Clara Serra, fil¨®sofa: ¡°Apelar a los hombres es una revoluci¨®n del feminismo¡±
Desde que dej¨® la pol¨ªtica profesional, la fil¨®sofa feminista trabaja en su tesis doctoral sobre un asunto, el consentimiento, de permanente actualidad pol¨ªtica
Clara Serra (Madrid, 1982) dej¨® hace cuatro a?os la pol¨ªtica profesional para volver a la filosof¨ªa. Desplazada de la portavoc¨ªa de M¨¢s Madrid, dimiti¨® como diputada en la Asamblea regional. Antes hab¨ªa sido profesora de Filosof¨ªa y desde hace tres a?os trabaja en su tesis doctoral, sobre el consentimiento, como investigadora en la Universidad de Barcelona, donde vive. Esta entrevista tambi¨¦n se hizo entre dos aguas: en Madrid, a mitad de julio, cuando Serra acudi¨® a un acto electoral de Sumar, la plataforma de Yolanda D¨ªaz, para debatir c¨®mo debe ser un feminismo del 99% (hombres incluidos); y en Barcelona, a mitad de agosto, d¨ªas antes de que enviara a la editorial Anagrama el manuscrito de su pr¨®ximo ensayo. Autora de Leonas y zorras (Catarata, 2018), Manual ultravioleta (Ediciones B, 2019) y coordinadora de Alianzas Rebeldes (Edicions Bellaterra, 2021), el objeto de su tesis, el consentimiento, es tambi¨¦n el tema de su ensayo del oto?o y de la pol¨¦mica de esta semana: el beso no consentido del presidente de la Real Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol, Luis Rubiales, a una de las campeonas del mundo, Jenni Hermoso.
¡°El derecho debe poder discriminar y distinguir y la sociedad tambi¨¦n. Rubiales debe dimitir por una muestra de sexismo deplorable [¡], no por ser un agresor sexual¡±, escribi¨® Serra este mi¨¦rcoles en Twitter. En torno a esto, el consenso social ha ido ampli¨¢ndose seg¨²n avanzaba la semana, en el movimiento feminista, en medios de comunicaci¨®n, entre equipos y deportistas. Y no solo mujeres, tambi¨¦n entre los hombres.
PREGUNTA. ?Comparte la opini¨®n de parte del feminismo de que el movimiento no se est¨¢ dirigiendo a los hombres y ha de hacerlo?
RESPUESTA. Indudablemente. De hecho, dir¨ªa que es uno de los asuntos clave, pol¨ªticamente estrat¨¦gicos a d¨ªa de hoy. La extrema derecha est¨¢ haciendo un discurso que interpela a los hombres con bastante ¨¦xito, tratando de contarles que el feminismo va contra el bienestar de los hombres y que si las mujeres avanzamos en derechos y conquistamos libertades, ellos los van a perder.
P. ?Y cree que es el momento de que eso comience a ocurrir?
R. S¨ª, porque en esa especie de l¨®gica de suma cero, la ultraderecha lo que hace es un ¡°divide y vencer¨¢s¡±. Si divides a los de abajo y los pones a pelear entre s¨ª, ?no ser¨¢ precisamente una alianza del 99% lo que puede contrarrestarlo?
P. Otra parte del feminismo arguye que, en parte, hacer eso supone difuminar el sujeto pol¨ªtico, las mujeres.
R. Parece que lo hacen reivindicando la autonom¨ªa del feminismo. Pero, en mi opini¨®n, apelar a los hombres es una revoluci¨®n del feminismo. Si este ha sido hegem¨®nico y es una lucha pol¨ªtica clave del siglo XXI, es porque es capaz de aglutinar un mont¨®n de sujetos y luchas, y por tanto, tiene una promesa para el conjunto de la sociedad.
P. ?Cree que [lo contrario] supone una renuncia?
R. S¨ª. Todos los discursos, digamos de la izquierda cl¨¢sica obrerista, que incitan al feminismo, son una lucha particular o sectorial o que solo tiene que ver con lo que le pasa a una parte de la sociedad. Creo que esa es la manera de explorar el feminismo como una cuesti¨®n subalterna. Como si la pol¨ªtica con may¨²sculas se dirigiera al conjunto de la sociedad y luego el feminismo fueran las mujeres y sus cosas. La lucha feminista es pol¨ªticamente potente en su transversalidad, por eso no entiendo esa renuncia. Como tampoco entiendo que parte del feminismo diga que los hombres no tienen algo que ver con el g¨¦nero. El g¨¦nero es un sistema. Igual que hay imperativos de g¨¦nero para las mujeres, hay para los hombres. El g¨¦nero no es una cosa, es una relaci¨®n. No podr¨ªan existir prescripciones de obligaciones para las mujeres sin que existiera la contraparte.
P. En Alianzas rebeldes (2021) ve¨ªan venir una ola reaccionaria y no solo respecto del feminismo. El resultado de las elecciones en Espa?a [con el retroceso de Vox] no se sabe si desmiente esa percepci¨®n, porque al mismo tiempo, en Argentina, acaba de ganar un candidato ultra. ?En qu¨¦ medida el caso espa?ol considera que puede ser un indicador de un cambio de tendencia?
R. En Alianzas rebeldes, el an¨¢lisis era de una deriva conservadora en la sociedad en general y que tambi¨¦n puede afectar a las izquierdas. Por eso abr¨ªamos debates cr¨ªticos dentro de la propia izquierda, dentro del propio feminismo, donde entend¨ªamos que est¨¢ cogiendo ciertas derivas esencialistas o identitarias que a nuestro juicio es conservador y reaccionario. Es una tendencia de largo recorrido obvia que hay que entender, de alguna forma, como una cuesti¨®n de ¨¦poca. No solamente el caso espa?ol, creo que hay una ola reaccionaria en general desde el a?o 2002, cuando da ese susto la extrema derecha francesa. Desde entonces las fuerzas de extrema derecha han empezado a existir en much¨ªsimos pa¨ªses y much¨ªsimos contextos y eso es por algo.
P. ?Y cu¨¢les son las causas de ese ¨¦xito de la ultraderecha?
R. A diferencia del discurso neoliberal de los a?os ochenta o noventa, hegem¨®nico y de ¨¦xito, que promet¨ªa bienestar, prosperidad, asistencia social, el de ahora no lo es. Su relato ha dejado de funcionar y en la realidad de ahora estos proyectos reaccionarios forman parte de una fase posterior del neoliberalismo, donde hay una sensaci¨®n de riesgo, de incertidumbre, de inseguridad. Las derechas est¨¢n tratando de responder, y a veces muy exitosamente, prometiendo certezas, seguridad. Y esto es lo que plantea a las izquierdas una pregunta necesaria, a veces muy inc¨®moda, sobre c¨®mo construir un proyecto de certezas, de futuro, de tranquilidad, pero que no caiga en estas tentaciones reaccionarias, por ejemplo, punitivas.
P. ?Cree que ha podido tener algo que ver tambi¨¦n que estas poblaciones se hayan visto poco representadas en los debates y discursos que plantean los partidos de izquierda o que se hayan visto abandonados de alguna forma por dichos partidos?
R. S¨ª, yo creo que en alg¨²n sentido puede que haya malestares que las izquierdas no han sabido nombrar, no han sabido canalizar.
P. Ni solucionar tampoco, ?no?
R. No, ni solucionar, efectivamente. Por ejemplo, esto de que hay un voto ultra masculinizado y que, de nuevo, no es una cosa solo espa?ola. Hay una pregunta que las izquierdas tienen que hacerse: ?por qu¨¦ los hombres votan m¨¢s a la extrema derecha? Pero la pregunta es, ?la izquierda los est¨¢ viendo venir, lo est¨¢ sabiendo explicar y lo est¨¢ sabiendo politizar, evidentemente, en clave no reaccionaria? Lo que no puede ser por ejemplo desde el punto de vista del feminismo es pensar que si los hombres votan a la derecha y est¨¢n enfadados eso demuestra que se est¨¢ haciendo muy bien. Seg¨²n esa l¨®gica, si gana la extrema derecha es que lo hemos hecho genial.
P. Usted defiende que la cuesti¨®n del consentimiento, con toda su complejidad, es central y esa complejidad debe traducirse legalmente. ?Habr¨ªa tocado la redacci¨®n de la ley respecto del consentimiento en el sentido que se ha hecho en la ley del s¨®lo s¨ª es s¨ª?
R. Mi cr¨ªtica es que, de hecho, las leyes que se basan en la doctrina del consentimiento afirmativo, que es una doctrina norteamericana que ha llegado ahora al contexto espa?ol, es una restricci¨®n del consentimiento. Es decir, es un ir hacia atr¨¢s.
P. O sea que no habr¨ªa tocado en el C¨®digo Penal en ese sentido.
R. No, claro que no habr¨ªa hecho ese cambio, me parece un retroceso. O sea, me parece que cuando el feminismo en sus manifestaciones pon¨ªa el lema ¡°no es no¡±, me parece que estaba diciendo a la sociedad y a los hombres que cuando alguna mujer te dice que no, lo respetas y que estaba tambi¨¦n empoderando a las mujeres a aprender a decir que no.
P. Pero, ?por qu¨¦ exigir que el consentimiento sea afirmativo, supone admitir la imposibilidad de decir que no?
R. Mira c¨®mo ha sido el debate. [La Delegada del Gobierno contra la Violencia de G¨¦nero en funciones] Victoria Rosell sali¨® diciendo que el ¡°no es no¡± era un lema de los jueces. O sea, ya no es un lema del feminismo, ya no es un lema de la libertad sexual. Ahora es el lema de los jueces. En ning¨²n contexto es posible decir que no y por tanto es mejor decir que s¨ª. Esta es la mirada que hay. O sea, el sexo es peligroso, nosotras estamos en desventaja y por tanto no podemos decir que no. Yo s¨ª que estoy totalmente a favor de que el derecho tenga herramientas para identificar bien los contextos particulares en donde el consentimiento est¨¢ viciado. Un menor no puede decir que no. En el portal de la manada no se puede decir que no. Evidentemente, cuando est¨¢s borracha y has perdido el sentido, no puedes decir que no. Pero, hombre, invalidar de forma generalizada la capacidad de consentir de las mujeres. Ojo, en nombre del consentimiento. Esto es lo contradictorio y lo parad¨®jico del asunto.
P. Dice que los menores no pueden decir que no. Una fuente para su reflexi¨®n es Michel Foucault, que sin embargo apoy¨® en su d¨ªa un manifiesto en apoyo de la despenalizaci¨®n de las relaciones de los adultos con menores, como recordaba Vanessa Springora en El consentimiento. O sea, ?se apoya en sus reflexiones te¨®ricas pero no comparte sus posturas pr¨¢cticas?
R. No, no. Con Foucault no comparto gran parte de sus posiciones filos¨®ficas, no ya sus puestas en pr¨¢ctica m¨¢s concretas como esta cuesti¨®n. Foucault, como, por cierto, [Jacques] Derrida, como, por cierto, Simone de Beauvoir, defendieron que regular el consentimiento en los menores era una intromisi¨®n inaceptable y creo que se equivocaron todos. No estoy en absoluto de acuerdo con eso. Con lo que estoy de acuerdo en Foucault y lo tra¨ªa a colaci¨®n en un art¨ªculo, es que Foucault considera que en la modernidad hay una especie de tendencia a que el sexo sea permanentemente tratado como el objeto de un contrato y un pacto expl¨ªcito. Y Foucault lee esta transparencia del sexo, este permanente hablar sobre el sexo, est¨¢ puesta en discurso del sexo como la manera propiamente moderna de regular la sexualidad. No es que cuando callemos sobre el sexo es cuando est¨¢n operando fuerzas conservadoras y morales que recluyen el sexo y lo regulan y tal. No, es cuando hablamos permanentemente del sexo, cuando lo convertimos, dentro de la l¨®gica neoliberal, en un pacto siempre expl¨ªcito, esa es su manera tambi¨¦n de regular la sexualidad y esa advertencia me parece clave. Porque hay otra cosa que me parece que est¨¢ pasando con los discursos del consentimiento. Es muy curioso, si te fijas en el marco de los discursos del consentimiento est¨¢ operando por una parte un discurso del peligro que est¨¢ diciendo consentir es muy dif¨ªcil o incluso imposible para las mujeres, porque estamos amenazadas y bajo coacci¨®n, y al mismo tiempo un optimismo liberal exacerbado por el cual consentir es facil¨ªsimo y todo puede ser objeto del pacto y del contrato permanentemente. O sea en un caso digamos el consentimiento es imposible y en otro caso el consentimiento es facil¨ªsimo. Creo que son posiciones ideol¨®gicas ambas, pero lo curioso es que las sostienen las mismas personas.
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