tiempos prepandemia. ¡°Muchos de nosotros no ¨¦ramos los mismos. Cada uno lo not¨® a su manera. Algunos hemos necesitado alejarnos un tiempo de la asistencia m¨¢s cercana a los pacientes m¨¢s graves. Otros han tenido que hacer cambios en las rutinas. En cierta manera, todos estamos todav¨ªa recuper¨¢ndonos¡±, concluye.
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