Guerra pol¨ªtica por el foie gras en Nueva York
La prohibici¨®n de la ciudad de vender el plato se estanca en los tribunales y abre una disputa entre las autoridades dem¨®cratas estatales y municipales
El foie gras, el no va m¨¢s de la exquisitez gastron¨®mica de larga tradici¨®n o prueba definitiva de la at¨¢vica brutalidad humana con los animales, se ha colocado en Nueva York en el centro de una batalla pol¨ªtico-legal que enfrenta a las autoridades municipales con las estatales. El choque ha resucitado tambi¨¦n una vieja pugna por las costumbres entre el Estado y su ciudad m¨¢s poblada.
Todo empez¨® hace cuatro a?os, cuando el anterior alcalde de Nueva York, Bill DeBlasio, aprob¨®, con un abrumador apoyo del consejo municipal (42-6), una ley que prohib¨ªa ¡°el almacenamiento y la venta¡± de foie gras en el ¨¢rea metropolitana a partir del 25 de noviembre de 2022. Todo un triunfo para las asociaciones de defensa de los derechos de los animales, lo hac¨ªa con el argumento de que el proceso de alimentar por la fuerza a los gansos y patos para engordar sus h¨ªgados es un intolerable acto de crueldad. Los criadores de esas aves niegan la acusaci¨®n y alegan que los cambios introducidos en la t¨¦cnica en los ¨²ltimos tiempos ha ¡°humanizado¡± el proceso.
Dos de los principales productores del pa¨ªs est¨¢n en Liberty, a 175 kil¨®metros al Norte de Manhattan. Movidos por el perjuicio econ¨®mico de perder un mercado tan suculento como el de la Gran Manzana, aparcaron la competencia y se organizaron en torno a una organizaci¨®n llamada Catskill (por las monta?as que rodean las fincas) Foie Gras Collective para recurrir la entrada en vigor de la norma, que el Supremo de Nueva York puso en suspenso el oto?o pasado. Mientras el alto tribunal tomaba una decisi¨®n definitiva, el Departamento de Agricultura del Estado dio la raz¨®n a los granjeros, y tumb¨® la medida por ¡°irrazonablemente restrictiva¡±.
Lo que pas¨® despu¨¦s es lo que acostumbra a suceder en este pa¨ªs: la cosa se enred¨® en los tribunales, donde amenaza con quedarse empantanada por una buena temporada. La ciudad demand¨® al Departamento de Agricultura, y un juez de Albany dio la raz¨®n a principios de agosto a la primera por considerar la decisi¨®n estatal ¡°arbitraria y caprichosa¡±. Tambi¨¦n dej¨® abierta la puerta a que los granjeros recurrieran la decisi¨®n. Y as¨ª lo hicieron.
De momento, nada ha impedido que los m¨¢s de mil restaurantes que ofrecen la delicatessen en Nueva York puedan seguir a lo suyo. La norma destinada a imped¨ªrselo preve¨ªa multas de hasta 2.000 d¨®lares (1.865 euros) y penas de prisi¨®n a los infractores.
La excepci¨®n francesa
El follet¨ªn se complet¨® con la entrada en escena del Gobierno franc¨¦s, que pidi¨® al Ayuntamiento que reconsiderara la decisi¨®n. No era la primera vez que Par¨ªs tomaba cartas en un asunto parecido. En 2004, California prohibi¨® el foie gras y los franceses denunciaron un ¡°ataque a una de sus tradiciones¡±. Aquella batalla dur¨® ocho a?os; desde 2012, no est¨¢ permitida en el Estado m¨¢s poblado de Estados Unidos su comercializaci¨®n, pero hace tres a?os un juez federal dictamin¨® que sus ciudadanos pod¨ªan comprar foie gras, siempre que fuera importado de otras partes del pa¨ªs. En 2006, Chicago tom¨® la misma senda prohibicionista, pero el veto nunca acab¨® de cuajar. La producci¨®n de foie gras est¨¢ proscrita en distintos grados (producci¨®n, importaci¨®n, o ambas) en al menos 15 pa¨ªses, de Alemania a India o Argentina, y de Israel al Reino Unido.
The days of foie gras are gone and foie-gotten in New York City.
— Mayor Eric Adams (@NYCMayor) November 25, 2019
A new law will END this cruel practice in our city for good. We're also strengthening our animal adoption centers, protecting horses from dangerous heat and expanding animal rights efforts across our city. pic.twitter.com/0efxxG6Zxn
Para contradecir a DeBlasio, y a su sucesor, el alcalde Eric Adams ¨Dque celebr¨® la decisi¨®n en Twitter cuando a¨²n no era regidor (¡±Una nueva ley TERMINAR? para siempre con esta cruel pr¨¢ctica en nuestra ciudad¡±, escribi¨®)¨D, el Estado recurri¨® a una oscura ley que proh¨ªbe a las ¨¢reas urbanas dictar lo que los agricultores pueden cultivar y comercializar. De ah¨ª la en¨¦sima guerra cultural. Y la moraleja: Nueva York es un Estado en el que la parte (una ciudad de 8,5 millones de habitantes con un inconmensurable poder de irradiaci¨®n) se suele tomar demasiado a la ligera por el todo (con casi 20 millones, el cuarto Estado m¨¢s poblado del a Uni¨®n).
En la demanda presentada por La Belle Farm, una de las dos granjas litigantes, se recoge ese reproche: ¡°El argumento de que la restricci¨®n solo tendr¨¢ consecuencias sobre las ventas en la ciudad y no sobre nuestra producci¨®n es una falacia. No afecta a ning¨²n pato de la ciudad por la sencilla raz¨®n de que es ilegal incluso tener patos en esa jurisdicci¨®n. (V¨¦anse las normas sanitarias de Nueva York). Deber¨ªa quedar claro como cuesti¨®n de derecho que todo esto sirve s¨®lo para restringir las operaciones agr¨ªcolas m¨¢s all¨¢ de las propias fronteras de la ciudad de Nueva York¡±.
La batalla ha servido tambi¨¦n para escenificar el distanciamiento entre el alcalde Adams, que se define como ¡°casi vegano¡±, y la gobernadora Kathy Hochul. Ambos son dem¨®cratas, los m¨¢s poderosos del lugar, y ambos se han enfrentado recientemente por la gesti¨®n de los 100.000 migrantes llegados durante este a?o de la frontera con M¨¦xico, cuando el alcalde decidi¨® enviar migrantes fuera de su ciudad. Algunos de ellos, a lugares donde se libra una re?ida pugna entre republicanos y dem¨®cratas, que en las pasadas elecciones legislativas vieron como cambiaban de bando cuatro esca?os de la C¨¢mara de Representantes que daban por ganados.
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