La vida que el m¨®vil no nos deja vivir
Los algoritmos de alerta de las propias redes sociales env¨ªan notificaciones en tiempo real, de manera que esa intromisi¨®n distrae e incapacita cada vez m¨¢s para vivir de forma placentera las propias experiencias.
Los asistentes a los conciertos de Bob Dylan se han encontrado en el control de acceso con una petici¨®n ins¨®lita: que coloquen el tel¨¦fono m¨®vil apagado o en modo avi¨®n en una funda precintada electr¨®nicamente para que no pueda abrirse. Este sistema, dise?ado por la empresa Yondr, es el ¨²ltimo recurso adoptado por el cantante poeta en su cruzada para defender su arte de la intromisi¨®n de los omnipresentes tel¨¦fonos m¨®viles. Otros artistas como Bono, Jack White, Alice Keys o Guns N¡¯Roses tambi¨¦n han recurrido a este artilugio para preservar la experiencia de comunicaci¨®n directa que pretenden en sus conciertos. Bob Dylan es consciente de que pueden darse situaciones de emergencia pero tambi¨¦n de que hay gente que no puede estar dos horas sin mirar la pantalla, y por eso ha previsto un espacio para que puedan usar el tel¨¦fono fuera del recinto del concierto.
Hace 20 a?os que tenemos tel¨¦fonos m¨®viles inteligentes que han permitido la eclosi¨®n de las redes sociales. Su penetraci¨®n es tan intensa que ha cambiado nuestra forma de estar en el mundo. Nos mostramos inquietos si no tenemos el m¨®vil y en cada acontecimiento sentimos la imperiosa necesidad de capturar el instante para guardarlo o compartirlo. Los expertos en neurociencia han observado que los dispositivos m¨®viles alteran los mecanismos de la percepci¨®n. Como explica en sus libros el investigador Diego Redolar, de la UOC, estos dispositivos afectan no solo a la manera de procesar la informaci¨®n, sino tambi¨¦n a la capacidad de atenci¨®n, a la memoria a corto y largo plazo y al control cognitivo, adem¨¢s de alterar el sustrato nervioso del recuerdo. Nuestro cerebro procesa la informaci¨®n de manera que desecha todo lo que considera sobrante y da prioridad en la memoria a aquellas vivencias que son m¨¢s significativas para nosotros. Las experiencias que nos causan placer tienen prioridad de almacenamiento y se guardan m¨¢s tiempo, lo mismo que las experiencias negativas quedan selladas en el recuerdo y vuelven como traumas recurrentes.
Se supone que un concierto de Bob Dylan, como uno de Rosal¨ªa, es un acontecimiento memorable para sus fans. Pero como ahora tenemos en el m¨®vil un sistema de memoria extendida, ya no basta con vivirlo y recordarlo, sino que hay que capturarlo y guardarlo en ese disco externo. Eso hace que estemos m¨¢s pendientes de grabar que de vivir el concierto. La obsesi¨®n por capturar tapar¨¢ el placer de vivir el momento y el concierto dejar¨¢ menos huella en la memoria. Es probable que esa grabaci¨®n se pierda en el espacio digital infinito sin abrirla siquiera mientras nuestra memoria sensitiva se va empobreciendo.
Bob Dylan prefiere m¨®viles en silencio para preservar la comunicaci¨®n ¨ªntima de su m¨²sica y sus letras. Rosal¨ªa prefiere que haya muchos m¨®viles porque ha hecho de las redes sociales un mecanismo de contagio que contribuye a su ¨¦xito. Cuanto m¨¢s graben y m¨¢s compartan las im¨¢genes sus fans, mejor para ella. Pero, ?por qu¨¦ tenemos tanta necesidad de grabar y compartir aquello que estamos viviendo? Si la necesidad nos domina, es que estamos entrando en una conducta adictiva. Significa que el uso del m¨®vil est¨¢ impactando sobre los mecanismos cerebrales de la recompensa de una forma muy parecida a como lo hacen otras sustancias adictivas como las drogas, el juego o el chocolate.
Recientes estudios han alertado adem¨¢s sobre el impacto que tiene en los adolescentes el imperativo de la felicidad que transmiten ciertas redes sociales. Sus usuarios se esfuerzan en mostrar lo intensas, interesantes y divertidas que son sus vidas, lo que fomenta un estado de constante comparaci¨®n. En Tik-Tok hay en realidad m¨¢s euforia impostada que verdadera diversi¨®n, pero las redes dan a los j¨®venes la oportunidad de modular una identidad p¨²blica y trabajo tienen despu¨¦s para alimentar la imagen de s¨ª mismos que han construido. Quienes no son felices o tienen problemas de relaci¨®n reciben ese bombardeo como una ratificaci¨®n de su estado de desgracia y pasan de la envidia a la autoflagelaci¨®n. En este ecosistema, es f¨¢cil caer en el s¨ªndrome bautizado como Fear of missing out (FOMO), el miedo a perderse algo, que es una aprensi¨®n constante a que otros puedan tener experiencias gratificantes de las que podemos quedar ausentes. Genera en quien lo sufre un estado de hipervigilancia y agitaci¨®n que hace que est¨¦ permanentemente pendiente de lo que ocurre en las redes sociales y se siente excluido si no logra el mismo nivel de proyecci¨®n y aceptaci¨®n. Los algoritmos de alerta de las propias redes sociales env¨ªan notificaciones en tiempo real, de manera que esa intromisi¨®n distrae e incapacita cada vez m¨¢s para vivir de forma placentera las propias experiencias.
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